El hombre del bosque

Capítulo 5

Ash.

Pasaron varios días desde la muerte de Azola. No he visto a Herk desde entonces, de hecho... nadie lo a visto.

La casa huele a podrido ya que Herk no a sacado el cuerpo. Claudia nos contó que unos meses antes de que llegara Georgia murió un chico de catorce años. Sufría de depresión por lo que era muy raro verlo fuera de su cuarto.

Herk trato de ayudarlo al igual que todos, tomaba pastillas contra eso pero nada parecía ayudarle.

Amaneció muerto en su cama dos meses después. Frascos vacíos de medicina estaban sobre su cama y el piso.

Herk hizo lo mismo que con Azola. Le lamió la mano lo cual es como su despedida y aviso de muerto según Claudia, se lo llevó a su cuarto y lo dejo ahí hasta que el olor a podrido era más que insoportable.

Durante ese tiempo nadie lo vio. Dejaba el desayuno listo en la mesa pero él no estaba. Cocinaba sólo cosas rápidas, lo mismo que está haciendo ahora.

Nadie sabe que es lo que hace con el cuerpo, solo lo vieron de nuevo cuando ya lo había enterrado, después de eso todo volvió a ser como antes.

—Yo creo que se come sus extremidades como hace cuando nos salva —expresa Georgia. Está tomando una lata de refresco. Anda en pijamas al igual que todas.

—No —exclama Mary, mirándola mal—. No creo que haga eso, para mí que solo quiere estar con nosotros hasta que ya no puede más. En este caso hasta que no se soporte el olor.

—Yo también, no me entra en la cabeza que haga eso —concuerdo, frunciendo los labios.

—Estoy con ustedes —Claudia nos señaló a Mary y a mi—. No sé cómo puedes pensar eso Georgia.

—Solo digo lo que pienso —se encogió de hombros con indiferencia mientras se terminaba de tomar su refresco. Después se levantó tirándolo en el cesto de basura del baño—. Lo digo porque nadie ve que hace, tampoco vieron el cuerpo del chico —explicó volviendo a sentarse en la cama.

—De todos modos, no creo que sea capaz de eso. Lo podrá hacer con otras personas pero con nosotros... —Mary negó con la cabeza, frunciendo los labios—. No lo creo.

—Ya hablemos de otra cosa, solo de mencionar cadáveres se intensifica el olor —Claudia hizo como si fuera a vomitar. Me reí.

—¿De qué quieren hablar?

—Yo tengo un tema —todas me voltearon a ver—. ¿Saben por qué no podemos cruzar el bosque?

Claudia pareció que dejó de respirar, y trató de ocultar su asombro, mientras que las demás se miraron entre sí, confundidas.

—¿Qué quieres decir? —me preguntó Georgia.

—Sobre la sexta regla. No les parece... ¿misterioso?

—No tiene nada de misterioso —Claudia sonó molesta, miraba un punto invisible en el suelo y su rostro no tenía ninguna expresión—. El bosque tiene animales peligrosos, solo nos protege como siempre.

—Entonces ¿por qué te pones así? No entiendo tu reacción si dices que no es para tanto —giró los ojos Georgia, con burla.

Claudia se acostó en la cama.

—Solo las... —trago saliva—. Él solo quiere protegerlas, por favor, háganme caso... —su rostro cambió de la súplica al cansancio—. Mejor me voy a dormir, ya se me pasó la hora.

Se volteó dándonos la espalda, dejándonos a todas en confusión total.

—No sé qué le pasa a Claudia —dije, susurrando para que no escuchara lo que iba a decir—, pero yo quiero salir y entrar al bosque ¿Quien me acompaña?

—¡¿Estas loca?! —a medio grito de Mary logré taparle la boca, por suerte Claudia no se volteó.

—No grites, susurra —la regañé mientras quitaba mi mano.

— Bueno, pero no pienso ser parte de esto — se cruzó de brazos.

—¿Por qué? ¿Te da miedo? —sonreí.

Mary miró a Georgia buscando apoyo.

—Yo lo siento , pero también me parece muy curioso —me miró con una sonrisa en su rostro—. Yo te acompaño.

Mi emoción aumentó tras esas palabras. Ahora faltaba que iniciáramos un plan, y que ni Herk ni Claudia nos detuvieran.

Especialmente Herk.

—Están locas ¿Y si las matan?

—No nos van a matar ¡Por dios! ¿Puedes calmarte? Lo máximo que debe haber en ese bosque es serpientes y cosas así, no es para tanto —Georgia hizo una seña de que no tenía de que preocuparse.

—Hagan lo que quieran, yo mientras me voy a dormir, ya es muy tarde.

Mire el reloj que marcaba las 2:30 am.

—Demasiado tarde... —al menos no creo que hicimos mucho ruido, ya que Herk no vino.

¿En estos momentos él estará pendiente de quien hace ruido pasada la hora?

—Si quieres mañana hablamos sobre eso —habló Georgia en un bostezo.

—Claro —bostece igual. Esa cosa es contagiosa—. Hasta mañana.

—Hasta mañana.

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1 semana después.

—¿Otra vez papitas? ¿Que no hay otra cosa para almorzar por aquí? —se quejó Georgia cuándo le paso la bolsa. Me senté frente a ella.

—Quéjate con Claudia.

—O mejor con Herk que ya lleva mucho tiempo allá arriba... Puedes agarrar cereal si no quieres papas —sugirió Claudia, sentándose a mi lado.

—¿Que tiene que ver el aquí? Tu puedes hacer el almuerzo y la cena como él. No entiendo por qué solo hace desayuno —rodó los ojos.

—Agradece que al menos nos hace eso, además yo sola no puedo hacerle comida a más de cincuenta personas.

—Te podríamos ayudar entre todos —sugiero mientras abro la bolsa de papas.

—Podrían, pero la cocina... es especial.

—¿En qué sentido?

—En el sentido de que si alguien la usa y no es Herk, puedes olvidarte de que funcione.

¿Cocina mágica o como?

—¿Es mágica?

—Eso creo, porque no encuentro explicación a que nadie la pueda hacer funcionar.

¿Todo aquí es mágico o que?

Pensé unos segundos, quería hacer más preguntas.

—Quieres hacer otra pregunta ¿no? —asentí, Claudia rio—. Te ahorraré una. Sabemos que no funciona ya que cuando el chico murió queríamos cocinar algo.

Asentí lentamente, y antes de que pudiera decir algo más Georgia me interrumpió.

—Eso quiere decir que gracias a Herk y su sentimentalismo nos moriremos comiendo papitas —transformó la bolsa vacía de frituras en una pelota y se la lanzó en la cara a Claudia. Ella logró apartarla antes de que la golpeara pero su rostro expresaba molestia total.



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En el texto hay: suspenso, huerfanos, monstruo

Editado: 07.07.2023

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