El homicidio perfecto

Capitulo I: moras

Hace 16 años atrás.

Era un día precioso en Villehound. Es muy raro tener un día soleado en un pueblo como este, así que, ya que había sol, los pueblerinos aprovechan la oportunidad de salir a darse un baño en el río, ir a hacer un picnic en el parque o simplemente sentarse a tomar sol en los patios de sus casas.

Sin embargo, por muy hermoso que pueda estar el día, siempre hay que ser precavido con lo que pueda pasar en la calle; no debes confiar en nadie. La casa Jones era una casa de dos niveles, con cinco habitaciones y una escalera cubierta con una alfombra hermosa. Al pie de ella se podían escuchar los llamados que hacía la pequeña Samara a su madre para que la llevara a parque. Con tan solo cuatro años de edad, ya estaba vestida con sus botas rojas, con un vestido negro y su hermoso cabello pelirrojo amarrado en una trenza, estaba lista para ir a jugar al parque y conocer más gente. Sus hermanos Antony y Jason, de 6 y 7 años de edad, ya estaban en el parque, con su padre Alex Jones, jugando futbol con sus compañeros de clase y amigos de la calle. Samara, no por ser una niña pequeña, le costaba hacer amigos; la gente la rechazaba, pero aun así ella quería seguir conociendo gente hasta encontrar a alguien que de verdad la apreciara… y esa persona iba a llegar.

Cuando se hicieron las 2 de la tarde, la señora Alice O’ Connor, mamá de los hermanos Jones, estaba vestida con una braga de jean y unos zapatos deportivos con su cabello amarrado en una “cola de caballo”. Ella no salía mucho; al ser una detective, conocía los peligros que rondan el pueblo y le daba miedo que a alguno de sus hijos les pasara algo, sobre todo a la pequeña Samara, ya que el tráfico infantil en la ciudad donde ella trabaja había aumentado un 20%. Decidida a complacer a su hija, la lleva al parque caminando para que Samara disfrute del sol en su cara. Alice veía a su hija y quedaba fascinada, era como ver a un ángel, tenía la tez blanca, los ojos verdes y el cabello pelirrojo. Sin embargo, sus otros dos hijos tenían la piel blanca como la leche, unos ojos miel que llamaban la atención a cualquiera que los veía y unos cabellos color azabache.

Al terminar el paseo de camino al parque, la señora O’ Connor pudo identificar a su esposo sentado en una banca hablando con el profesor Harrison, uno de los mejores profesores que podía tener la escuela, y al frente de ellos estaban jugando sus dos hijos mayores con un grupo de niños contemporáneos. Antony y Jason eran más sociables, eran unos niños muy inteligentes. Antony practicaba fútbol y Jason practicaba hockey; ambos muy talentosos en sus deportes. Cuando llegan al parque infantil le suelta la mano a Samara y la deja ir a jugar a la caja de arena donde siempre juega sola.

Cuando pasan aproximadamente 15 minutos, llega la señorita Harriet, la niñera local. Tenía 20 años, llegó al pueblo cuando tenía 15 y empezó a trabajar como niñera hasta que creó su propia guardería, con ayuda de muchas voluntarias ha logrado mantener una buena reputación dentro del pueblo. Al ver a Alice sentada decidió acercarse a entablar una conversación con ella.

  • Muy buenas tardes señorita Alice ¿cómo se encuentra? – dijo Harriet con una sonrisa en su rostro.
  • ¡Hola Harriet! Todo muy bien, vinimos a jugar un rato al parque, aprovechando este día soleado ¿y tú? – dijo Alice en forma de saludo. Harriet no era una de sus personas favoritas en el pueblo a pesar de tener una buena reputación.
  • Todo muy bien señora Alice. Me alegra que vengan a pasar un rato al parque. Es necesario que los niños salgan y disfruten con otras personas. Les hace bien en su salud.
  • Tienes razón. Ellos lo necesitan – responde Alice de manera cortante.
  • No es por ser entrometida, pero veo que Samara tiene dificultades para hacer amigos… capaz un tiempo en la guardería le haría bien. Así socializa y hace amigos y no sólo juega y habla con sus amigos imaginarios. Es necesario que los niños a su edad tengan compañía – dice Harriet con un tono de voz que hace que la Alice entre en cólera.

Alice decide entablar una conversación con la veinteañera para hacer respetar a su hija. Por muy introvertida que sea no merece que nadie esté pensando que no tiene amigos o que es rara por jugar sola… sólo tiene dificultades para hacer amigos, no todo el mundo en este pueblo está acostumbrado a las cosas diferentes y su hija es muy diferente al resto. Lo diferente les asusta. Pasan media hora y la discusión toma un rumbo más agresivo, no llegando a lo físico, pero en el momento en el que Alice decide que es hora de irse y dejar esa conversación en el aire se da cuenta que Samara no está en el arenero. En ese mismo instante ella empieza a palidecer y preguntarle a Harriet si había visto a Samara salir de la arena.

Con mucha prisa corre por todo el parque en desespero buscando a Samara. Le pide ayuda a su esposo y a sus hijos, y en menos de cinco minutos ya todo el mundo está buscando a una niña pelirroja por todo el parque; capaz no están acostumbrados a las personas diferentes, pero ella era una niña de cuatro años y respetan mucho a su familia, así que deciden ayudarlos. Empiezan los gritos, la búsqueda y el desespero.

Pasada una hora Alice empieza a pensar lo peor y a lamentarse de haber salido de la casa, de haberse descuidado y de haber dejado que Harriet la distrajera tanto. Siendo una oficial de policía, específicamente detective, ella estaba segura que los criminales atacarían a su familia para herirla, ya que es el modus operandi de la mayoría de las bandas de la ciudad donde ella trabaja y algunas de las pandillas del lado sur del pueblo. Su garganta se va quedando sin voz y la gente empieza a decirle que debería esperarla en la casa por si volvía o estaba allá, pero ella estaba segura de que su hija estaba en el parque, que sería incapaz de irse sola.




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