El hilo de las decisiones

Capítulo 15

Jide se inclina hacia delante en su asiento en el aerodeslizador y esboza una sonrisa de satisfacción. El doctor Batista, sentado entre dos agentes armados, no aparta la mirada, incluso parece como si todo aquel teatro le aburriera. Sus manos están unidas por esposas de nano-energía, lo que no impide que su postura sea relajada, descuidada incluso. Nada de eso sorprende a Jide.

Conoce a Batista desde mucho antes de convertirse en quien es. Ambos provienen del mismo sector, del mismo bloque de viviendas con aspecto descuidado, a medio camino entre la zona alta y los barrios bajos. Su amistad se remonta a su más tierna infancia, incluso podría afirmar que, durante un tiempo, lo consideró como su hermano. Hasta que se hizo evidente que sus inclinaciones eran totalmente distintas. Él abogaba por el control y la seguridad, mientras que Batista lo hacía por la libertad y la autodeterminación.

Jide supo que ocultaba algo en el momento en el que lo vio entrar por primera vez en la Agencia como el nuevo médico. Ha tardado años en encontrar pruebas suficientes para destaparle, pero tenerlo aquí sentado frente a él, compensa cada uno de los segundos que ha necesitado para lograrlo.

—Deberías haber pedido el traslado el día que te cruzaste en mi camino, Batista. Ahora no estarías aquí.

—Ha merecido la pena poder ver tu cara de imbécil cada vez que trias a alguien nuevo, créeme.

Jide resopla y sacude la cabeza con la diversión reflejada en los ojos.

—¿De qué ha servido? Las personas que nos hemos llevado esta vez supera el número de las que has salvado.

—¿Eso crees? —Batista esboza una sonrisa ladeada—. Parece que la Agencia no tiene ni idea de a qué se enfrenta.

—¿Ah no? Una suerte que ahora te tengamos a ti para proporcionarnos esa información.

—No pienso hablar, Jide. No soy un traidor.

—Me pregunto...—dice Jide mirando su Espejo— ¿qué será mejor? ¿torturate a ti o a la hermosa mujer que te espera en casa?

—No vas a tocar a Eleanora, ¿me oyes? —dice Batista en un rugido, abalanzándose sobre él, aunque los dos agentes lo detienen y lo obligan a sentarse de nuevo.

—¿En serio? Mi Espejo dice lo contrario... —Jide se recuesta hacia atrás y se cruza de brazos—. ¿Sabes qué más he visto? Que será largo, doloroso y que no volverá a ser la misma nunca más, porque pienso quebrar su alma si es preciso para que hables.

Es necesario toda la fuerza de ambos hombres para detenerlo y evitar que Batista golpee el rostro de Jide. Incluso si lo hubiese logrado, Jide no habría dejado de sentir la satisfacción vibrando a través de cada nervio de su cuerpo. Porque ha ganado y lo sabe.




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