El Inicio del Reino Lycan (reescribiendo)

Capítulo 41

 

 

Los rostros de los traidores

 

 

 

Admirando la estructura bellamente modificada con piedras cristalinas en secciones fijas del metal en oro blanco. Formando así una corona. Recordé todas las veces que pasé observando tal creación de representación a un poder mayor.

 

Algunas ocasiones, solo podía admirarlo de lejos. Solo en esos instantes en el que mi madre lo llevaba alrededor de su cabeza en asuntos de importancia.

Y solo una vez, bajo mi ingenua curiosidad de doce años pude tocarlo; sostenerlo entre mis manos, y colocarlo sobre mi cabeza. Probando así el reflejo de mi aspecto en el espejo que se hallaba en las habitaciones de mi madre.

 

En ese entonces al observarme con tal magnífica creación que venía directamente desde el primer Gobernante Lycan, pensé que no me quedaba tal joya. No iba conmigo un color tan limpio como lo era el blanco. Ni siquiera era acorde a la estructura de mi cabeza, ya que sobrepasaba la circunferencia, cayendo hasta mi cuello…

 

Tan concentrado como estaba probándome la corona de los Reyes Lycans, no noté a mi madre observándome divertida desde la puerta. Solo lo hice cuando rio en alto por la frustración que mostré al final.

Contrario a lo que pensé, no se molestó por mi irrespetuosidad. De hecho, muy suave y amable me explicó que cuando sea mi turno de Gobernar, tenia el derecho de cambiar la estructura y el color de la corona. Solo no tenía al derecho de cambiar los materiales de creación.

 

Así fue que por esa noticia, fui feliz cuando me lo explicó, porque ya tenía una idea clara, de cómo quería que fuera la corona en el tiempo de mi Gobierno.

Y ahora. Tenía esa posibilidad justo en mis manos.

El día había llegado.

 

—Eso es todo, Majestad —guardó su cuadernillo y un lapicero negro—. Las modificaciones se terminarán en el tiempo acordado.

—Bien —dejé la corona de mi madre en la caja labrada de madera y metal dorado—. No quiero errores —En un único sonido, cerré la caja valiosa.

 

—Mi familia jamás a cometido errores con los pedidos de cada Gobernante de su sangre —Con una mirada, ordenó a uno de sus sirvientes tomar la caja—. Estará satisfecho con los resultados, Señor. Se lo aseguro.

Asentí una sola vez, despidiendo al Lycan de la familia más antigua de nuestra especie. Una familia bastante cercana a la corona, literalmente.

 

Retirándose, esperé disfrutar del silencio en mi despacho.

Lamentablemente un ajetreo en las puertas arruinó mi pleitecía.

—¡No puede entrar sin una audiencia autorizada!

—Puedo hacerlo si es una emergencia.

—¡No hay ninguna emergencia, híbrido! ¡Así que más te vale irte por las buenas o…!

 

—Entra —ordené en tono hastiado, sentándome en la silla con un resoplido.

Firmando algunos papeles y redactando otras autorizaciones, espere el poco tiempo que necesitaba para el ingreso ahora autorizado de Marck.

Autorizado pero no bienvenido.

 

Su presencia adentrándose y el cierre de la puerta. No impidió que mi atención se desviará de mi trabajo.

Tampoco sucedió cuando ordené: —Habla. Has estado pidiendo audiencia tras audiencia. No creo que sea importante si no sabes iniciar de inmediato. 

Aún con ello no dijo palabra alguna. Lo único que detecte fue su mirada pesada sobre mi. Pesada y duradera como lo hacía su hermana cuando trataba de analizar algún espécimen nuevo.

 

Siendo irritante, apreté fuertemente el lapicero entre mis dedos, levantando la mirada hacia él que todavía no desistió en su observación minuciosa. —¿Qué?

Bajo su escudriño, entreabrió los labios. —Solo… trato de descifrar una respuesta que me diga como tuviste el valor de hacerlo —pronunció bajo y agudo—. El valor para destruir un lugar tan histórico para los Lycans. En donde… todos los Gobernantes recidieron. Donde… tu madre, nació creció y falleció. Y donde tú naciste, creciste y

—… Fui traicionado, temido y odiado —asentí, volviendo mi atención a las hojas—. Sí, esos recuerdos son los que tenía de ese lugar.

Todo lo bueno en ese territorio murió para mi hace bastante tiempo.

 

—Siguen siendo importantes para el pueblo Lycan —trató de hacerme entrar en una razón que no necesitaba—. ¿Acaso tú no eras el que tuvo el ideal de proteger la especie? O eso me dijiste esa noche que te revelaste contra Aren.

 

Titubeé ligeramente en mi escritura, antes de contestar. —Para la victoria los sacrificios son necesarios. Así que no te apegues a algo tan superficial como un palacio que se puede replicar.

—No es algo superficial que pueda remplazarse. Lo sabes.

 

Más fastidiado por esta charla, dejé a un lado los papeles. Poniéndole toda mi atención.

—¿Qué es lo que realmente quieres, Marck? ¿Cómo puedo deshacerme de ti? Porque esto no solo se trata del palacio que ahora son solo escombros —sonreí—. Habla, ¿a qué has venido en realidad?

El par de ojos ámbar se movieron apresurados en un signo de duda, pero también convicción.

 

Tratar con él, en serio era un problema.

 

—¿Qué pretendes hacer con Aren?

No me sorprendió su pregunta. No me sorprendía algo que todos repetían desde la captura oficial al traidor.

 

—Pretendo hacer que su Reinado oficial acabé mas pronto de lo que inició —ladeé el rostro— ¿Es suficiente respuesta?

Por supuesto que lo era. Fácilmente estaba indicando que la única manera de hacer algo así, era matarlo. Matarlo y tomar el puesto que siempre me correspondió.

 

—No puedes hacerlo —entrecerré los ojos—. Demetri —se acercó, susurrando—. Aren es tu hermano. Tu única familia mas cercana de la misma sangre, y…

—Y la primera persona que me apuñaló por la espalda —completé por él—. Marck, te respeto por muchas cosas, pero no te involucres en algo que arriesgue tu cuello. Así que…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.