El Inicio del Reino Lycan (reescribiendo)

Capítulo 31

 

 

Un poco de valentía

 

 

 

Bien, esto no estaba saliendo bien.

Arrugué el papel, convirtiéndolo en una bola, arrojándola con las otras en el suelo. Para después hacer a un lado las hojas blancas y caer hacia atrás, sin rebotar en el colchón realmente duro.

Observando el techo de mi habitación, pensé seriamente que no servía para manejar conversaciones, igual que los sentimientos.

 

Toda la tarde libre había estado tratando de poner en práctica la idea de Leila, acerca de escribir mis ideas para librar la carga que tenía. Y también para saber como iniciar una conversación con cierta persona.

Lamentablemente, no era buena en ello. No sabía si quiera por donde iniciar.

Estaba agotada, incluso sin haber hecho nada. Vaya.

 

Riendo de forma enloquecida bajo mi brazo que llevé a cubrir mis ojos, fue una buena interrupción los golpes suaves a mi puerta. Unos que me obligaron a levantarme, tratando de descifrar quién estaba del otro lado.

 

—¿Sí? —entreabrí la puerta, viendo a una mujer.

Una mujer que no era un soldado por el uniforme que no portaba. En realidad era una mujer que nunca creí ver en persona. Alguien que vestía con prendas en verdad de la edad media. No de los guerreros, sino de doncellas con hermosos vestidos largos y finos, como en los libros de fantasía. Un miembro de la realeza.

 

—Buenas tardes, Señorita Minerva —saludó en un tono más delicado que sus suaves cabellos negros lisos, con una diadema plateada de hojas a mitad de su frente—. Mi nombre es Valeria y soy una de las favoritas de nuestro Señor.

Viéndola inofensiva, salí más a la vista y oculté la daga en mi muñequera. Todavía con la interrogante de saber que significaba el dato final.

 

—¿Favorita? —No mostró desagrado por no saber de ella. Tampoco por mi falta de información.

—Su Majestad tiene la libertad de escoger a… mujeres que le traigan satisfacción cuando lo desea —Okay ya entendí. —Y según la decisión de nuestro soberano, escoge a Favoritas que son oficiales en este tipo de placeres. Se vuelven cercanas y son requeridas en cualquier momento.

Entendí a la primera pero me sorprendía de gran manera que Demetri tuviera… ¿parejas? No sabíamos de ellas. Ni donde estaban.

 

—Bueno… ¿en que la puedo ayudar? —Todavía no comprendía porqué vino a mi puerta.

—Nuestro soberano nos comunicó sobre su cortejo a la Señorita Minerva y, me dio el honor de ser la que la llevé a sus nuevas habitaciones como su futura esposa.

Decirlo así y oyéndolo, estuvo a nada de tumbarme al suelo.

 

¿Esto era en serio? Acaba de decirme sin piedad que sería...

De repente tuve la sensación de que vomitaría todo el almuerzo de medio día y después caería enferma, hasta agonizar y morir.

…Morir no se escuchaba tan mal.

 

—Debe haber un malentendido.

—No lo creo —pareció confundida—. Mi Señor lo anunció hoy en el salón del trono. Uno de los escoltas me lo comunicó. Luego nuestro propio Rey nos los dijo personalmente.

De acuerdo. No había manera de que hubiera un malentendido si es así… ¡¡Pero tenia que anunciarlo en el salón!!

 

Se podía ver las intenciones de lo que quería lograr. Estaba declarándome de su propiedad. Estaba anunciando a los cuatro vientos que yo y él…

Necesitaba un plan para deshacerme de este desastre que estaba haciendo crecer el propio Demetri a propósito.

 

—La seguiré entonces —Por el momento no tenía alternativa. Negarme nunca era una opción con su lunático Rey.

Sonriendo, empezó a caminar con un andar de pasarela. Aparte de que su vestido pálido, cubría sus brazos en hombros descubiertos y escote recto. En los laterales de las piernas tenía algunas aberturas que al avanzar mostraba una buena parte de su piel blanca.

 

Era una mujer en todo su título. En todo su aspecto de frente en alto, movimientos acompasados y una figura delgada con una cintura fina y curvas.

Debía pasarme la edad por una década y hacía que me preguntara… ¿cómo yo sería mejor que ella al ser catalogada como futura…? No voy a decirlo. Si no lo digo no pasará…

 

—Debo admitir, querida. Que nos sorprendió mucho que nuestro Señor tomara una esposa —redujo la velocidad, obligándome a caminar a su lado—. Aquí entre nos, es raro que se comprometa —murmuró—. Aparte de que eres bastante joven. Así que tú me sorprendiste más.

Debía querer aligerar el ambiente, pero solo me inquietó el comentario. Por suerte, pensé rápido en cambiar de tema para mis propios intereses que eran saciar la curiosidad.

 

—Escuché el rumor de que su Majestad estuvo comprometido hace bastantes años —Supe que di con algo, ante sus pies titubear en el escalón de las escaleras que subían. —¿Sabe que sucedió?

Detenidas a la mitad la vi dudar en hablar o en mirarme. Igual como lo hizo Erik esa vez en el salón de baile; dejando la historia inconclusa.

 

—Fue mucho antes de que yo existiera —retomo sus movimientos, arrastrando la parte de atrás del vestido—. Sé muy poco sobre eso. Aparte de los rumores y la poca mención severa de su Majestad cuando se habla del asunto. Es un tema delicado para él, así que no trates de pisar terreno peligroso, podrías resultar herida.

 

—¿Y lo que sabes? ¿Qué es? —De reojo me observó, sonriendo un poco.

—Tú curiosidad debe haberte metido en varios problemas ya —comentó divertida—. Pareces no aprender de los errores, Señorita.

Era una buena reprimenda disfrazada. Y le daba toda la razón de que debía aprender a no meterme en lo que no me importa, más el dejarme llevar por ese sentimiento.

 

—Los riesgos son parte de la vida —me encogí de hombros y provoqué una fuerte risa de su parte, llamando la atención de guardias que hacían su recorrido en este piso.




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