El hurine contra el dios

Capitulo 9

La tensión en la oficina alcanzó su punto máximo cuando Arnaldo, sin pensarlo dos veces, lanzó un puño directamente contra Damian. La ira acumulada por las mentiras y manipulaciones lo llevó a atacar de manera instintiva, buscando una reacción rápida.

Pero antes de que el golpe pudiera conectarse, Damian desapareció en un instante, teletransportándose al otro lado de la habitación. Su expresión cambió por completo. Ya no intentaba esconder nada.

Si juntas una célula de un osmua y un hurine, explota, dijo con calma, como si disfrutara revelar ese conocimiento. Pero si lo haces en sangre, la sangre se vuelve azul y se esparce. Y cualquier parte que toque obtiene habilidades extraordinarias.

Arnaldo sintió un escalofrío. Damian había estado experimentando con esta combinación, algo que nadie en su sano juicio intentaría hacer.

Antes de que pudiera reaccionar, Damian sacó un pequeño frasco de líquido azul de su bolsillo. Sin dudarlo, lo sostuvo en alto, observándolo con una mezcla de orgullo y locura en su mirada.

Esto es la combinación perfecta, murmuró, como si hablara consigo mismo. La unión de lo imposible. La sangre de osmua y hurine.

De un solo movimiento, se lo inyectó directamente en el cuello.

El efecto fue inmediato y aterrador. Su piel se tornó completamente azul, como si su cuerpo entero estuviera invadido por la sustancia. Sus venas se marcaron con una intensidad sobrenatural, brillando con un tono eléctrico. Sus músculos crecieron de manera grotesca, expandiéndose como si su cuerpo ya no tuviera límites físicos.

Arnaldo retrocedió, observando cómo Damian se transformaba ante sus ojos, pero Pusen no lo veía con miedo. Lo veía con furia.

Sin previo aviso, las paredes comenzaron a temblar. Pero Pusen, en lugar de sorprenderse, sonrió ligeramente.

Damian notó el cambio y entrecerró los ojos.

Pusen no se movió, pero la madera del suelo empezó a deformarse como si estuviera viva. Las manos emergieron de la nada, saliendo no de Damian, sino de las paredes, del suelo, del techo.

Arnaldo lo miró con sorpresa. Pusen…

Pusen ignoró la expresión de sorpresa de Arnaldo y empezó a hablar en tono calmado, casi como si estuviera explicando una teoría matemática.

Los hurine no pueden usar el besel, dijo con voz tranquila. Pero los osmua lo dominan perfectamente. Lo descubrí en la cárcel de Luminéxita, en Ciudad Axila, donde tuve tiempo suficiente para entenderlo.

Damian dejó de sonreír. ¿Cómo es posible?

Pusen siguió explicando mientras sus manos emergían de diferentes puntos de la oficina.

El besel no es solo una extensión de nuestro cuerpo. Es una fuerza que podemos proyectar en cualquier superficie. Los hurine jamás podrán manipularlo, pero los osmua pueden hacerlo sin esfuerzo.

Las manos que había creado se abalanzaron sobre Damian, intentando atraparlo por el cuello, por los brazos, por cualquier parte de su cuerpo.

Era un ataque devastador. Intentaba matarlo.

Damian logró esquivar los primeros golpes, pero las manos seguían apareciendo sin control. Cada rincón de la oficina se convirtió en un arma.

La mirada de Pusen era fría, enfocada. Su cuerpo temblaba por la cantidad de energía que estaba usando, pero no pensaba detenerse.

Las manos se movían con precisión letal. Damian ahora estaba en desventaja.

La batalla se había convertido en una lucha entre el pasado y el presente. Damian, con toda su experiencia y manipulación, contra Pusen, el único osmua conocido hasta el momento.

Las paredes seguían vibrando, las manos seguían atacando y en cuestión de segundos, uno de los dos iba a caer.




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