El viaje en el carro de Carlos Andrés era tenso. Los tres iban en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos sobre lo que acababan de descubrir en Monteblanco. Las imágenes que habían tomado eran prueba suficiente para exponer el horror del clan de las Sombras Eternas, pero la pregunta más importante aún rondaba en sus mentes. ¿Realmente lograrían hacer justicia
Fue Chort quien rompió el silencio primero.
Recibí un mensaje telepático, dijo con voz tranquila. Están buscando un nuevo diablo.
Arnaldo y Pusen lo miraron de inmediato.
Qué, preguntó Pusen, con una mezcla de sorpresa y preocupación.
Sí. Y como soy el hijo del diablo, pensé que quizás podían elegirme a mí, continuó Chort, sin demasiada emoción en su voz.
Arnaldo frunció el ceño.
Eso no puede pasar ahora. Te necesitamos demasiado.
Pusen asintió.
Si te vas en este momento, todo se complicará.
Chort los escuchó, pero su decisión ya estaba tomada.
Este es mi destino. Es lo que debo hacer.
Arnaldo apretó los dientes.
No. No es tan sencillo.
Pero Chort tenía muy claro lo que debía hacer. Su conexión con el mundo espiritual era más fuerte que nunca, y aunque entendía la importancia de su papel en el grupo, sabía que su verdadero propósito lo llamaba a otro lugar.
Finalmente, tras un intercambio de palabras y argumentos, Chort logró convencerlos de que su decisión era la correcta.
Sin decir nada más, se bajó del carro y se fue.
Arnaldo y Pusen se quedaron unos segundos en completo silencio. Chort se había ido.
Pero ellos aún tenían una misión que completar.
Conducieron hasta la comisaría más cercana y, en cuanto llegaron, entraron sin perder tiempo. Necesitaban que las fotos que tomaron fueran vistas por la autoridad.
Con el dispositivo en manos, se pararon frente a los oficiales y les mostraron todas las imágenes del laboratorio de Monteblanco. Cada foto era una prueba clara del horror que ocurría en ese lugar.
Uno de los policías, con el ceño fruncido, les hizo la pregunta inevitable.
Dónde está este lugar
Arnaldo y Pusen intercambiaron una mirada antes de responder.
Monteblanco.
El ambiente en la comisaría cambió de inmediato. Los oficiales parecieron ponerse tensos.
El policía que había hecho la pregunta negó con la cabeza.
No podemos intervenir en Monteblanco. El SDR-7 puede seguir vivo.
Arnaldo sintió cómo la rabia le subía al rostro.
No pueden ignorar esto solo por miedo.
Pusen, con más calma, decidió explicarles todo lo que habían descubierto sobre Damian. La verdad sobre la enfermedad, los experimentos, la manipulación del clan de las Sombras Eternas.
Los oficiales escucharon sin interrumpir, pero en sus rostros aún había resistencia. Monteblanco seguía siendo un lugar prohibido, un lugar al que no querían mirar demasiado.
Arnaldo y Pusen sabían que convencerlos no sería fácil. Pero no podían permitir que la verdad se quedara oculta.
Fuera de la comisaría, la ciudad seguía en calma. Pero ellos sabían que estaban en medio de un conflicto que estaba a punto de explotar.
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Editado: 05.06.2025