El Inicio del Reino Lycan (reescribiendo)

Capítulo 24

Desequilibrio 

 

 

 

—Es mi culpa —se culpó hecho bolita en el rincón del pasillo—. Si no se lo hubiera pedido, ella...

—Kaled —me agaché, teniéndolo a mi altura—. No sabías lo que sucedería. Nadie pudo haberlo sabido —suspiré tocando su brazo—. No es tu culpa.

Negándose a oírme, continuó lamentándose. —¡Sí lo es! No debí pedírselo. Yo debería estar en su lugar —observó impotente la puerta cerrada donde en el interior se encontraba Leila, siendo examinada por Marck—. Si algo le pasa, yo...

—Ella estará bien: es más fuerte que nosotros.

Y eso no era mentira; Leila era una asombrosa guerrera. No se comparaba con otros soldados de élite, pero lo superaría si tuviera el mismo tiempo de entrenamiento. Su gran inteligencia también contaba, y las ganas de luchar en esta vida… Estaría bien.

 

El sonido de la puerta siendo abierta, hizo que reaccionáramos provocando, el ponernos de pie. Abrumando a Marck con interrogaciones típicas en situaciones así.

—¿Y Leila? Está bien, ¿verdad? ¿Ya despertó? —limpió sus lágrimas con la manga de su ropa— Quiero verla.

Detuvo su avance, tan pronto como Kaled dio el primer paso. —Su condición es delicada —Fue directo y cuidadoso en su elección de palabras. —Ha tenido una pérdida de sangre significativa a causa de varios cortes por Titanio. Un golpe en la cabeza es la causa de que no pueda determinar el tiempo de inconsciencia en la que permanecerá.

—Pero… Estará bien, ¿cierto? —tragó saliva, parpadeando varias veces.

 

Los iris ámbar mostraron una leve preocupación antes de ser sincero. —No puedo garantizarlo, Kaled. Pero… como también estamos listos para una recuperación; esperar lo peor, debe ser parte del proceso de aceptación.

Nuevas lágrimas desbordándose de sus ojos, fue el nuevo aspecto que vio Marck junto a la negación y dolor que quise apaciguar de alguna manera.

 

—Quiero verla —pidió controlando el quiebre de su tono.

—Kaled, no.. —su duda se interrumpió por la misma persona que estaba más que destrozado desde el principio.

—¡No puedes negármelo! ¡No puedes prohibírmelo! —gritó perdiendo todo control de sí mismo— Por favor, por favor. Solo… quiero verla —bajó la cabeza—, necesito… —bajó la voz— necesito verla.

—Marck —imploré discretamente, detrás de Kaled.

Posiblemente no le haría más bien ver a Leila en el estado que estaba, pero negárselo… tampoco ayudaría.

 

—Está bien —cedió, haciéndose a un lado, abriendo la puerta a un área más ambientada para pacientes delicados.

Lo que llamaba la atención era el espacio, uno más personal. Una habitación ocupaba por Leila, en una cama esterilizada situada en medio de las paredes.

 

La misma chica que a primera vista había causado tanta impresión cuando llegó, ahora estaba recostada, absolutamente frágil.

Esto es peor de lo que creí.

 

Kaled sufrió mucho más, incluso dejando la valentía se encogió en el lugar a mi lado, sollozando más bajo que fuerte. Como si quisiera reprimir sus sentimientos.

Pero la imagen de Leila, sola en esa cama con cantidades anormales de vendajes envueltos en sus brazos más unas líneas rojas por la sangre pintar algunas áreas, no era fácil de digerir.

 

La delicada sábana que cubría su cuerpo hasta su abdomen, apenas ocultaba otras vendas en su estómago, donde recordaba haber la huella de unas garras.

Lo más preocupante de todo, debía ser tanto su palidez antinatural, pero la otra venda que rodeaba su cabeza… eso era lo esencial de si estaría bien o mal.

 

En una recuperación pronta por la conmoción del aspecto de Leila, Kaled dejó de estar estático, acercándose con cuidado a un lado de la cama. Solo para caer de rodillas, tomando la mano de Leila al llegar. Rompiéndose por total esta vez, apoyando su frente en el dorso de esa extremidad inmóvil.

 

Dominando toda emoción que también quería verter, di media vuelta, apretando los ojos. Intenté ignorar el escozor en los mismos y el nudo que rasgaba mi garganta.

Kaled estaba mal, no podía desmoronarme también. No cuando él necesitaba fuerza.

 

—Minerva…

—¿Qué sucedió exactamente?

Luego reconsideraría lo irrespetuosa que estaba siendo con Marck. En este momento solo me interesó lo que realmente sucedió para que hayan una docena de cadáveres, solo tres vivos y un desastre apenas dando el inicio de un día nublado.

 

—El informe de lo sucedido se le está dando apenas a su Majestad. La recaudación de datos es… dispareja y mínima.

Fruncí el seño, mirándolo. —¿Fueron los Salvajes? ¿Los Sangrientos? —hice todo por ignorar los bajos sollozos y las disculpas de Kaled de fondo— ¡Qué mierda sucedió?

El gritar no es la manera pero… Era eso o echarme en lamentos sin obtener respuestas.

 

—Uno de los sobrevivientes antes de perder la consciencia mencionó a alguien que los atacó en medio de la oscuridad —Agradecí que pasara por alto mi insolencia. —Dijo que no se dejaba ver. Que tenía alguna habilidad de unirse a la oscuridad solo mostrando el brillo de una cuchilla fina de Titanio que rasgaba con rapidez el aire y todo a su paso.

Mordí mi labio inferior pensando lo raro del asunto. Lo raro que era esa persona del ataque y que parecía ser un experto por haberse enfrentado a todo un grupo de Lycans expertos más la guardia de esa noche. Pero aparte de ello…

—¿Por qué? —inclinó levemente la cabeza a un lado— Por qué atacaría de esa forma. Para que enfrentarse solo contra varios Lycans. ¿Qué quería?

No respondió de ninguna manera, porque tampoco lo sabía y había sembrado la duda, posiblemente con la interrogante.

Había algo raro.

 

—Su Majestad y el Comandante deben estar buscando también respuestas —suspiró en cansancio del desastre de toda la madrugada hasta el momento—. Descubrirán lo que está sucediendo. No creo que debas preocuparte por esto, Minerva. Tampoco te inmiscuyas mucho. Puede ser peligroso.




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