El Inicio del Reino Lycan (reescribiendo)

Capítulo 9

 

Tratos efectuados y otros iniciados

 

 

Me acerqué con la intención de ayudarlo y pedir varias disculpas suplicando que no me decapitara, pero un impedimento se presentó: una mano rodeó mi brazo deteniendo mi avance.

—Déjalo —volteé a mirarlo a mi lado—. No fue culpa tuya.

¿No fue culpa mía? ¡Pero si fue mi culpa! Oh por los cielos seré asesinada.

 

Entrando en conflicto llevé mi mano a la cintura, en una parte de la ropa de cuero donde guardaba el frasco que Marck me dio. Aquel líquido que impedía esto justamente; tener un descontrol de mi parte Convertida.

Cómo era posible que esto haya ocurrido. Marck dijo que era efectiva, que no me preocupara y ahora… Estoy sentenciada.

 

No tenía en claro de qué situación estaba preocupada. Si era por el Comandante que empezó a reincorporarse o del hecho que podía volver a perder el control nuevamente, demostrando la ineficiencia del producto dentro del frasco metálico.

Violentamente regresé al presente por la pesada mirada de cierto alguien que se acercaba a paso firme. Intimidada por su porte un leve escalofrío me recorrió creyendo que me golpearía ahí mismo por empujarlo. No sucedió. No cuando la misma mano en mi brazo tiró de mi cuerpo colocándome tras una espalda igual de ancha. Agradecí su protección.

—Minerva lamenta su acción —Y su acción de robarme las palabras solo que posiblemente yo lo hubiera dicho temblando como una gelatina. —Entenderás Seth, que apenas he iniciado una educación en base a nuestra especie.

—¿Tú...? ¿Le estás enseñando? ¿En privado? —Cada palabra fue lenta en un extraño intento de parecer procesarlo.

—Sí —Contrariada por esa respuesta ceñí la frente. ¿Acaso nadie debía enterarse de esto? —Se lo ofrecí ante ver el potencial que guarda. Además, ella necesita ser fuerte por su hermano. Para mi total alegría acepto mi petición satisfactoriamente.

 

Mi extrañeza fue reemplazada por el asombro de presenciar el cambio de color de ojos. Lo había visto en Silvia y ahora lo presenciaba en el Comandante.

Los orbes negros fueron remplazados; un azul eléctrico tomó su lugar llegando a darle una fina letalidad a sus rasgos endurecidos, llenándose de una rabia contenida.

 

—Está prohibido que hagas eso —dijo con los dientes apretados siseando—. Tienes prohibido acercarte a... —dudó desviando un momento su mirada hacia mi— los Convertidos.

Aún intimidada salí un poco más del escondite concentrando más mi atención en esos nuevos ojos. Debían ser nuevos para mí pero algo en mi interior decían lo contrario, además, recordaba como un vago sueño haberlos visto antes, el problema: no sabía de dónde y en qué momento.

 

—Tengo pleno conocimiento de la inexistencia de alguna regla u orden de mi Rey impidiendo el acercamiento amistoso hacia los Convertidos —indicó evitando perder la apacible voz—. También sé perfectamente que tu autoridad no alcanza hasta ordenarme algo a mi. No soy un lacayo de tus tropas, ni mucho menos siento temor a tú persona.

—¿Y le temes a la muerte? —avanzó retando a continuar con esta pelea—Porque puedo adelantar la tuya.

Las miradas lanzadas de uno al otro fueron más que cuchillas filosas. No sé si era mi idea pero el aire a nuestro alrededor se volvió frio. El desprendimiento de un aura asesina entre ambos no daba más que decir a la repulsión que se tenían. Los conocía nada prácticamente, uno más que al otro, pero pude entender que si no hacía algo iban a pelear, y no solamente con palabras. Y yo no estaba dispuesta a ser la primera Convertida en presenciar como dos Lycans se mataban. No quería problemas.

 

—Cálmense —Utilice todo mi valor para decir esa única palabra interponiéndome como un sacrificio entre ambos. —Erik —llamé pidiendo que dejara esa aura ensombrecida—, el entrenamiento con la General Aragón será en algunas horas. No tendremos mucho tiempo —Hice usó bien de mis palabras no queriendo decir algo directo pero si insinuando algo obvio.

 

—Tienes absoluta razón —respiré tranquila por ver sus expresiones suavizarse—. Sino te importa, nos retiramos Seth —Y con eso pasó de frente dando un suave ademán hacia mi indicando que lo siguiera.

Lo hice sin evitar darle una mirada al Comandante que mantenía los ojos azules puestos ahora en mi, apretando más la mandíbula. Aterrorizada aceleré el paso. No era agradable permanecer en un lugar con un ambiente tan feroz en contra.

 

A una distancia relativamente lejana seguí sin respirar aliviada. Cómo iba a actuar serena ante lo ocurrido. No había alguna manera cuando el Comandante sabía sobre esto. Existiría sin duda consecuencias.

 

—¿Sucede algo?

—¿El Comandante no hará algo en tu contra? —detuve mi andar—. No quiero perjudicarte, Erik.

—No será así —giró por completo—. Como oíste, él no puede darme órdenes. Su poder es insuficiente —elevó un poco el mentón sonriendo—, así que no pierdas el tiempo en preocuparte por las mínimas palabras de Seth.

—Es el Comandante. ¿Acaso tú posición supera ese puesto? —Hice que esas palabras no sonaran acusadoras o desagradables, por ello no enseñó ninguna molestia.

—Lo reitero: no te preocupes —Lucí discretamente distraída por un par de mechones rojos que cayeron en su frente. —Déjalo en mis manos. Yo me haré cargo —¿Cómo un poco de sol podía hacer verlo más atractivo de lo que ya era? Incluso parecía una especie de divinidad que bajaba desde su santuario a admirar a los mortales. —Ahora, utilicemos el tiempo que es valioso. Es mejor no desperdiciarlo en banalidades.

 

Cubrí mi preocupación mostrándome conforme. El Comandante era un tema complejo pero para él no parecía serlo. De alguna manera era sorpresivo como no le afectaba en lo mínimo.

 

—¿Cuál es la lección de hoy? —Tal vez debía mejor concentrarme en este momento.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.