El hurine contra el dios

Capitulo 7

Después de un largo día de trabajo comunitario, el trío había acumulado cinco horas de servicio, con descansos estratégicos para no colapsar de agotamiento. Monteblanco seguía siendo un lugar hostil y misterioso, pero al menos el ritmo de trabajo les permitía mantener cierto control de la situación.

Mientras terminaban su última tarea del día, Pusen soltó un comentario en tono de broma.

"Bueno, ahora tenemos que ponerle contraseña a nuestras correas para no despertar desnudos otra vez."

Arnaldo resopló, cansado, pero divertido. "No te rías, esto es serio."

Chort, que había estado en silencio la mayor parte del tiempo, negó con la cabeza. "Es serio para ustedes. Yo dormí con mi ropa intacta."

Arnaldo y Pusen intercambiaron una mirada antes de asentir. "Sospechoso," dijeron al mismo tiempo.

La risa ligera los distrajo por unos segundos de la incomodidad del día, pero Juan no tardó en recordarles una dura realidad.

"La próxima prenda que pidan les costará dos horas de servicio por traje. Así que mejor cuídenlas bien."

Ese comentario provocó que los tres se fueran a la cama con cierta preocupación. El cansancio era evidente, pero la idea de despertar nuevamente sin ropa los mantenía alerta.

Al acostarse, la inquietud los llevó a conversar. Al principio eran comentarios casuales sobre lo absurdo que era estar ahí, sobre Monteblanco y sus misterios, pero poco a poco la conversación se volvió más personal.

Arnaldo y Pusen hablaban más bajo, con un tono más tranquilo. Pusen se acomodó mejor en la cama y de manera casi inconsciente se giró hacia Arnaldo, como si en esa posición estuviera más cómodo. Arnaldo hizo lo mismo.

Hubo una pausa, un intercambio de miradas sin intención de romper el silencio demasiado rápido. Luego, Pusen sonrió levemente.

"No sé si esto cuenta como la peor experiencia de nuestras vidas o la más extraña," murmuró.

Arnaldo soltó una risa suave. "Bueno, podría ser peor. Podríamos haber despertado sin sábanas también."

Pusen fingió estremecerse. "No lo digas. No quiero que el universo lo escuche."

Arnaldo se quedó mirándolo por unos segundos, todavía sonriendo. La conversación siguió fluyendo, más calmada, más relajada, y sin darse cuenta, el amanecer los sorprendió.




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