El infierno también abraza

Capítulo 7: No vas a separarla de mi

"La violencia no empieza con los golpes, empieza con el control"

La casa de Asia siempre ha sido mi refugio.
Desde que éramos niñas, era el lugar donde todo lo feo del mundo se apagaba. Pero esa noche, aunque la luz del comedor estaba encendida y su mamá cocinaba algo dulce, yo me sentía rodeada de sombra.

Nos sentamos en el piso de su habitación con una manta sobre las piernas, ella tenía una libreta y un bolígrafo y yo no dejaba de mirar el teléfono.

Primero tenemos que pensar en cómo cortar el vínculo — dijo Asia — Y no hablo de un mensaje de “no quiero verte más”, tiene que ser algo definitivo, legal si es posible.

¿Una orden de restricción?

Es lo ideal, pero para eso necesitamos pruebas. ¿Tenés los mensajes?¿Los audios?— Asentí.

— Sí, guardé todo. Incluso los del día que me dijo que si lo dejaba, se mataba. Y el que me mandó ayer, cuando habló como si fuera un psicópata.

— Perfecto, después necesitamos que alguien mayor lo sepa ¿Una profesora de la facultad? ¿Algún adulto que te escuche?

—No puedo contarle a mis padres, sabés cómo son. Mi papá ni me mira si no es para controlar algo y mi mamá… no sé. Ella vive en una burbuja de apariencias, si le cuento esto, va a pensar que estoy exagerando.

— ¿Y tu hermana mayor?

Lo pensé. Ella era la más comprensiva, pero también vivía lejos, en otra ciudad.

—Podría llamarla — Asia escribió.

—Bien, último paso: protegerte físicamente, no podés estar sola por ahora. ¿Querés venirte a dormir conmigo estos días?

—Sí, pero tu familia no tiene problema…

—Iris, mi familia es tu familia, vos me salvaste muchas veces, ahora es mi turno.

Le sonreí con lágrimas en los ojos, quería abrazarla, quería decirle cuánto la necesitaba.

Pero entonces sonó mi teléfono.

Juan.

Me congelé. Asia se acercó y me arrebató el celular.

No lo atiendas —dijo firme.

Pero ya había un mensaje.

“Sé lo que estás haciendo, no vas a separarla de mí, si le llenás la cabeza, te juro que te vas a arrepentir, Asia. Esto es entre ella y yo.”

Sentí un nudo en el estómago.

— No… no puede ser…

Asia se levantó y cerró la persiana. Tomó su celular y escribió algo a su hermano mayor, luego volvió a mí.

— Iris, está obsesionado y ahora me tiene en la mira.

— Yo nunca quise que te metieras en esto…

—Escúchame bien — me interrumpió — Yo ya estuve en silencio mucho tiempo, sabés que cuando era chica… no me defendió nadie. No quiero que te pase lo mismo, si tengo que ponerme entre ustedes, lo voy a hacer.

—¿Y si te hace algo?

—Va a tener que pasar por muchos para tocarme, no estoy sola y vos tampoco.

A la madrugada, el hermano mayor de Asia llegó a la casa. Era grandote, de voz grave, con una mirada que te daba seguridad, ella le contó todo él la escuchó sin interrumpirla.

— Vamos a hacer la denuncia mañana mismo —dijo— No vas a estar sola ni un segundo.

— Pero no me ha tocado — dije — Solo escribe, amenaza. ¿Eso basta?

—Con la prueba escrita, sí y si alguien atenta contra vos o contra Asia, hay antecedentes. Vamos a la comisaría especializada en violencia familiar yo los acompaño.

Esa noche, no dormí.

Recuerdo la vez que mi primer novio me dijo “sos mía” en tono de chiste, y yo me reí.
Recuerdo cuando empecé a normalizar los celos.
Recordé cómo me convencí de que eso era amor.
Y ahora, me encontraba escondida en la habitación de mi mejor amiga, temiendo por su vida más que por la mía.

Y sin embargo, una parte de mí — muy adentro — se sentía por fin en paz. Como si estuviera saliendo del pantano, aunque me costara cada paso.

*****

Al día siguiente, hicimos la denuncia.

El oficial nos escuchó con seriedad, nos pidió los mensajes, me temblaban las manos, pero no me acobarde.
Salimos de la comisaría con un papel: constancia de exposición (se entrega a una persona luego de que ha presentado una declaración ante la policía sobre un hecho o situación)
Era poco, pero era algo.

Y Juan lo supo.

No pasaron ni dos horas cuando mi hermana me llamó:
— ¿Quién es ese Juan? Apareció en la casa gritando, mamá tuvo que llamar al guardia.

Mi corazón se detuvo.

— ¿Está bien? ¿Le hizo algo?

—No, pero papá está furioso, no con él, con vos. Dice que estás haciendo un escándalo innecesario.

Sabía que todo se estaba saliendo de control.
Pero también sabía que cada reacción de él… me confirmaba que yo tenía razón.

Ahora solo quedaba resistir.

Y proteger a Asia.
Porque él estaba más peligroso que nunca.

“No necesitó tocarme para lastimarme, las palabras también golpean”




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