El Inicio de la Frogeth

CAPITULO 1

Capitulo 1. Nett

Vida algo bello ¿No lo creen? algo divino para un ser viviente, como una señora, una señora pálida con alas grises, ojos oscuros, venas alrededor de ellos, una corona de espadas apunte agudas alrededor de su cabello oscuro, sus manos encadenadas por pesadas cadenas al igual que sus pies, tal vez grita, tal vez llora no lo sé.

No he podido oírla solo la escucho decir mi nombre y el de alguien más "¿Quién es usted?", trato de preguntarle, pero no hay respuesta solo gritos.

Una copa, una copa de cristal con toques lineales dorados en un estante de madera cincelado.

¿Qué es ese objeto?

No lo sé, cada que intento acercarme a él. Ella crea que en cualquier momento mis oídos les salga sangre y despierte. La apodé el ángel caído, porque en una ocasión la vi con alas. Pero no la reconozco, solo la veo cada noche. Cada que duermo.

La voz de mi abuela crea que me despierte de un susto. Esa mujer siempre aparece en mis sueños, pero no le doy importancia hasta ahora, desde los doce me asecha cada mes, cada semana.

Cuando les dije a mis abuelos me tomaron como loca y desde ese entonces no volvía hablarle al respecto.

Jamás he tenido una buena amistad con mi abuela y tío, creo que me detestan, tanto así que me hicieron dormir en la cochera mi abuelo intento impedirlo, pero yo al final acepte. No me agradaba la idea de que pelearan por mí.

A los once empecé a ganarme la vida por mí misma, volviéndome independiente a una temprana edad. Vendiendo mis dibujos hechos con diferentes pinturas. No sé cómo empecé, pero me encanta dibujar me separa del mundo al igual que la música, eran lo que me hacían sentir en paz.

Gano dinero cada día gracias a eso. Pude comprarme un teléfono y una computadora para no estar estresadas con las cosas del colegio, que de hecho apenas iba en el primer año en la preparatoria, lo sé qué loco.

Pero qué más da, en unos meses será mi cumpleaños número dieciséis y si reprobé un año cuando iba en primaria, ese siempre me lo repite mi abuela.

Cada que tengo una calificación baja. Además de que hablo francés y alemán debido a que mis abuelos hablan francés. Mi abuela nació en alguna parte del continente americano, y mi abuelo en Francia.

Se mudaron luego de haberse enamorado, llegando a Jaskvel, el pueblo donde vivimos actualmente.

Se ubica de lado norte de Luxemburgo, es un pueblo desconocido para muchos hasta para los mismos habitantes de Bélgica. Se hablan tres lenguas: alemán, francés e inglés.

Un fuerte ruido de arriba me desconcentra mirando la primera planta.

Niego y me acerco a mi pequeño armario. Tomando el uniforme escolar

El uniforme escolar era algo simple. Un short falda gris, la camisa blanca con el logo de la escuela a la izquierda, arriba del pecho, dos bolsillos donde se encontraban los pechos y el suéter rojo vino, al igual del moño que tenía en mi cabello castaño, de hecho, jamás me iba con el cabello suelto tenía miedo de que alguien tuviera piojos y me los contagiarían.

¿Por qué?

Porque de chiquita me gustaba, pero me pegaron piojos y desde ese entonces no me lo suelto. Me acomodo mejor el cabello, ajustándolo y me hecho perfume, tomo la pesada mochila y me subo las calcetas, además de tomar otro suéter para calientito.

Subo escaleras, en la cocina se encuentra mi abuela preparándole el desayuno a mi abuelo, mi abuelo en la mesa viendo el periódico. Los dos ya están arreglados como si fueran ya de tarde.

Salgo de la casa sin desayunar y paso al lado de las demás casas pequeñas con autos afueras. Me coloco los audífonos en mis oídos y dejo que la música, me acompañe hasta la escuela.

Veo a los padres salir de sus casas con sus hijos, algunos se despiden otros se suben felices. Me pregunto cómo se sentirá.

Jamás conocí o recuerdo a mis padres, dice mi abuelo que me dejaron con ellos por vacaciones cuando tenía un año y jamás volvieron, odie eso en su momento, pero ahora, ahora solo me pregunto qué se siente tener un padre y madre, una figura paterna.

Tardo unos veinte minutos en llegar a la escuela, donde paso sin que nadie se percate de mi existencia, jamás fue alguien social fue más de que si alguien se acercaba posiblemente podíamos ser amigos, en cambio aquí eso no paso, solo tuvieron una mala imagen mía, cosa que creo soledad y depresión, pero luego me di cuenta de que estar solo no esta tan mal.

Miro la cafetería que está cerrada, pero entro, ahí me topo a Edgar, el señor que se encarga de este lugar. Al verme sonríe.

No es la primera vez que vengo aquí honestamente, este señor ha sido lo más cercano a una figura paternal, ha estado trabajando aquí desde que entre ósea más de tres años, sino mal me equivoco, es el ser más amable y feliz que he conocido.

Se acerca con su uniforme de trabajo. Hasta la mesa donde yo me encuentro. Le doy los buenos días y el responde la misma forma. —Hoy que ¿quiere desayunar? —pregunta y yo hago un a cara pensativa.

—¿Qué tiene hoy de desayunar? —Le preguntó sacando unas libretas y dejándolas en la mesa de metal.

Llego siempre una hora temprano a la escuela. Por lo que no tengo tantos problemas en hacer algunas cosas aquí, de hecho, muchos llegaron a pensar que era la hija del señor Edgar.

—Bueno —piensa —mi querida esposa hizo panqueques con chocolate de cacao adentró —alzo sus cejas y me regalo una sonrisa. Me recargo en la mesa. Adoro el cacao y el chocolate.

—Pues eso vamos a desayunar —digo sonriente.

Asiente alejándose y entrando a la cocina, mientras que yo veía como todos entraban con sus mochilas y dormidos. Era sumamente gracioso.

Me quito del todo los audífonos inalámbricos y guardo en mi mochila, sacando un lápiz y abriendo la libreta que utilizo para dibujar, para así poder terminar el dibujo de aquella señora, lo que más me asustaba de ella era que sabía mi nombre y mencionaba a alguien más.




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