El Idiota, el Odio y yo

Prólogo


Quién diría que a mis 16 años de edad volvería a estar viajando rumbo a mi hogar...

Volvería a mi hogar del cual estuve ausente por casi seis años, ya que sufría demasiado al recordarla. Por esa misma razón fue que estuve viviendo con mis abuelos en su país natal; Buenos Aires, Argentina, para tener tiempo de madurar y que al poner un pie dentro de mi casa no me doliera, sino que más bien me alegrara por saber que parte de ella aún seguía con nosotros.

Mi padre me envió con mis abuelos paternos cuando tenía la edad de 10 años, por la razón de que no me alimentaba y no dejaba de llorar en un rincón al igual que un ovillo encerrada en mi habitación. Incluso una vez, segada de tanto dolor, traté de hacerme daño a mí misma cortándome en los brazos, pero él llegó justo a tiempo y fue ahí cuando decidió que no podía seguir de ese modo, que me enviaría a vivir con ellos hasta que fuera más grande y pudiese soportarlo. 

De ese modo fue como supe lidiar con todo, ya no me dolía tanto como antes, pero aún lo hace y estaba segura de que siempre lo hará. La muerte de mamá me afectó más que a todos, nosotras eramos muy unidas e inseparables; hasta ese maldito día... No supe cómo sobrellevar su partida, era tan solo una niña. Además, la muerte de una madre no se supera jamás, o bueno, no al menos para mí.

Me dolía el dejar a mis amados abuelos y también a mis queridos amigos, pero decidí que ya era tiempo de afrontar la realidad y seguir con mi vida. De seguir hacia adelante y no vivir más en el pasado que alguna vez me atormentó a horrores. Siempre la tendría presente en mi mente y corazón con buenos recuerdos de nosotras dos riendo juntas.

Durante todo el tiempo que estuve en Argentina me sirvió mucho para reflexionar y estar un poco más, "desconectada", ya que no tenía Wi-Fi en donde vivía porque mis abuelos lo consideraban completamente innecesario e inservible para sus vidas; y también para madurar, supongo. Vivir con ellos en su enorme casa quinta fue fantástico, todos los fines de semana me levantaba temprano y salía a cabalgar en Milo, mi amado caballo blanco al que por supuesto también voy a extrañar.

Extrañaré todo lo vivido que se había convertido más que en una rutina para mí, pero estaba feliz de regresar a mi precioso país. Feliz y emocionada de volver a ver a mis viejas amigas y a dos de las personas que más amo en este mundo. Mi amado padre y mi estúpido, pero a la vez preciado hermano mayor.

Señores pasajeros, me complace informarles que hemos llegado a destino; la ciudad de, New York... —dijo la azafata a través del radio con voz formal. Luego informó sobre el clima, que al parecer estaría soleado y con una temperatura bastante agradable. Un día muy bonito a decir verdad.

Giré mi cabeza hacia la derecha, donde se encontraba mi ventanilla, y sonreí de oreja a oreja al ver los gigantescos edificios de la hermosa ciudad en la que nací y que me vio crecer durante una gran parte de mi infancia.




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