Ayoub se abre paso entre las personas que se agolpan frente a la escuela. Ni siquiera se preocupa en pedir que se aparten, sino que lo hace él mismo. Se agacha junto a Eleanora que se lanza sobre él y le rodea el cuello con sus brazos. Ayoub la abraza con fuerza compartiendo su dolor.
Desde que llegó, cuando él tenía catorce años, Eleanora se convirtió en su hermana mayor. A veces incluso en su madre cuando lo ha necesitado. Por lo que no duda ni un segundo en ser su apoyo en este momento.
Con una mirada furiosa, se dirige a todos los curiosos increpándolos por no tener nada mejor que hacer y, tras unos segundos de duda, estos se dispersan entre susurros. Solo una persona se queda junto a él, se agacha y dice con una voz suave:
—¿Puedo ayudar en algo?
—Gracias, trencitas. Pero lo mejor que puedes hacer es volver a tu dormitorio—responde él sin apenas mirarla.
—Ayoub— interviene Eleanora con voz autoritaria, secándose los ojos—. La chica tiene buenas intenciones. No seas maleducado.
—Pero…
—Reúne al consejo. Ania puede hacerme compañía mientras tanto.
Ayoub bufa y pone los ojos en blanco. Le da un sonoro beso en la mejilla y se levanta. Se acerca a la joven e, inclinándose sobre ella, susurra:
—No te separes de ella.
El consejo está formado por un reducido grupo de hombres y mujeres, tanto desconectados como de la resistencia, los de más antigüedad y los representantes de cada sección: salud, organización, mercado, educación, seguridad y vivienda.
La antigua sala de profesores sirve de espacio de reunión para los miembros de el consejo. Algunos de ellos ya están allí cuando Ayoub activa la señal. El pleno no tendrá lugar hasta el anochecer, cuando Seguridad hagan el recuento de las personas faltantes.
Ayoub se ocupa de la parte organizativa. Lo ha hecho junto a Eleanora tantas veces que no necesita ni sus indicaciones ni las de sus superiores para saber qué hacer. No va a molestarla después de lo que ha ocurrido. Se merece unos minutos de pasa antes de tener que relatar los detalles de lo ocurrido frente a los demás.
En la oficina que ella suele ocupar hay un antiguo ordenador conectado por cable junto a una impresora. El papel lo fabrican ellos mismos al igual que la tinta para rellenar los cartuchos. Las piezas tanto del ordenador como de la impresora son cortesía de los ilegales.
Toma asiento en la silla de madera tosca y enciende el aparato conectado a un pequeño generador eléctrico que recibe la energía de una diminutas placas solares integradas en cada superficie de los edificios, donde el sol incide durante algunas horas al día, ya sean ventanas, tejados o incluso antiguos depósitos de agua oxidados.
La pantalla tarda demasiado en encenderse, lo que le lleva a golpear de forma rítmica la mesa con los dedos por la impaciencia. Cuando lo hace, navega entre las carpetas hasta encontrar el listado de los habitantes de los barrios bajos. Lo imprime y se dispone a cerrar el explorador cuando algo le llama la atención. Se desplaza hacia atrás y se detiene en un archivo encriptado llamado “Cero”. Lanza una corta mirada hacia la puerta y lo abre.
Si naces en los suburbios, aprendes a codificar y descodificar mensajes, a burlar sistemas de seguridad y a piratear programas informáticos, tanto los de nueva generación como programas antiguos y obsoletos. Forma parte de su educación básica, por lo que la mayoría de ellos se especializan en seguridad una vez superadas las pruebas de conocimientos que dan acceso a los estudios superiores.
Ayoub es el mejor de su promoción y por eso tiene potestad para encargarse de los recién llegados. Su puesto está por encima de los patrulleros de seguridad ciudadana que velan por el correcto funcionamiento y la protección de las calles. Él ni siquiera llegó a pasar por eso. Además lleva preparándose desde principios de año para ascender y dedicarse por completo a la seguridad en la red.
No tarda más de cuarenta minutos en desbloquear el archivo. Las letras parecen mezcladas unas con otras en un galimatías sin sentido, pero Ayoub es capaz de ver un patrón de repetición en el mensaje. De todas formas, está seguro de que necesitará utilizar más de un sistema de descodificación antes de poder leer el contenido.
En lugar de continuar, lo imprime para encargarse de forma manual más tarde. Tardará más que si utiliza el ordenador, pero será capaz de leerlo tarde o temprano.
Se detiene un momento con los papeles en la mano, preguntándose por qué lo está haciendo. Su corazón se encoge durante unos segundos por el miedo. ¿Es posible que Eleanora los haya traicionado? Sacude la cabeza, dispuesto a destruir los papeles arrugados por sujetarlos con demasiada fuerza. Pero en lugar de hacerlo, los dobla con cuidado y los introduce en uno de los múltiples bolsillos de su pantalón. Aunque piense que Eleanora no puede ser quién haya traído a la Agencia hasta el doctor Batista, tampoco confía en los secretos. Un documento codificado llamado “Cero” es señal de que Eleanora los tiene y que sus secretos podrían afectarlos a todos. Solo espera que no sea demasiado tarde.