El Inicio del Reino Lycan (reescribiendo)

Introducción

 

Caótico es lo que caracteriza al mundo en este instante. Una guerra se desató en cada punto de la tierra, una guerra injusta de un bando desconocido para la mayoría de los humanos…

Solo eran leyendas las que hablaban sobre ellos, pero los humanos olvidaron que las leyendas se basaban en historias reales.

Una realidad convertida en tristeza y dolor de una historia creada por los seres más importantes de los sobrenaturales: los Lycans u hombres lobos… erróneamente conocidos con esta denominación última por los humanos. Cuando la diferencia entre ambos era abismal.

 

 

Desgraciadamente el conocimiento acerca de estos seres eran limitados. Nadie creía en ellos, ni siquiera los gobiernos actuaron apropiadamente ante rumores en pueblos alejados cerca de los bosques. Nadie hizo caso a las pocas advertencias, hasta que fue demasiado tarde el actuar y el razonar…

 

La humanidad fue sometida ante la voluntad de aquel que se había declarado rey absoluto. Aquel que sobre un corsel oscuro se paseaba sobre los cadáveres de humanos muertos de ropa camuflada. El último de los ejércitos del mundo cayó, declarando su victoria inminente.

 

—La victoria es el mejor de los manjares que se puede saborear —Contaba con una apariencia atrayente igual que cualquiera de su especie. —aun más al darse con tanta sencillez —Su edad real era una clara burla a sus rasgos maduros llenos de vitalidad y fortaleza. —los humanos son débiles sin sus armas. Como siempre: dependientes de algún objeto o alguna persona que les ofrece mejores vidas en un futuro —sonrió burlón—, ilusos. ¿No lo crees, Erik?

—Así es, mi Señor —respondió un hombre junto a él montado en un blanco equino—. Siempre lo han sido —Un hombre que a todos los lugares que se presentaba era fácil de reconocerlo; sus hebras rojizas lisas, los ojos celestes y el comportamiento de un caballero hacía imposible olvidarlo, sobre todo en varias mujeres que quedaban prendadas a primera vista por su gallardo aspecto y simpática actitud.

 

—En un plazo corto de tiempo acabamos con ellos, igual a una plaga siendo exterminada —tiró de las riendas del caballo parando frente a un estructura metálica de varios metros de altura—. Destruyan las antenas de comunicación. Aún quedan humanos, y los necesito cautivos y controlados.

—¿No los matará? —en respuesta, sonrió erizando la piel de cualquiera que lo viera.

—Quiero que vean que su nuevo Gobernante es misericordioso —No contuvo la farsa de su oración al soltar carcajada tras carcajada, haciendo retumbar su voz por las calles desiertas. —No serán un problema. Vieron de lo que soy capaz y si no lo han hecho, se los demostraré: nadie podrá contra mi régimen.

Continuó con su inspección sintiendo serenidad por tener un nuevo Reino a su disposición.

Sonrió de lado al ver entre la neblina del fresco día al hombre que le había entregado lo que le ordenó en el tiempo acordado. Un hombre que con su sola apariencia demostraba que hace solo unas horas se encontraba en una batalla campal; batalla finalizada y ganada.

 

—Seth —canturreó animado—, déjame felicitarte por la gran victoria que me has otorgado —Se dirigió con júbilo al sujeto alto, esbelto y de contextura fuerte. —Sería terrible para ti que me defraudaras perdiendo.

—No conozco esa palabra —Pronunciando aquello dejo en claro que no solo su apariencia demostraba frialdad. El tono de voz utilizado era tan carente de algún sentimiento alegre y de vida, tal como los iris de sus ojos tan oscuros como un pozo sin fondo que al mirarlos sentías ser devorado.

 

—Por ese motivo eres fundamental en mi poderoso ejército —Nunca se arrepentiría de haberlo colocado en la posición que tenía. Él simplemente era un estratega brillante, un guerrero innato. Aquel que nunca defrauda. —Ahora ordena al ejército llevar a los humanos cautivos a sitios más... reconfortantes —No perdió ese brillo malicioso que poseía desde la niñez en esos ojos iris iguales al carmín. —Enséñales sus nuevas posiciones en la cadena de la vida. Recuérdales quien manda a partir de ahora en sus insignificantes existencias, y a quien deben agradecer por seguir respirando.

El hombre de presencia peligrosa luego de escuchar cada palabra les dio la espalda para cumplir sus órdenes, sin nada que decir.

 

—Mi Rey, es mejor retornar a su nuevo palacio —propuso sereno—. Espera un gran festín entre los Alfas. Celebrando su victoria.

—Es una excelente idea, Erik. Volvamos. Me repugna ver tanta miseria, prefiero celebrar mi nueva Era —afirmó las riendas en sus manos cubiertos por guantes negros—. Nunca nadie va a olvidar al Lycan que sometió a los débiles humanos —dio la vuelta—, me encargaré de que nunca lo olviden —sonrió de lado emprendiendo camino a todo galope rumbo al palacio imponente que se alzaba tras unas montañas.

Un palacio rodeado por altos muros, siendo el punto de mando, sitio donde se convertiría en el Gobernante más sádico de la historia, aquel que todo lo conseguiría tal como lo hizo hasta ahora.

 

Nadie iba a detenerlo, nadie iba a ir en contra de su Gobierno, porque nadie tenía aún la suficiente capacidad.

 

 

 

Quien controla el miedo de la gente se convierte en el amo de sus almas.

(Nicolás Maquiavelo -El Príncipe)

 

 




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