El Inicio del Reino Lycan (reescribiendo)

Capítulo 37

 

 

La noche del Lobo (Primera parte)

 

 

 

El ambiente de esta noche lucía única e inexplicable. Marcaba una diferencia latente en el aire; en el mismo cielo oscuro, limpio de estrellas y solo con la luna llena tomando presencia de la entrada nocturna. Sentía que hasta este mismo satélite natural se veía espectacular; llamativo, brillante y sobre todo, atrayente.

 

Por razones comunes de cuentos y leyendas, conocía el hecho de que los lobos del reino animal aullaban en luna llena. No sabía la razón pero era muy familiar para los humanos conocer el dato inicial.

Por ello, en comparación a ese entonces, no lo entendía tampoco. Ahora era diferente. Y el conocimiento de muchas situaciones llegaron a nuestro alcance por medio del cambio significativo de nuestras vidas…

 

La noche del Lobo estaba aquí. El día más importante para los Lycans después de un siglo, llegó. Ese día donde existió el renacimiento. Donde la presencia animal estaría presente: tomando el lugar del humano. Tomando el control.

 

Repasando mis dedos por la tela del vestido azul rey con detalles negros, creando una combinación elegante, pensé mucho en el talento que tenía Leila. El resultado final de los vestidos que llevaba desarrollando hace varias semanas con ayuda e indicaciones del estilo que debía tener, era maravilloso.

Nunca había usado algo tan glamoroso.

Y jamás podía haber imaginado participar en una fiesta como la que se aproximaba.

 

Tomando valor, y aspirando con fuerza el aire ligero, me alejé de la baranda de uno de los pisos. Apartándome también de un paisaje diferente a la vista cotidiana del territorio de Demetri.

Exactamente en el palacio de la Luna, al cual llegamos hace unos días, asombrándonos por tal territorio deslumbrante. Situada en medio de una llanura bien escondida por el bosque frondoso y montañas de altitud.

 

Estoy segura que pese al gran tamaño del palacio, ningún humano conocía de el hasta ahora. Porque era cierto: desconocíamos mucho de este mundo. Aún lo hacíamos.

 

—Kal, Kal, Kal. Eres tan malo —esa protesta bastante fina y suave, detuvo un instante mis pasos, oyendo mejor que venía de la vuelta de la esquina del pasillo en el que estaba—. Estás rompiendo mi corazón al rechazarme de esa manera.

—¡Yo no…! No la estoy rechazando. Solo dije… Dije que me dieron la tarea de recibir a los invitados afuera. Por eso no podría estar a su lado como su… ¿acompañante?

—Soy tu superior, también podría ordenarte acompañarme esta noche y darle el trabajo de afuera a alguien más.

—General, no creo… —Un gruñido lo calló abruptamente, continuando un segundo después. —Irena… o, ¿Loba de Irena? ¿Cómo debería dirigirme a usted?

—Cómo mejor te parezca. No me importa. Lo que si me importa, y mucho es que te quedes a mi lado esta noche. La única que puedo tener el placer de ver a tan maravilloso ser. Porque a mi también me gustas mucho. Tampoco tengo el problema en no decírtelo de inmediato. Yo no tengo todo el tiempo que perder como alguien más.

 

Tal vez lo mejor no era inmiscuirme pero, por otro lado. A una parte extraña de mí, le desagradó lo que sucedía al otro lado que todavía no había visto la escena.

No entendí muy bien el sentimiento de malestar removiéndose en mi interior. Más cuando retome mis pasos, deslumbrando la imagen que me irritó aún más.

—Kaled —mi voz resonó sin pensarlo, llamando ambas atenciones de un pasillo vibrante de una luz de candelabros amplios que colgaban en el techo.

 

—Minerva —Al observarme con sus ojos esmeralda, una pronta sonrisa se desplazó en su rostro y rápidamente se alejó de la persona que lo tenía acorralado en una de las paredes, sujetando uno de sus mechones rubios. —Iba a buscarte, pero… —apretó los labios removiéndose inquieto— me encontré con la General Loba.

Detrás de si mismo, la General, que ahora no era justamente Irena pero también lo era, desplazó su mirada a la mía. Una mirada con iris muy diferente a los almendrados que la caracterizaban.

 

Valeria me advirtió sobre esta noche. Me advirtió muy bien para informarle a mis amigos; preparándolos y preparándome para no sorprendernos o asustarnos con el cambio. Un cambio no solo de un leve aspecto, sino también de personalidad.

—General —salude en un respeto obligatorio a esta otra alma presente.

—Minerva —Se acercó sacudiendo un vestido singular de un color igual de singular. Un champan claro. —Es interesante conocerte en persona al fin —deteniéndose a un lado de Kaled, muy cerca, barrio su mirada en mi—, aunque desagradable que nos interrumpas.

Su tono fue muy amistoso para catalogarlo como un ataque, pero sabía que sus intensiones reales eran otras. Por eso…

 

—No creo haber interrumpido algo importante —extendí mi mano, sujetando el brazo de mi amigo acercándolo a mi—. ¿Verdad, Kaled?

—Aaaam —miró de un lado al otro, bastante confundido de qué ocurría en verdad. Ni yo lo sabía—. Creo que… necesito… —de entre los pliegues negros de mi cintura, saqué un caramelo — ¡Chocolate! —me lo arrebató olvidándose de todo lo demás.

Sonriendo en una victoria mal disimulada, me enfrente a una mirada más seria.

No me intimido. No me intimidaría alguien diferente que residía con alguien a quién sí le agradaba. Estaba bien.

 

—Sí nos disculpa, General, tenemos deberes que cumplir. Y como la fiesta esta por iniciar —incliné la cabeza muy levemente—. Con permiso.

Tirando del brazo de Kaled que aún estaba concentrado en su chocolate, nos alejamos de ahí y de ella. No soportando la idea de que él se quedara, ni tampoco teniendo el suficiente control de no enfrentarla si decía algo para retenerlo…

 

Frunciendo el seño, me pregunte que era este sentimiento de disgusto. Era casi como si fueran… celos.




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