El hurine contra el dios

Capitulo 18

Durante quince largos días, los amigos recorrieron las carreteras a bordo del carro que le habían robado a Carlos Andrés. Sin dinero para pagar un hotel, se detenían en el parqueadero para dormir y recargar gasolina, haciendo del vehículo tanto su medio de transporte como su refugio. Con cada descanso, entre el murmullo del motor y la quietud de la noche, la esperanza de llegar a Arcana se mezclaba con el cansancio acumulado y la incertidumbre del camino.

Al principio, pensaron que podrían alcanzar Arcana conduciendo sin mayores problemas, pero pronto se encontraron con un obstáculo inesperado: la carretera terminó abruptamente junto a un extenso mar. La inmensidad del agua se extendía hasta donde alcanzaba la vista, y comprendieron que no habría forma de cruzarla en auto. Con el corazón encogido y la determinación apretada en el pecho, se dieron cuenta de que su viaje tendría que continuar de una manera completamente distinta a la que habían imaginado.

Ante la necesidad imperiosa de continuar, los amigos decidieron buscar un puerto cercano. Su objetivo era encontrar una forma de pasar desapercibidos en medio de la gran cantidad de personas que transitaban por el lugar. Caminando por las calles y observando cuidadosamente, descubrieron un puerto donde de manera casi accidental se podía ver una amplia flota de yates lujosos. Entre ellos, uno en particular captó su atención: era un yate de apariencia imponente y opulenta riqueza, tan costoso que se decía que una única entrada para abordarlo equivaldría a casi un año de sueldo. Aunque sabían que no tenían dinero suficiente para pagar ese lujo, la idea de subir a bordo y aprovechar la confusión general se volvió su única esperanza.

La solución, tan arriesgada como osada, fue lanzarse al mar. Sin dejarse vencer por el miedo, decidieron aprovechar la oscuridad de la noche y la agitación del puerto. Con una determinación casi desesperada, se tiraron al agua salada y helada, con la intención de alcanzar el yate sin ser notados. Una vez en el agua, comenzaron a escalar la estructura del yate, utilizando cada contenedor y cada barandilla que les ofrecía algún punto de apoyo. El frío, la adrenalina y el constante latido acelerado de sus corazones los impulsaban a seguir adelante, conscientes de que cada segundo era crucial para su libertad.

Con gran esfuerzo y nervios al límite, lograron subir a bordo del yate sin ser detectados por el personal de seguridad. Una vez dentro, se dispusieron a ocultarse en los rincones menos visibles de la embarcación, intentando pasar desapercibidos en un lugar tan lujoso y lleno de gente adinerada. El ambiente a bordo era totalmente distinto al mundo al que estaban acostumbrados; allí se respiraba el aire de la opulencia y el despreocupado lujo, pero ellos se encontraban en medio de todo, luchando por continuar su viaje hacia Arcana.

El trayecto en el yate se prolongó durante cinco días enteros en medio del mar. Durante ese tiempo, mientras el océano y las noches se sucedían de manera interminable, los amigos se mantuvieron alertas y en silencio, observando sin ser vistos y aprovechando cada instante para planear la siguiente etapa de su viaje. La rutina a bordo no era cómoda, pero resultaba indispensable para no ser descubiertos. Pasaron los días entre momentos de tensión y breves instantes de calma, en los que la inmensidad del océano parecía ofrecerles tanto peligro como la posibilidad de un nuevo comienzo. Finalmente, después de cinco días de viaje, el yate atracó en un puerto que parecía ser el punto de partida del siguiente tramo del camino a Arcana.

Sin embargo, la esperanza se vio amenazada cuando, al preparar su descenso, los amigos se encontraron con un imprevisto. En el puerto había guardias que vigilaban estrictamente quien dejaba el yate. Para poder abandonar la embarcación y continuar su camino, era necesario poseer una “manilla”, un dispositivo que solo entregaban a quienes pagaban por el pase de salida. Esta manilla era el único medio para identificar a los pasajeros autorizados, y sin ella, cualquier intento de desembarcar era considerado una violación de la seguridad del puerto.

Con la urgencia marcando cada uno de sus movimientos, Arnaldo y Pusen decidieron intentar pasar corriendo por la revisión de la manilla. Esperaban poder aprovechar la confusión y el bullicio del puerto para evadir a los guardias. Sin embargo, justo en el momento crucial, un guardia los detuvo. Al ver que ambos no portaban la manilla, el funcionario se negó a dejarlos continuar y, siguiendo el protocolo establecido, los devolvió al punto de partida del yate. Esa acción era ineludible, y las consecuencias no tardarían en manifestarse de manera severa.

El castigo impuesto fue drástico. Al no tener la manilla, la infracción fue considerada muy grave. Las autoridades determinaron que el intento de burlar la seguridad del puerto merecía un castigo ejemplar. Como resultado, Arnaldo fue condenado a dos años en la cárcel de Luminexita, un penal especialmente diseñado para anular los poderes de hurine, mientras que Pusen recibió sentencia en la cárcel de Umbraforita, que se encarga de neutralizar los poderes de osmua. Se explicaba que ambas prisiones eran independientes y se mantenían separadas, ya que si se juntaban los prisioneros de Luminexita y Umbraforita, la combinación de sus poderes podría provocar consecuencias extremadamente peligrosas. La injusticia del sistema se evidenciaba, pero era la única manera que las autoridades encontraron para neutralizar las capacidades especiales de ambos.

Afortunadamente, en medio de la severidad del castigo, aparecieron atenuantes. Debido a todo lo que habían hecho en colaboración con la policía en situaciones anteriores, el juez encargado de su caso decidió reducir las sentencias. En lugar de cumplir dos años, tanto Arnaldo como Pusen verían su condena rebajada a un solo año en sus respectivas cárceles. Aunque el impuesto seguía siendo un duro golpe a sus sueños y a la posibilidad de seguir luchando por un futuro mejor, esa reducción representó, al menos, un rayo de esperanza en medio de la adversidad.




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