El Inicio del Reino Lycan (reescribiendo)

Capítulo 23

 

 

Augurios inciertos

 

 

 

Cayendo hacia el suelo una tercera vez más, no me contuve en escupir en esta ocasión un tanto de sangre, acumulado en mi boca, por el golpe violento de la General Aragón.

—Sigues siendo lenta —mencionó de pie a unos metros—. Necesitas flexibilidad. Necesitas desempolvar tus huesos o terminarás muerta, dejando a alguien más el trabajo de limpiar tu sangre del suelo.

No necesitaba ser inteligente para saber que ese comentario respecto a la sangre, se debía por haber escupido el mismo ahora, en medio de un área del patio principal de entrenamiento. Lastimosamente alguien sí debía limpiar.

 

Dejando el descanso de un par de minutos aún en el suelo, me levanté, utilizando bastante energía; exagerada energía tal vez.

 

—El ejercicio nunca ha sido mi fuerte —respondí, preguntándome como ella podía mantener un aspecto aburrido y severo.

Como si el entrenamiento de pelea no se hubiera llevado acabo de su lado. Como sino hubiera lanzado ningún golpe en varios lugares de mi cuerpo. Me dolía todo, de nuevo.

 

—Se nota —suspiró deteniendo el tamborileo de uno de sus dedos en su cintura—. Demasiado dura, debes soltarte más —avanzó hacia mi, concentrada—. He notado que te dejas guiar más por tus instintos. Algo que no hacen la mayoría, y esa es una gran ventaja, pero en tu condición de tronco: es problemática y perjudicial.

Podía haberme sentido ofendida, si fuera la primera vez en escuchar los discretos insultos hacia mi, pero conociendo un tanto por ciento a la General… estaba acostumbrada.

 

Podía incluso compararse en mi ex mundo a una maestra estricta. Pero no ese tipo de enseñador que solo desea infundir miedo al resto, más bien era el tipo de maestra en querer en serio que aprendieras.

Exigencia hasta ver resultados. Así se podía calificar a la General Aragón.

 

—Usted que es lo que me recomen… ¡¡Generaaal!! —El grito final debió provocarme más vergüenza, por la atención que debía estar llamando, pero no pude sentir ese sentimiento.

No cuando la General de alguna manera empujó mi cuerpo hacia atrás, sosteniendo mi cintura para que no cayera completamente al suelo y dejando que solo mis manos se extendiera sobre mi cabeza. Formando un puente perfecto con mi cuerpo.

 

El cambio y el empujón, fue tan abrupto que no supe que más decir, a excepción de solo mirar sus ojos almendrados aún concentrados y todavía sosteniendo mi cintura para no romper la postura a la que me colocó, sin anticipación. SIN ANTICIPACIÓN.

—Mantente así —ordenó soltando su agarre seguro—. Esta postura extenderá los lugares adecuados —asintió para si misma—, solo deberemos subir la dificultad para una efectividad garantizada.

 

Me preocupé, claro que me preocupé con solo oírla decir que debíamos subir la dificultad de un puente como este.

¡¿Acaso se podía subir la dificultad de algo como esto?!

¡¿No era suficiente tenerme con los brazos y piernas haciendo un maldito arco hacia atrás?!

¡¿Quería que caminara de esta forma igual al exorcista?!

 

Eso sin duda sería terrible, más al recordar la terrorífica película.

 

—¿Entrenadora…? —Tuve que llamarla al verla sacar su bastón oscuro de Combate, dejando que se extendiera a un tamaño temible.

—Aparte de la extensión de tus músculos, debemos endurecer varias área débiles —extendió la punta de la madera hacia mi pierna izquierda, dando un par de golpecitos—, levanta.

¡¿Levantar?! ¿Qué? ¡¿Cómo qué levantar?!

 

En más pánico, la observé, buscando diversión en sus expresiones finas pero no había nada de eso, ella hablaba en serio. Realmente quería que levantara mi pie, manteniendo esta postura.

Apretando mis dientes, hice caso: levanté lentamente mi pierna izquierda obligando a otras partes de mi cuerpo a no desfallecer contra el suelo.

 

Iba a sonreír y reírme cuando lo logré, teniendo solo tres de mis extremidades tocando la superficie… No sucedió. No pude reírme.

—Levanta —golpeó esta vez mi brazo. Mi brazo derecho.

Podía haber llorado para que se apiadara un poco, pero las lágrimas no servían con la General, no si no eras Kaled. Él sí se salió dos veces con al suya, solo por derramar una lágrima ante un ejercicio que no pudo en uno de los entrenamientos que tuvimos siempre al final de la tarde antes con ella.

 

Agarrando un tanto de fuerza, dejé todo mi peso solo en dos de mis extremidades, levantando con mucha calma mi brazo. Sorprendentemente logrando el puente con solo un brazo y una pierna sosteniéndome.

La alegría que sentía por esto no logre contenerla; sonreí en victoria ignorando el calor corporal asfixiante… Lástima que esta alegría tampoco duró por mucho.

 

Enseriando mi rostro tan rápido como mis músculos empezaron a temblar, rompiendo poco a poco la postura lograda, dejé de sostenerme solo con un brazo y una pierna, cayendo de golpe contra el suelo. Lastimando mi columna.

 

Me quejé retorciéndome un poco por la extensión un poco brusca de mis músculos. Mañana tendría consecuencias peores por esto.

 

—Un solo minuto —pude verla mirándome desde el costado—, que vergüenza.

Responder a eso de manera incorrecta o agresiva me traería más problemas que el descanso que necesitaba con urgencia.

 

—En realidad siento que es algo bueno para la primera vez —dejando de estar recostada me senté frotando mi brazo—; no creí lograrlo.

Escuchando con atención entrecerró ligeramente los ojos. —Dudas demasiado de ti misma. Dudas incluso antes de intentarlo, y eso… —suspiró— es igual un problema.

Imitando su suspiro observé al frente: sin mirar a un lugar exacto, solo me perdí un momento en sus palabras.




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