El Inicio del Reino Lycan (reescribiendo)

Capítulo 22

 

Lealtad Lycan

 

 

—Me duele la cara —lloriqueó aún más por el pedazo crudo de un filete ser colocado sobre su piel. Cortesía de Leila que lo robó de la cocina—. ¿Y por qué el resto está mirándome?

Estaba en lo correcto. Estando en el comedor para la cena naturalmente el sector se llenaba. Y de todos los presentes, varios no dejaban de echar una mirada nada disimulada hacia la mesa que Kaled catalogó como nuestra, desde el día en el que acompañamos a Leila en su soledad.

 

—Supongo que lo hacen por saber quién fue el que te golpeó —Típicamente cuando estaba molesta sus cejas estaban fruncidas más de lo usual. —Lo que no saben es por qué lo hizo —quitó la carne del rostro del contrario, decidiendo ser suficiente para aliviar el ardor—, aunque ya hay rumores.

—Exagerados rumores, seguramente —comenté abriendo el frasco de un ungüento que Marck me dio al contarle parte de lo sucedido de esta tarde.

Limpiando primero la huella húmeda en su rostro, apliqué después la crema sobre su mejilla superior y aún lado de su ojo derecho en el que ya se había tornado de otro color. Solo la hinchazón rebajó gradualmente, desde la aplicación de lo conseguido por Leila.

 

—No entiendo porqué me hizo esto —se quejó luciendo triste por el moretón—. No hice nada más que tratar de ser su amigo y luego apareció de la nada y ¡BAM! Que empecé a ver estrellas y escuchar voces molestas.

Alejé mis dedos después de aplicar la crema en el área, mirando su puchero y sus ojos esmeralda tristes y confundidos, como si fuera un cachorro regañado por su amo.

 

—¿Ser amigo de ese ser despreciable? Cómo puedes pensar en algo así —su molestia fue evidente hasta para Kaled.

—Bueno… a mi me agrada. Puede verse serio y al principio intimidante pero no parece ser alguien malvado.

 

La mirada que Leila le lanzó fue más tenebrosa de las todas que alguna vez había visto en sus ojos plateados. —¿Te golpeó sin razón y no piensas que es alguien malvado? —bramó, elevando dos tonos la voz.

—Bueno…

—Es una escoria de persona, si es que se le puede decir persona a alguien como él —Tanto como Kaled, ella y yo ignoramos más de toda la atención que estábamos llegando a llamar,

—Tú aborrecimiento es demasiado —hablé sin controlar mi lengua, ganando esa filosa mirada puesta en la mía.

 

—No es solo aborrecimiento, Minerva. Yo lo odio, más que a Demetri.

—¿Por qué?

Bufó, sorprendiéndome esta parte de ella dirigida a mi específicamente. —Tú pregunta es un sin sentido para personas como nosotros. Nosotros que fuimos víctimas de ese ser. Porque no olvides que ese sujeto fue el causante de la masacre a nuestra especie. Él lideró a todo el ejército de Demetri para acabarnos, matando a todo humano en su camino; sin piedad, sin razón y sin remordimiento.

Me calló, con todo eso hizo que cerrara la boca como siempre hacía con todos…

Pero Kaled… Ah, Kaled siempre era diferente a los demás, (a mi).

 

—Se dice eso, pero quién lo vio en realidad haciendo todo eso —alcanzó su vaso de jugo que quién sabe de donde consiguió—. Las historias que siempre escuchamos son a veces demasiado locas, hasta para mi.

No creo que se haya dado cuenta de la furia que recorría en Leila en este instante.

—¿Qué puede ser demasiado para alguien con la personalidad del Comandante?

—Bueno… —dejo de sorber por la pajilla relamiendo sus labios— escuché sobre que el Comandante se alimenta de sangre en las noches de luna llena. También que colecciona los huesos de algunas víctimas que asesinó, que los guarda como trofeos y los tiene colgados en repisas en su habitación. ¡Ah! Y también esta lo de robar la belleza de chicos jóvenes para ser más atractivo de lo que ya es. Y pues todo eso siento que es demasiado, aparte de que puedo asegurar lo de la habitación que no es cierto, entre a ella y todo era normal por ahí, solo parece gustarle la oscuridad.

Ni yo tenía idea de que existían esas historias tan… alucinantes sobre el Comandante, aunque bueno si escuché algunas cosas también, pero no tan locas.

 

—¿Entraste a su habitación? —Tuve que preguntar asombrada de su valentía.

—Entre a muchas habitaciones. Menos a la del Rey, porque siempre hay guardias en la puerta.

En ocasiones su manera de explorar el lugar en donde estábamos me asustaba, por dos razones: una, podrían descubrirlo y no le iría nada bien, y dos, podría encontrar algo que no debía ver y también no le iría nada bien.

 

—¿A todo eso quién le informó a todo el mundo de quién te golpeó? —Cambié deliberadamente el tema que volvía a Leila enojada, al punto de atacar con palabras frías a quien sea que defienda al Comandante. Me sentía en peligro, lo admito.

 

—Silvia —suspiré disimuladamente, aliviada de lograr que se enfocara en un hilo de tema diferente pero relacionado—. La vi divulgando el chisme entre algunos soldados antes de encontrar a Kaled en medio del pasillo confundido.

Lo más probable es que Kaled no notara nada raro y extrañamente Leila tampoco, siendo la más observadora, pero me había dado cuenta de algo. Algo que tal vez era un problema, especialmente para mi.

 

—Ustedes siempre están juntos, ¿no es así? —Y se hizo presente el problema. —Parecen no poder vivir por su propia cuenta —su risita de burla no era amistosa.

—¿Escucharon eso? Fue como una vocecita molesta, igual a la de algún parásito —Leila tampoco era muy amistosa al devolverle el golpe. —Hay que matarlo, ¿no creen?

Contenernos en reírnos ligeramente, fue inevitable. Kaled sobre todo, soltando una risa fuerte seguido de un lloriqueo en respuesta al movimiento muscular de su rostro, afectando el dolor del golpe; no fue una felicidad total para él.

 

—Quiero hablar con Minerva —Eso y su mirada enfadada cambió el ambiente.




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