El Inicio del Reino Lycan (reescribiendo)

Capítulo 2

 

Consecuencias de decisiones inesperadas

 

 

 

Enterre la picota removiendo la tierra. Respire profundamente descansando y viendo como mi hermano buscaba las zanahorias desenterradas metiéndola a la canasta de mimbre.

A lo lejos divise a un chico rubio venir en nuestra dirección. Lo reconocí perfectamente, pero había una ligera diferencia en su rostro, tenía ojeras iguales a los de un mapache y se veía agotado. Nos igualados en aspecto.

 

Lo sucedido ésta noche no permitió que descansara adecuadamente. Me desvele hasta la madrugada removiéndome con millares de pensamientos surgiendo uno tras el otro. Lo vivido se repetía, sobre todo las palabras de esos lobos…

—Hola —saludo frente a mi intentando sonreír— ¿Qué haces?

—Escarbando —quité el sudor acumulado. Recogió una zanahoria quitando la tierra de la misma. Suspire y decidí tocar el tema—. Kaled...

—Sabias que las zanahorias no ayuda a mejorar la vista. Si da vitaminas y todo, pero no hace que veas mejor.

—Kaled…

—Es una mentira igual a la del chicle de que si te lo tragabas se pegaría en tu estomago —miro hacia un lado—. Una vez me paso y estuve llorando toda la tarde porque creí que moriría, incluso regalé mis pocos juguetes favoritos a mis amigos. Pero luego de que mi abuela me explicara que era una mentira intente recuperarlos… Los desgraciados no quisieron devolvérmelos haciendo que vuelva a llorar. Espero que se les hayan robado...

—Kaled —me acerque elevando dos tonos la voz—. Necesitamos…

—¿Qué es eso? —señaló alarmado a algo detrás de mí.

Volteé alarmada pero la inexistencia de nada fuera de lo común me confundió. —¿Qué es lo que…? —regrese la atención al frente encontrando corriendo a cierto rubio— ¡Kaled! —Lo seguí negándome a dejar el tema a un lado. —¡No puedes evadir el tema! —alcanzándolo interpuse mi presencia en su camino— Kaled, escucha, debemos hablar de...

—¡No lo digas! ¡Si no lo dices no paso!

—Si paso, Kaled.

—Entonces si no lo escucho no es real —cubrió sus orejas con sus manos negándose a escuchar.

—¡Kaled! —reproche empezando a irritarme su actuar, e impulsando mi cuerpo para quitar sus manos de sus oídos— No podemos actuar como si nada —hable bajo—, lo que escuchamos...

—Ya no hables, Minerva —pidió desesperado—. Te das cuenta que si alguien de aquí se entera desataríamos la locura. Ya de por si me siento loco desde ayer; loco y nervioso.

—Tampoco podemos actuar como si nada —Sabia que si revelamos que existía otro Rey, que aparte quiere convertir a los humanos en bestias no ayudaríamos a que nuestras vidas fueran menos complicadas, pero si ocultamos esa información, en cualquier momento ellos nos atacarían…

 

Tampoco sé como demonios pueden volvernos como ellos. ¿Eso realmente se puede?

 

—Y tú, ¿quién eres? —volteamos a nuestra derecha encontrando a mi hermano con secciones del rostro cubierto por tierra, más una expresión curiosa.

—Soy Kaled —sonrió igual al momento en el que nos conocimos—. Y tú debes ser el hermano de Minerva.

—Si —negué en desacuerdo a ese tono retador que usó— ¿Y que haces aquí?

—Alejandro. ¿Terminaste de meter las zanahorias a la canasta? —pretendió protestar— Hazlo, si no estaremos toda la tarde aquí —Mirando con reproche a Kaled se dio la vuelta murmurando por lo bajo.

—Creo que le agradó.

—No te sientas mal. Nadie le agrada, se volvió desconfiado de los desconocidos.

—¿Entonces, no le agradó? —¿Entonces, no era sarcasmo lo que dijo?

Sacudí la cabeza restándole importancia. —Volviendo al tema, Kaled. Necesi...

—Oigan, tortolitos —¿Acaso será el día de interrumpirme?

 

—Gracias, Dios —murmuro aliviado—. Hola, Silvia —sacudió la mano sonriendo y evitando mi mirada.

—¿Qué hacen? —colocó sus manos en su cintura y me miró de pies a cabeza —¿Te revolcaste en la tierra?

—Estuve trabajando —Lo que menos quiero es seguirle el juego y terminar discutiendo como la anterior ocasión.

 

—En realidad, parece que jugaste con la tierra —mostró otra más de sus sonrisas—. No te perjudicaría arreglarte un poco.

—Lo tomaré en cuenta —le sonreí sin humor.

—Aunque no creó que arregles nada —movió su cabello azabache a un lado—. Siempre te vas a ver simple y sin chiste.

 

Bien, eso si me ofendió. No soy una modelo con un cuerpo perfecto o una cara bonita y perfecta, pero no significa que no tenga lo mío... creó.

 

—Chicas, cálmense —se metió en medio de ambas intentando apaciguar la situación más al ver mi rostro—. Mejor hablemos del clima —unió sus manos a la altura de su estómago mirando al cielo—, bendito sea aquaman porque lloverá.

¿Qué?

¿Qué fue lo que…?

 

Pese a la confusa denominación de aquel que producía la lluvia observe el cielo sin ver ni siquiera una nube sobre nosotros. No iba a llover.

Contrario a mi Silvia enloqueció y dijo que no podía mojar su ropa de diseñador, mucho menos su perfecto cabello con su perfecto peinado.

 

La vi correr de la misma manera que Kaled lo hizo hace segundos solo que ahora nadie la detuvo. Serenando mi humor me giré nuevamente a él insistiendo en el tema.

—Respecto a lo de ayer…

—Opinó que lo olvidemos.

—Kaled —cansada de su negativa lo tomé de la remera bajándolo a mi altura porque él era un poco más alto que yo—. No vamos a quedarnos de brazos cruzados mientras pretenden hacernos algo. Debemos buscar alguna solución —trago saliva sonoramente.

—Okay, cálmate —sonrió nervioso— ¿Que quieres hacer? No podemos decirles a los demás, ocasionaríamos un desastre, y si los lobos se enteran eliminaran nuestra vida con un soplido.

 

Tenía razón, por supuesto que la tenía, pero no podíamos no hacer nada esperando nuestra muerte sentados y cómodos.




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