El Inicio del Reino Lycan (reescribiendo)

Capítulo 40

 

Desperdicio

 

 

 

Despertar con el sonido de la naturaleza, rodeando cada ángulo, no fue tan extraño como podría haberlo sido en otro momento.

 

Entreabriendo mis parpados, lo más llamativo que recibieron mis ojos, fueron la claridad intermitente de la luz del día.

El bloqueo de ver completamente un cielo despejado, se debió a la vegetación de los árboles que se sobreponían sobre mi.

 

Cerrando los ojos para tomar las cosas con calma de los recuerdos que llegaban a mi mente, también cubrí mis ojos con mi brazo, escondiéndome no solo de la claridad sino de la realidad.

Existía un desastre. Un verdadero desastre por delante.

 

—Un poco de agua, debería ayudarla —La voz viniendo de la nada de un lado cercano, específicamente. Evitó un tanto del caos en mis pensares.

 

Asomándome lentamente sobre mi brazo que usaba como escudo, comprobé si era la persona que creía al reconocer su voz.

—¿Malcom? —Noté su sorpresa ante la familiaridad que utilicé. No más que la mía, por supuesto. —Disculpe. No debería…

Reincorporando mi cuerpo del suelo, haciendo a un lado la manta que me cubría hasta entonces, pareció ser suficiente para notar algo aparte de los problemas que existían.

 

Un dolor poco sentido y ya olvidado, atravesó directo en los nervios en medio de mi cuello y hombro.

Llevando mi mano a dicha zona, para intentar calmar el similar dolor a agujas siendo clavadas varias veces. Fui abiertamente detenida por el agarre de una mano y la proximidad de una existencia.

—No lo toque —Ante mi fija mirada, explicó rápidamente. —Su herida pese a la revisión que le di, es bastante delicada.

Aún bajo mi atención, se removió con incomodidad hasta desviar su mirada a mi cuello donde por fin reaccionó, soltándome y tomando la distancia inicial que era respetuosa. La cual agradecía.

 

Todavía sin obedecer, continúe el tramo que tenía planeado con mi mano, aunque con menos brusquedad; palpe con la punta de mis dedos el alrededor de una gasa…

 

El fuerte recuerdo de la escena protagonizando a Aren, enterrando sus colmillos en mi piel fue más brutal de procesar. Casi igual al dolor que sentí. Fue muy similar a la primera mordida. No pensé que tendría una segunda, y ahora, más que nada quería evitar completamente una tercera.

 

Enterrando mis uñas con manchas de tierra en la palma de mi mano, hasta desgarrar algunas capas de piel, decidí afrontar lo sucedido.

—¿Qué mierda sucedió? —Claro que no dije que iba a ser de la mejor manera.

Sobre todo para Malcom. Un desconocido prácticamente.

Pero, necesitaba desquitarme con alguien. Él era el único y el más conveniente por su gran cercanía con Aren.

 

—Señorita…

—Deje a un lado esa estúpida formalidad —arrojando todas las mantas a un costado, demostré aún más mi enojo y todos los sentimientos encontrados que tenía—. Quiero que me digas que hizo Aren. ¡Que me hizo! ¿Por qué, él…?

¡Por los cielos! Revelarle el trauma que reviví con esa acción de morderme, fue detestable.

No iba a decírselo, pero ahora era yo la que debía afrontar otra consecuencia. Otras noches de malos sueños con insomnios de por medio.

Y ya superé los suficientes, solo para ahora, tener que volver a lo mismo. ¡No era justo!

 

—Yo… No lo sé —Mi razonamiento me obligó a ver a través del sentimiento de ira. Notando su sinceridad pura. —Él… no me dijo nada. Él solo… lo hizo por algún motivo. Un importante motivo seguramente.

También se encontraba en conflicto pero veía que creía en lo que hizo Aren. De alguna manera creía que hizo algo bien.

Y no podía. No podía con eso.

 

Suspirando profundamente y despejando poco a poco la neblina de mi mente, observé tanto su estado como el mío.

En temas de estética yo me veía peor que él. Su vestuario de gala con el que estaba en el salón, estaba notablemente adicionado con manchas de sangre y tierra, al igual que su rostro moreno con un par de cortadas cerrándose.

En cambio yo… Ni la palabra “caos” servía.

Leila no estará feliz al ver el vestido que hizo, convertido solo en arrapos.

Aunque me sorprendía la resistencia que tuvo al no caerse en pedazos.

 

Pedazos…

Revisando a mi alrededor con más atención, comprobé que estábamos bastante internados en el bosque. Solo existía verde a cada lado que veía. Significado de…

—¿Dónde estamos? ¿Qué sucedió después? —Mi pregunta esta vez no tuvo ningún sentimiento fuerte, algo que pareció agradecer Malcom; relajando levemente sus hombros.

 

—Algunos soldados que se negaron a abandonar palacio se enfrentaron al batallón de Demetri. Intentaron algo imposible de lograr, por lo que fueron masacrados, igual que el palacio. El Palacio que cayó a pedazos —Era un fácil resultado que necesitaba oírlo por algún motivo —Con el palacio en ruinas detrás de la espalda de Aren… él se entregó voluntariamente.

Voluntariamente. –sonreí–. Cobardemente en realidad.

La apariencia de alguien así que perdiendo su palacio dejó que fuera atrapado como un modo de valentía era una escusa frágil.

Si fuera el líder que creía, hubiera huido para mantener su promesa de proteger a su pueblo y los desdichados que fueron agraviados por su sangre. Pero no, él simplemente…

 

Retrayendo mis pies hasta mi pecho, suspiré. Él se rindió. Nos dejó la peor parte que afrontar.

 

—Demetri lo matará —anuncié en alto—. Y no lo hará por un capricho, si no porque Aren en verdad lo merece.

Esa historia entre los hermanos Darkcrown. La historia que Aren reveló del porque el odio de su hermano hacia él, fue fácil de terminar de unir todos los hilos.

Aren fue el responsable de la locura de Demetri. Él lo traicionó.




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