Ya había pasado cinco días de estancia en el lugar, y el ambiente se había vuelto cada vez más tenso y complicado. Aquella mañana, Chort regresó con una expresión preocupada en el rostro. Explicó sin rodeos que él no había logrado ganar la batalla por el título de diablo, sino que el triunfo se lo había llevado Carlos Andrés, quien ahora mostraba una extraña piel de tono azul. Chort dijo que le parecía muy raro ese cambio y agregó que tenía la sensación de que Carlos Andrés estaba destinado a formar una secta para acabar con Arnaldo y Pusen. Aunque esa idea alarmaba, Chort también señaló que crear una secta de ese tipo no se hace de la noche a la mañana.
Arnaldo y Pusen escucharon atento la noticia, pero sin titubear le recordaron a Chort que aún les quedaban solo dos horas de servicio comunitario por cumplir. A pesar de la preocupación y las dudas, ellos terminaron esas dos horas de su castigo sin mayores problemas. Con ese último tramo completado, se disponían a abandonar el lugar, con la esperanza de dejar atrás todas aquellas penurias.
Antes de partir, Arnaldo se acercó a un señor en la calle y le preguntó si sabía dónde se encontraba un sitio llamado Arcana. El hombre, que parecía conocer la zona, les explicó que Arcana quedaba muy lejos y que llegar allí a pie o sin un medio de transporte adecuado era casi imposible. Sin embargo, les habló de un aparato llamado vectorios, el cual permitía, introduciendo las coordenadas exactas, calcular la mejor ruta para llegar al destino deseado e incluso ayudar a transportarse. El hombre se tomó un momento para explicarles lo sencillo que era usar el dispositivo y que muchas personas lo empleaban para alcanzar lugares remotos.
Tras escuchar atentamente, el hombre les dio las coordenadas exactas de Arcana: 28.479281, -81.468521. Fue un momento decisivo para los dos, pues con esa información se abría la posibilidad de llegar a un sitio que, según había leído Arnaldo en la biblioteca de la cárcel de Luminexita en la ciudad Axila, guardaba el secreto del poder de los hurine. Durante esos días de estudio, Arnaldo había descubierto que Arcana era mencionado en textos antiguos y en algunos documentos olvidados, donde se hablaba de un poder latente, una fuerza secreta que solo se podía despertar en ciertos hurine con el conocimiento adecuado. Esa lectura lo había llenado de esperanza y la idea de descubrir su propio poder se había almacenado en lo más profundo de su mente.
Revisando sus recursos, se dieron cuenta de que aún contaban con 50 aurums, la moneda de aquella región. Con ese dinero, no dudaron en comprar el dispositivo vectorios, al ver que era la herramienta perfecta para llegar a Arcana sin complicaciones. La máquina era sencilla y robusta a la vez; bastaba con ingresar las coordenadas y el aparato les mostraría la ruta a seguir. El momento en que se hizo efectiva la compra se sintió casi como un punto de quiebre en sus vidas.
Mientras sostenían el vectorios en sus manos, Arnaldo miraba fijamente el dispositivo recordando cada palabra que había leído en aquella antigua biblioteca. Esos documentos hablaban de secretos escondidos en Arcana, de energías ancestrales esperando ser descubiertas por quien tuviera el valor y la sabiduría para desentrañarlas. Esa promesa de poder y de conocimiento era algo a lo que Arnaldo había anhelado desde hacía mucho tiempo. Aunque sabía que el camino, además, estaría lleno de desafíos, la idea de descubrir ese poder secreto como hurine le resultaba irresistible.
Pusen, por su parte, compartía con Arnaldo aquella mezcla de cansancio y determinación. El haber pasado por tantas dificultades –desde enfrentamientos contra peligrosos enemigos hasta horas de servicio comunitario– le había dejado claro que nadie podía impedir que uno siguiera sus propios sueños. Juntos, se sintieron impulsados a tomar el camino que les llevaría a Arcana, convencidos de que el dispositivo vectorios sería la clave para alcanzar ese destino y descubrir lo que les deparaba el futuro.
El vectorios, recién adquirido y brillando modesto en sus manos, simbolizaba no solo un aparato tecnológico, sino la esperanza de un nuevo comienzo. Con cada paso que daban hacia el punto de partida de su viaje, podían imaginar la posibilidad de encontrar la calma, la verdad y el poder que tanto buscaban. La promesa de Arcana se convertía en una brújula interna, guiándoles hacia un futuro en el que los errores del pasado podrían, por fin, dejar de perseguirlos.
El capítulo termina en ese momento crucial, cuando la compra del vectorios marca el inicio de una nueva travesía. Arnaldo, con sus ojos llenos de determinación, ya anhelaba viajar a Arcana, no solo por la curiosidad o la emoción del cambio, sino para descubrir ese poder secreto del hurine que había estudiado en la biblioteca de Luminexita. La decisión estaba tomada; su camino hacia Arcana comenzaba, y con él, la posibilidad de transformar su vida para siempre.
no era una batalla, era un votacion para poner un nuevo diablo
Capítulo 17: Camino hacia Arcana
Ya habían pasado cinco días en aquel lugar y el ambiente se había vuelto cada vez más tenso. Aquella mañana, Chort regresó con el rostro preocupado y explicó, sin rodeos, que en la votación para elegir al nuevo diablo no fue él quien resultó escogido, sino que el triunfo se lo había llevado Carlos Andrés. Lo que más llamó la atención de Chort fue que, tras la votación, Carlos Andrés apareció con la piel teñida de un azul inusual, algo que a él le pareció muy extraño. Según explicó, en la asamblea de la comunidad se realizó una votación para nombrar al nuevo diablo, y el resultado favoreció a Carlos Andrés. Además, Chort comentó de manera inquieta que tenía el presentimiento de que esta elección podría ser el inicio de algo mayor; que quizás Carlos Andrés, con su piel azul y todo lo que eso implicaba, tenía la intención de formar una secta destinada a acabar con Arnaldo y Pusen. Sin embargo, enfatizó que la formación de una secta de esa naturaleza no se da de la noche a la mañana.
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Editado: 05.06.2025