El Inicio del Reino Lycan (reescribiendo)

Capítulo 35

 

 

Suspiros con nombre

 

 

 

Montando con seguridad sobre la yegua, evité todo tipo de imperfectos en el camino. Ordené a viva voz el acelerar, ante las pisadas que nos alcanzaban. No fui defraudada; Áureo era veloz…

El silbido de una flecha y un galopar similar acercarse del otro lado, no desestabilizó mi pensamiento de seguir. Después de todo, no era el objetivo de esas flechas.

 

Redirigiendo esta expedición Salvaje, literalmente. Siendo yo el tipo de carnada que atraía a todos los Salvajes infestados en una parte del territorio de Demetri, continúe con la idea de apresurar esto.

No estaba cansada, pero ya era aburrido estar solo cabalgando en círculos durante la última hora.

Aparte de que los Salvajes ya no eran demasiados.

 

Queriendo lanzar una señal a los demás que se encargaban de la eliminación, desde ángulos predeterminados, no fui consciente de que a veces la vida me odia.

Lo recordé solo después de haber chocado brutalmente contra la rama baja de un árbol. La misma que me arrojó fuera de la montura e hizo que cayera injustamente sobre un fango de tierra.

 

Tirada en el suelo un poco noqueada por los acontecimientos demasiado acelerados, recordé mejor que tenía a Salvajes persiguiéndome tras de mi, y que no podía ser una buena idea estar solo recostada. Iban a matarme sin dudar.

Usando una buena voluntad que no tenía, empecé a reincorporarme, buscando a tientas algún arma en mi ropa. Como siempre estaba la única confiable daga de Kaled.

Ah. Debería escuchar a Marck en eso de llevar más armas de refuerzo.

 

Como sea. Posicionándome en combate y esperando a los Salvajes, no espere que solo con sus apariciones con hambre, varias flechas se clavaran de distintos ángulos. Evitando si quiera, algún movimiento en mi contra.

Podía estar un poco sorprendida. Pero no tanto como lo hubiera sido antes.

 

—Señorita Minerva —La voz conocida que apareció, luego de saltar de un árbol me observó preocupado. —¿Se encuentra bien?

Debía preguntar por haber sido él que estaba en primera fila ante la estrepitosa caída que tuve. Debió verse realmente mal para ganar su preocupación sincera.

 

—Estoy bien —Le sonreí un poco, queriendo calmarlo y calmar a los demás que aparecieron montados sobre otros caballos.

Ya no existía el peligro. Todos los Salvajes sólo eran cadáveres con varias flechas en sus cuerpos. Muertes tortuosas en realidad.

 

Suspirando por el desastre en mi ropa de la que recién fui consciente, verifique mejor el lodo sobrepuesto en varios lugares. Era demasiado la cantidad de barro que tenía sobre mi, incluso lo sentía en mi cabello. Que desastre.

 

Suspiré. ¿Debía ser raro que me preocupara eso en lugar del doble golpe que tuve? Tanto contra la rama y el impacto del suelo. Posiblemente.

 

No importa.

 

—Parece estar distraída —Otra voz se acercó desde el frente, sujetando las riendas de: justamente Áureo. —¿Será acaso por alguien? —elevó la ceja y su tono de voz tenía un toque insinuante obvio.

No ayudó que los demás de esta expedición fuera de los muros, rieran entendiendo a que o a quién se refería.

Los odiaba de una manera buena.

 

—Ustedes deberían de dejar de molestarla —La defensa que creí tener, no fue de mucha ayuda con lo demás. —El Comandante podría molestarse con nosotros cuando regrese. Y sus castigos no son muy agradables —murmuró éste último.

Agradecí que los demás solo tomarán un momento de seriedad ante la mención de su Comandante, para después sonreír en mi dirección.

 

—Tienes razón, pero… —me entregó las riendas— La pareja del Comandante entenderá que solo bromeamos, ¿verdad?

Frustrantemente, así era.

 

—Claro. Se que a ustedes les gusta bromear demasiado. Igual que les gusta el chisme —guardé la daga e inicié una caminata relajada de regreso a los muros.

 

—Nos gusta estar informados. Gran diferencia —aclaro otro, acomodado el arco tras su espalda.

Rodeé los ojos por el cinismo que tenían. Pese a ello, ninguno me desagradaba, ya sea porque eran amables de maneras diferentes o simplemente eran los más cercanos a su Comandante, porque reconocía alguno de sus rostros. Y también porque declararon libremente sobre tener la misión de “cuidar a la pareja del Comandante”

Misión de la cuál Seth me escucharía hablar a su regreso.

 

¡No era una niña que necesitaba supervisión!

 

Suspiré en melancólica. El tiempo trascurrido desde su partida rebasaba las dos semanas que calculamos que llevaría su tarea de expedición a las manadas que fueron atacadas. Y hasta ahora no existía ninguna noticia aparte de ese ataque.

Suspiré de nuevo, mirando las botas con barro de mis pies. Estaba empezando a preocuparme un poco.

 

El ligero empujón en mi hombro, hizo que retornará al presente. Preferiblemente a Áureo que me empujó con su hocico amistosamente, como si intentara sacarme de la bruma angustiosa que crecía cada día.

 

—Oye, no debes preocuparte tanto —habló el mismo que me entregó las riendas al haber notado mi estado oscureciéndose—. El Comandante es la persona más fuerte después de su Majestad. Nada malo le ocurrirá.

Una mujer cabalgando lentamente un poco adelantada asintió, añadiendo: —Tiene razón. Misiones como las que fue a cumplir son banales. Lo que probablemente los están retrasando sean los informes de cada detalle, más la ayuda que necesitará en reconstrucciones de lo afectado en ambos ataques. Todo eso lleva tiempo. Lo sé por experiencia propia.

Estos eran justamente los más cercanos a Seth. Parecían ser más leales a él que a su propio Rey…. O eso es lo que hicieron notar más de una ves en estos días que los veía rondando bastante cerca de mi.




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