El hurine contra el dios

Capitulo 6

Arnaldo y Pusen, todavía envueltos en las sábanas y cubriendo sus partes privadas con el mayor esfuerzo posible, caminaron con paso rápido por los pasillos de la comisaría en busca de Juan. La humillación del robo nocturno los seguía pesando, pero lo más importante era descubrir quién había estado detrás de eso.

Juan estaba sentado en su escritorio, revisando documentos cuando los vio entrar. Al principio, frunció el ceño, pero al notar sus condiciones, parpadeó varias veces antes de soltar un ligero suspiro.

"Mejor ni pregunto," dijo, cerrando los papeles.

"¿Tienes cámaras de seguridad en la habitación donde dormimos?" preguntó Arnaldo, ignorando la incomodidad.

Juan se cruzó de brazos. "No exactamente en la habitación, pero hay algunas en los pasillos y accesos principales. Si alguien entró sin permiso, debe haber quedado registrado."

Sin perder tiempo, Juan los llevó a la sala de vigilancia donde estaban las grabaciones de seguridad. Arnaldo y Pusen miraban fijamente la pantalla, esperando encontrar alguna pista sobre quién había entrado en su cuarto durante la noche.

Juan retrocedió la grabación hasta las horas de madrugada. Al principio, la imagen mostraba pasillos silenciosos, sin movimiento. Luego, cerca de las tres de la mañana, algo apareció.

Una figura oscura, encapuchada y con movimientos calculados, se deslizó por el pasillo y entró en la habitación de Arnaldo y Pusen sin hacer ruido. Unos minutos después, salió llevando consigo la ropa robada.

Juan ajustó la imagen para ver mejor el rostro del intruso, pero la figura usaba una máscara que cubría toda su cara.

"Esto no es un ladrón cualquiera…" murmuró Juan.

Pusen, con los brazos firmemente cruzados sobre su sábana, miró la pantalla con el ceño fruncido. "¿Qué clase de persona roba ropa en mitad de la noche?"

Juan hizo zoom en una marca apenas visible en la ropa del intruso. Un símbolo extraño estaba bordado en el hombro de su chaqueta.

Arnaldo lo reconoció de inmediato. "Ese símbolo… no puede ser…"

Juan dejó escapar un resoplido. "Las Sombras Eternas."

El ambiente en la sala de vigilancia se volvió más tenso. Las Sombras Eternas eran un clan peligroso, conocido por sus experimentos con humanos. Llevaban años operando en la clandestinidad, secuestrando personas para realizar pruebas con sustancias extrañas, modificaciones genéticas e incluso manipulaciones mentales.

"Si nos atacaron, entonces no solo querían nuestra ropa," dijo Arnaldo con seriedad. "Nos están probando. Observando."

Pusen sintió un escalofrío. "¿Y si esto es solo el comienzo?"

Juan apagó la pantalla y miró al grupo. "Si las Sombras Eternas están en Monteblanco, entonces estamos en problemas. Este no es solo un castigo por vandalismo. Algo mucho más grande está ocurriendo aquí."

Arnaldo, Pusen y Juan intercambiaron miradas. Monteblanco era más siniestro de lo que jamás habían imaginado, y ahora estaban envueltos en algo mucho más peligroso de lo que habían previsto.




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