El hurine contra el dios

Capitulo 4

El sol comenzaba a ocultarse tras los edificios derruidos de Monteblanco cuando Juan revisó su reloj y anunció que ya llevaban tres horas de servicio comunitario. Arnaldo, Pusen y Chort, agotados por la limpieza interminable, se sentaron sobre un montón de escombros para descansar.

"Esto nos va a tomar toda la vida," murmuró Pusen, sacudiéndose el polvo de las manos. "¿Cómo es posible que esta ciudad esté en tan mal estado?"

Chort, sin dejar de observar los alrededores, frunció el ceño. "Más que abandonada, parece... vacía."

Arnaldo, que había estado pensando lo mismo, se giró hacia Juan. "¿Por qué casi no hay gente aquí?"

Juan bajó la mirada por un instante y soltó un suspiro. "Monteblanco no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que era una ciudad como cualquier otra. Con negocios, familias, vida. Pero todo cambió con la llegada de un hombre llamado Damian Vesper."

El tono de Juan se volvió más grave mientras continuaba la historia. Damian Vesper había fundado una funeraria llamada El Umbral Eterno, con la esperanza de convertirla en el negocio más próspero de la ciudad. Sin embargo, las muertes naturales eran pocas y los servicios fúnebres no le generaban el dinero que esperaba.

"Al principio, su plan era simple," explicó Juan. "Matar a unas pocas personas para que sus familiares acudieran a su funeraria. Solo dos o tres, lo suficiente para atraer clientes y establecer una reputación. Pero Damian no se detuvo ahí."

Pusen tragó saliva. "¿Qué quieres decir?"

Juan continuó, su voz apenas un hilo en la penumbra. "Se volvió codicioso. Sediento de poder, comenzó a matar indiscriminadamente. Cada vez más personas morían, y la gente de la ciudad, aterrorizada, buscaba respuestas. Pero aquí es donde todo se puso peor."

Damian tenía un amigo influyente, el Dr. Ravenscroft, quien poseía conocimientos médicos y una habilidad especial para manipular la opinión pública. Ravenscroft convenció a toda la ciudad de que un virus mortal, el SDR-7, se estaba propagando, justificando las muertes como consecuencia de la enfermedad. Nadie sospechaba la verdad, porque todos estaban demasiado asustados para cuestionarla.

El silencio se volvió denso mientras Juan hablaba. "Cuando la mayoría de los habitantes habían sido eliminados, solo quedaban Ravenscroft y Damian. Fue entonces cuando Damian, consumido por su propia locura, apuñaló a Ravenscroft, acabando con la única persona que aún lo acompañaba."

Chort asintió con una expresión fría. "¿Y qué pasó después?"

Juan esbozó una sonrisa amarga. "Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, de que había asesinado a su mejor amigo y estaba completamente solo… se quitó la vida."

La brisa nocturna sopló suavemente entre los edificios en ruinas. Monteblanco nunca se recuperó. Sus calles quedaron vacías, su gente desapareció, y la ciudad quedó marcada por una historia que nadie quería recordar.

Arnaldo, Pusen y Chort intercambiaron miradas. Su servicio comunitario en Monteblanco acababa de volverse mucho más inquietante.




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