El hombre sin rostro

El hombre sin rostro

Desde que escuché la historia del hombre sin rostro, sentí una curiosidad inmensa por saber si era real o solo un invento vano de algún desocupado que quería obtener algo de fama. Pero mientras más pensaba en el tema, más absurdo lo sentí, ya que en pleno siglo XXI, en dónde las redes sociales, el internet y las aplicaciones de streaming estaban en su mejor momento, este tipo de historia sólo sería tomada como algo para llamar la atención, generar likes y ganar algo de fama. Y quizás esa fue la intención de la persona que se atrevió a contarla.

Por mera curiosidad, además de que soy una persona a la que le gusta lo desconocido, como: extraterrestres, fantasmas y demás cosas paranormales. Decidí buscar el vídeo que empezó todo el drama que se armó en internet. Cuando lo encontré, lo reproduje y lo escuché como lo haría con las noticias, sin ninguna emoción de por medio, como si fuera tema de otra persona. De la manera más objetiva posible.

La imagen en la pantalla de mi laptop se mostró borrosa, el hombre en el vídeo no parecía pasar los 50 años, su apariencia era para nada memorable, quizás la única característica que lo diferenciaba de cualquier otra persona común era el color de su rostro que parecía ceniciento y lúgubre, casi enfermizo. Además de sus ojos desorbitados, similares a los de alguien que había perdido la cordura.

—Sé que esto puede ser una locura. Pero, alguien debe creerme ¡Estoy desesperado! ¡Voy a morir! ¡Él me matará! ¡No sé qué hacer! ¡El hombre sin rostro viene por mí!

Esas fueron sus últimas palabras, llenas de desesperación y temor; luego la imagen empezó a parpadear a una velocidad asombrosa como un canal que ha perdido su señal satelital, hasta que se congeló en un cuarto oscuro y desgastado, luego se escucharon pasos.

Uno, dos, tres…

Los conté fueron siete pasos en total. No podía despegar los ojos de la pantalla de mi laptop, incluso contuve la respiración, mi corazón estaba latiendo en mi pecho a ritmo rápido y mis manos se sentían sudorosas; sólo pude respirar de nuevo cuando en la pantalla apareció una silueta negra que al principio era indistinguible, no supe si era hombre, mujer o si incluso era un ser humano.

Pasaron algunos segundos, mi latido errático se había calmado, justo cuando pensaba que el asunto no era para tanto, sucedió algo extraño. Primero la pantalla empezó a parpadear de manera anormal, la silueta que vislumbre poco a poco se iba aclarando mientras que de fondo se escuchaba un leve silbido, el cuál mando un escalofrío a mi espalda.

Sentí un mal presentimiento, por lo que decidí cerrar mi laptop, pensé que solo estaba perdiendo el tiempo.

— Los efectos visuales sin duda alguna eran buenos. Pero, vamos, los fantasmas no existen, mucho menos los espectros. Las personas son tan ingenuas, creen todo lo que hay en internet.

Tras decir esto, me llevé una mano al pecho, luego me dirigí al baño con la intención de mojar mi rostro para aclarar mi mente.

Después de lavarme la cara busqué una toalla para secarla, mientras lo hacía, las luces del baño empezaron a parpadear de forma errática. Ni siquiera me inmute porque era algo normal. Sin embargo, en cuanto un leve silbido se empezó a escuchar, miré alrededor con atención. Mis manos empezaron a sudar, mi corazón a latir como un tambor. Tum, tum, tum. Trague saliva mientras me decía a mi mismo que quizás oí mal. Pero en cuanto escuché el sonido de pasos, no me pude seguir engañando. Después de todo, vivía solo en este departamento. Y recuerdo haber cerrado todas las puertas. Por lo que está situación me estaba poniendo los pelos de punta.

— ¡¿Qué diablos?! — dije aterrado mientras buscaba algo con lo que defenderme.

En el momento exacto en el que recogí mi cepillo de dientes que iba a utilizar como arma, fue ahí que pude contemplar mi reflejo en el espejo. Mi corazón perdió un latido mientras llevaba mis manos hacia dónde debían estar mis ojos, mi corazón empezó a latir rápido cuando llevé mis manos hacia donde se supone que debía estar mi boca.

¡No tenía ojos! ¡No tenía boca! ¡No tenía rostro!




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