El infierno también abraza

Final 15: Lo que florece después del invierno

"Hay heridas que marcan, pero también hay fuerzas invisibles que curan. Esta es la historia de cómo, después del invierno, florece la vida."

Cinco años después

El viento de otoño agitaba las hojas caídas en la vereda, el sol apenas tocaba los rostros de quienes entraban al auditorio con pasos suaves, algunos con nervios, otros con lágrimas ya contenidas.

Asia subió al escenario con una carpeta en las manos y la mirada alta, se había graduado hacía un año como licenciada en Psicología, y ese día estaba inaugurando oficialmente el Centro de Acompañamiento Emocional “Voces Propias”, el proyecto que ella, Iris, Bruno y Mara habían soñado alguna vez sentados en una cocina llena de heridas frescas.

—Bienvenidos —dijo, con la voz segura— Este lugar nació de las cicatrices, pero también de la decisión de no ser definidas por ellas.

Bruno estaba entre el público, con un cuaderno de anotaciones, ahora trabajaba como psicólogo clínico y también daba clases en la universidad. Había escrito un libro aclamado por su mirada humana sobre el trauma y la resiliencia. Su mirada se cruzó con la de Iris, y le sonrió como si el tiempo nunca hubiese pasado.

En la primera fila, Iris sostenía una carpeta con informes. Era gerente de proyectos en una ONG que brinda becas a mujeres en situación de violencia. Se había recibido con honores en Administración y ahora usaba todo lo que sabía para crear oportunidades reales para otras. Su vida amorosa había tenido tropiezos, pero hoy comparte una relación estable, sana y amorosa con Bruno, alguien que jamás la silenciará.

Asia, por su parte, había encontrado también un espacio de paz y compañía, tenía una pareja que la acompañaba con respeto y cuidado, un apoyo constante en su camino hacia la sanación y la esperanza.

Mara llegó unos minutos después, elegante, con una pequeña niña de la mano. Había dejado atrás el apellido Fernández y los fantasmas del pasado. Daba charlas sobre abuso intrafamiliar y, sobre todo, había aprendido a perdonarse a sí misma.

Asia continuó:

— Hoy inauguramos un espacio donde el miedo no tiene lugar. Donde nadie está solo y donde la historia de cada uno es válida, sin importar en qué punto del camino esté.

Unos aplausos tenue y emocionados recorrió el auditorio.
Bruno lloró, Iris también.
La niña de Mara aplaudió sin saber muy bien por qué.

Después del evento, todos se reunieron en un pequeño café.

—¿Se acuerdan? —dijo Iris, mirando alrededor— Todo lo que vivimos parecía imposible de atravesar.

—Lo fue —dijo Asia— Pero no estábamos solas.

Bruno tomó la palabra.

—Y eso fue lo que nos salvó.

—¿Y ahora qué? —preguntó Mara, con una sonrisa.

—Ahora, seguimos —respondió Asia— Porque la vida no se detiene, porque el dolor no desaparece, pero cambia. Y porque sobrevivir fue el comienzo. Vivir es el resto del camino.

Esa noche, cada uno volvió a su casa.
Bruno acomodó sus libros, encendió una vela y se sirvió una copa de vino. Más tarde, se acostó junto a Iris, abrazándola por la cintura, Iris lo abrazó más fuerte y sentía que ese era su verdadero refugio, en el lugar que podría sentirse segura.
Mara leyó un cuento a su hija, que ya no temía a los monstruos, porque su mamá los había vencido.
Asia, sentada junto a su pareja, contemplaba el jardín que poco a poco florecía en su vida. Por primera vez en mucho tiempo, sentía la calma de poder respirar sin miedo, con la mano que ahora la sostenía como un refugio seguro.

Al final del día, escribió una sola frase en su cuaderno:
“Seguimos vivos. Y eso es nuestro triunfo.”

"No importa cuántas veces el dolor nos quiebre, lo que importa es que seguimos eligiendo la vida, una y otra vez, hasta que la esperanza se convierte en nuestro hogar."

Fin🌷




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