Ania lo ve marcharse dejándola sola en aquella habitación y mira de nuevo su brazo sin sentirse capaz de decidir si seguirlo o no. Una vez más, la pantalla no se enciende y la frustración la hace llevarse las manos a la nuca. ¿Qué debería hacer? ¿Y si lo sigue y alguien la espera fuera para acabar con ella? ¿Y si se queda y el joven nunca vuelve? ¿Podría morir esperando? ¡Maldita sea!
Sale a toda prisa por la puerta con el pánico golpeando en su pecho a toda velocidad, sin atreverse a mirar lo que hay al otro lado, solo para chocar con una figura que permanece en medio del pasillo con los brazos cruzados y que la sujeta de inmediato por los hombros antes de que pueda caer.
—Ya está. La has conseguido, Ania. Puedes abrir los ojos—dice la voz de Ayoub con un atisbo de risa al fondo de su garganta.
Ania obedece mordiéndose el labio avergonzada. Sus ojos se desplazan por el pasillo oscuro y de paredes sucias sin más decoración que una pintada en colores chillones: “Muerte a la Agencia”. Se estremece y se pega de forma instintiva a Ayoub que sacude la cabeza con diversión.
—Vamos. Es hora de que conozcas a los demás. ¿Tienes hambre?
Le gustaría negarse, pero su estómago ruge con fuerza en respuesta. ¿Cuándo fue la última vez que tomo el suplemento? Ni siquiera sabe cuánto tiempo lleva fuera de casa y eso la hace sentir mareada de nuevo. ¿Estarán buscándola?
Sigue a Ayoub en silencio por los pasillos hasta llegar a unas puertas dobles de metal cerradas. Ayoub empuja sin esfuerzo y le hace un gesto para que entre. Lo primero que le golpea es el olor, suave, mantecoso y especiado, dulce, cítrico y delicado, esponjoso y caliente… ¿Qué es todo eso? Su estómago vuelve a rugir con más fuerza obligándola a rodearse el cuerpo con las manos para calmarlo.
Se percata entonces del ruido. Cientos de voces hablando al unísono en una cacofonía de conversaciones, risas y susurros. La sala es grande, llena de mesas metálicas y bancos unidos por barras laterales, todas repletas de personas de todo tipo, desde ancianos hasta niños. Ania los mira con los ojos abiertos como platos. Nunca ha visto tanta gente junta… socializando.
Ayoub la empuja con suavidad para que avance por el pasillo hasta el final de la sala, toma dos bandejas y las coloca en una baranda metálica. Coloca dos paquetes cerrados que toma de un bote y empuja las bandejas hasta colocarse justo frente al origen de aquellos maravillosos olores que consiguen que su boca se haga agua. ¿Qué es todo esto?
—¿Prefieres arroz o cuscús? —pregunta él mientras se sirve en un plato una cantidad exagerada de unos granos minúsculos que desprenden un calor picante y suntuoso.
—¿Qué?
—Para comer… ¿Arroz o cuscús?
Ania mira de reojo a su brazo que sigue apagado y se retuerce las manos nerviosa antes de contestar en un hilillo de voz:
—¿Cómo sé si lo que elija no me pondrá enferma?
—No puedes saberlo…
—¿Entonces cómo… cómo puedo elegir? ¿No tenéis suplementos?
—No…—dice Ayoub con una sonrisa divertida en el rostro—. Aquí tenemos comida… de la de verdad. Y te prometo que en cuanto la pruebes no volverás a tocar un suplemento en tu vida.
Ania aprieta los labios. ¿Qué debería hacer entonces? Mira a Ayoub como si él pudiera darle la respuesta que necesita, pero él lo único que hace es sonreír con más fuerza. ¡Joder!
—¿Qué… qué vas a comer tú?
—Cuscús. Es el especial del día y, créeme, es delicioso.
—Vale… Tomaré lo mismo, entonces.
Ayoub asiente con la cabeza y le sirve en otro plato que coloca en la bandeja antes de continuar.
—¿Carne de cordero o ternera?
Ania nota como las lágrimas se acumulan en sus ojos. ¿Por qué tantas decisiones en una sola comida? Ayoub parece notar su incomodidad y coloca un poco de ambos antes de seguir hasta pasar por todos los puestos. Mira a su alrededor hasta encontrar el sitio que estaba buscando, toma ambas bandejas con cuidado y las deja sobre la mesa. Ania le sigue a una distancia prudencial aún planteándose si no sería mejor idea salir corriendo… ¿Y si quiere envenenarla?
Ayoub le indica con un gesto que se siente y toma el paquete sacando los cubiertos con presteza. El placer en su mirada y el profundo gemido tras llevarse a la boca la primera cucharada de cuscús la convencen para quedarse, sentarse frente a él e imitarlo. Aunque al sentir el calor de los granos cerca de su boca, su mirada se desplaza por el resto de las personas en la mesa que parecen haber detenido todo lo que estaban haciendo para mirarla, esperando su reacción. La mano le tiembla al introducir la primera cucharada y la textura granulada en la lengua da paso a una explosión de sabores: picante, suave, dulce y salado. Cuando se da cuenta, es ella lo que está gimiendo de placer lo que provoca una carcajada general en la mesa.
Ayoub come en silencio, sin apartar la mirada de ella. ¿Por qué la mira tanto? ¿Y por qué con tanta intensidad?
Una pareja toma asiento junto a él y Ania suelta un gritito al reconocerlo: el médico… El mismo que la recibió en la Agencia cuando… ¿Será un traidor? Un momento… ¿Un traidor para quién? ¿Para la Agencia o para el grupo de desconectados?