El Inicio del Reino Lycan (reescribiendo)

Capítulo 6

 

Ni hoy ni nunca


 

—Descansemos —nos detuvimos respirando agitadas, recuperando el aire que perdimos al correr sin parar por más tiempo del que alguna vez lo hice.

Logramos escapar. Salir de los muros, cruzar el bosque y sus trampas en ciertos lugares, también dejando atrás el sector en el que habitamos quedando simplemente nada reparable. Llegando al lugar que alguna vez fue donde vivimos por tres años me sorprendí encontrar todo destruido. No quedaba nada de una casa firme, todo se veía como si una demoledora cruzara por ahí. Todavía no entiendo que sucedió esa noche. ¿Quiénes eran esos lobos de ojos sangrientos? ¿Será que son Lycans también?

—¿Cómo te convirtieron? —a su pregunta ni yo tenía una respuesta certera.

—No lo recuerdo bien —apoye mi cuerpo en el tronco del árbol tomando el aire de la noche—. Luego del ataque nos separamos. Peleé con uno de esos lobos y luego apareció otro pero este fue atacado por otro lobo de ojos azules brillantes —ceñí la frente—, no sé si fue mi imaginación pero sentí que el de ojos brillante intento protegerme.

 

Esa era la duda que tenía al pensar en ese momento. ¿Realmente quería protegerme o lo imaginé?

 

—¿Qué te hizo pensar eso?

—Se interpuso entre el otro y yo siendo una especie de escudo. Lo acabo en segundos —recordaba la pelea que tuvieron—, y luego… luego otro lobo me atacó derribándome. Ahí fue donde recuerdo sentir sus colmillos en mi cuello —lleve mi mano al sector—. Después sentí dolor y… no recuerdo más.

No mencione haber visto como una visión un destello de los ojos azules eléctricos, muy cerca de mi y un rostro que se nublada en mi memoria. No sabía quién era el que había salvado mi vida y porque lo hizo. Tal vez Marck tiene razón y no todos los Lycans son malos, ese lobo que me salvó es una prueba. Y si daba con él se lo agradecería.

—Es bastante extraño que uno de ellos te haya salvado. No me mal entiendas, pero ellos —negó—. Ellos han sido tan crueles hasta ahora que uno mostrando misericordia es raro.

Lo sé.

—¿Y tú, cómo fuiste capturada y llevada con Silvia.

—¿Silvia? —mostró una expresión de completa confusión hasta parecer entender a quien me refería— Así que ese es el nombre de la persona insoportable que tuve que escuchar más de dos días —desplazo una sonrisa socarrona—. Fue un infierno, ¿sabes? Se quejaba de todo y se ponía a llorar y gritar. No fui la única con ganas psicóticas de callarla. Los lobos estuvieron a punto de matarla más de una vez —Puedo imaginarlo y creerlo sin la necesidad de verlo. —Antes de conocerla yo tenía una vida cotidiana en un campamento móvil de rebeldes…

Rebeldes. ¿Será el Oeste?

—Al Norte —oculte mi suspiro de decepción por no ser el Norte. Debía ser otro campamento o grupo. —Intentábamos tener una nueva vida pero de la nada lobos de ojos sangrientos aparecieron atacando. Nos defendimos, logramos no ser derrotados pero a varios de nosotros nos mordieron. Incluyéndome —tomo la parte final de su ropa subiendo la camiseta oscura mostrando su abdomen. En la zona de las costillas, el lado derecho tenía una gasa—. Me desmaye seguido de eso y después desperté dentro de una carpa. Me explicaron que había estado inconsciente tres días y que en esos días movieron de lugar el campamento. No fue de eterna preocupación lo sucedido, muchos empezaron a verlo como un simple ataque. Yo no pero igual debía atender mis deberes diarios, así que fui a cazar a una zona alejada. Fue cuando me atraparon. Al parecer estaban buscando el campamento donde residía por casualidad dieron conmigo. Quisieron que les diga la localización pero me negué por lo cual —extendió las manos—, aquí estoy.

Le acompañé en la sonrisa leve que dio significando como un “no hay remedio”

De su historia pude concluir algunas preguntas que tenía como el hecho de saber que no sabe nada del campamento del Oeste, lógicamente porque ella estuvo en el Norte y lo más importante: no sabe de mi hermano por medio de Silvia ya que parece haber desarrollado cierto fastidio en su contra al haber convivido dos días a su lado.

 

—¿Tienes familia?

Su sonrisa se convirtió en una de dolor que intentó ocultar rápidamente desviando la mirada. —No, ya no. Hace tres años los perdí —suspiro en melancolía mirando la luna sobre nosotros.

—Yo también —la acompañe en su tristeza—. Mi hermano. Por eso te pedí ayuda. Debo encontrarlo, es la única familia que me queda. No tengo a nadie más.

Me observo unos segundos ladeando el rostro dejando que un mechón de su cabello en una sola trenza se desprendiera.

—Estás en un error —¿Qué? —Tú hermano no es lo único que te queda —abrí la boca para refutar su afirmación pero se adelantó—. En ocasiones… sobre todo, en momentos difíciles las personas que valen la pena salen a relucir apoyándote y quedándose a tu lado. Esas persona no se encuentran fácilmente, no todos tienen la suerte de encontrarlas. No todos tienen tu suerte —volvió la mirada al cielo nocturno exhalando el aire suavemente—. No deberías abandonar a alguien que te quiere tanto como una familia.

Termino y reino el profundo silencio. Ella más concentrada en el paisaje sin mostrar un sentimiento verdadero de lo que pensaba y yo, empezando a ver la realidad con claridad por sus últimas palabras.

Kaled.

No nos conocemos ni siquiera un largo tiempo pero él ha sido una persona tan sencilla y desprendida. Con tan poco que tenia se preocupó por compartirlo conmigo. Pensó en mi hermano antes que en él, lo intento calmar y cuidar, se quedó hasta el último minuto necesario para protegerlo arriesgando su vida.

 

En estos días hubo momentos en los que me derrumbaba en un abismo de amargura por la inquietud hacia mi hermano. Todo a veces se tornaba oscuro y sin salida pero él, en su cálida esencia y sincera sonrisa aparecía siendo un soporte, quedándose a mi lado, diciendo palabras reconfortantes. Afirmando que en un futuro estaría con mi hermano y nadie nos separaría, recordaríamos el pasado junto a los momentos difíciles como un mal sueño. Sonreiríamos y comeríamos chocolate hasta hartarnos, bromearíamos sobre las cosas más tontas, siendo felices por siempre. Todo eso lo decía mientras se sentaba a mi lado animando y con una mano en mi espalda pasándola suavemente como si intentara disipar el dolor que sentía.




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