El hurine contra el dios

Capitulo 12

La noche en Monteblanco era pesada y silenciosa. Un viento frío recorría las calles desiertas mientras el trío avanzaba con cautela hacia la guarida del clan de las Sombras Eternas. Chort caminaba con pasos firmes, su cuerpo envuelto en la ropa de Damian, con su rostro alterado para parecerse a él. Bajo esas capas, escondidos en la estructura de la vestimenta, Arnaldo y Pusen trataban de mantenerse quietos.

Cada movimiento era peligroso. Si los descubrían, el plan se vendría abajo.

El túnel que llevaba a la guarida estaba flanqueado por estatuas antiguas, figuras con formas humanas deformadas y símbolos grabados en piedra. El lugar respiraba peligro.

Chort, manteniendo la postura de Damian, inclinó levemente la cabeza cuando dos guardias se acercaron.

¿Se retrasó su llegada? preguntó uno de los hombres.

Chort adoptó un tono seco y autoritario.

Tuve problemas en la comisaría. Hubo interferencias, pero ya todo está bajo control.

Los guardias se miraron entre sí, pero no dudaron demasiado. Nadie cuestionaba a Damian.

Uno de ellos asintió y dio un paso al costado, dejando vía libre para que entrara a la guarida.

Arnaldo y Pusen, aún ocultos dentro de la ropa, intentaron escuchar lo que sucedía afuera, pero la presión de estar escondidos hacía que sus sentidos estuvieran completamente enfocados en el más mínimo movimiento de Chort.

La entrada a la guarida era un pasillo estrecho, con antorchas iluminando en tonos rojizos las paredes de piedra. Chort avanzó con calma, pero justo cuando dobló una esquina, tropezó ligeramente con el desnivel del suelo.

El movimiento brusco sacudió la ropa que cubría a Arnaldo y Pusen, y, por accidente, sus labios se rozaron.

La sensación fue inmediata. Un calor inesperado recorrió a ambos. Los ojos de Arnaldo se abrieron de golpe.

Pusen, que también sintió el contacto, se quedó completamente inmóvil por un segundo demasiado largo.

Ambos se sonrojaron, sin saber cómo reaccionar. Era un accidente.

Pero ninguno de los dos pudo ignorar lo que acababa de pasar.

Chort, ajeno a la situación, continuó avanzando sin notar el momento incómodo entre los dos.

Arnaldo intentó recomponerse, desviando la mirada, pero podía sentir la presencia de Pusen demasiado cerca. Demasiado consciente de lo que acababa de ocurrir.

Pusen respiró profundo, tratando de recuperar la calma.

No podían distraerse. Estaban dentro de la guarida de las Sombras Eternas. Cualquier distracción podría costarles la vida.

Pero, en el fondo, ambos sabían que ese pequeño instante había cambiado algo.

Y que, una vez salieran de allí, tendrían que enfrentarlo.




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