Después de la cena, el auto nos deja en la discoteca. Por las ventanas se ven cientos de luces brillantes que iluminan cuerpos en movimiento y crean una fascinante combinación de luces y sombras en cuerpos, piernas y brazos.
—Mañana haremos algo más tranquilo —me dice mi manager —Unas revistas quieren hacerte una entrevista.
—Gracias, Sandra.
Me mareo un poco al entrar, la música está muy alta y las luces bailan en el interior, enorme y lleno de humo.
Una mujer con un vestido muy corto nos conduce escaleras arriba, a una pequeña sala con finas cortinas en lugar de paredes. En él hay dos sofás y una mesa.
—Es la zona exclusiva —dice Sandra.
—Súper —digo sin mucho ánimo.
—¿Qué vas a beber? —pregunta Joe —¿Qué es lo que más te gusta?
Me acuerdo de Lukas —No me gusta beber.
—Esta noche vamos a celebrar, es el estreno de la película y vamos a disfrutar.
—No me apetece…
—Danos un sexo en la playa, uno para ella y uno para mí.
La mesera asiente y Joe pide una botella de ron para tomar luego.
No tengo la menor idea de qué es eso de «sexo en la playa», pero prefiero no mostrar mi ignorancia. Cuando regresa, la mujer me trae un vaso de tubo con una rodaja de piña y una sombrilla rosa. Le doy las gracias y pruebo un sorbo con la pajita. Está delicioso, dulce pero con un punto amargo al tragar.
—¿Te gusta?
—Está rico —doy otro sorbo.
Unas horas después y yo ya estoy demasiado tomada.
—Hace rato que no me sentía de esta manera —les digo gritando —Me siento viva otra vez.
—¿Quieres otro trago? —Joe me ofrece ron.
—¡A festejar! —me lo bebo de tope.
—Chicos, vamos a bailar —Sandra está tan borracha como nosotros.
Me toma de la mano y comenzamos a caminar. Cuando pasamos junto a la barandilla, miro abajo, donde hay dos plantas llenas de gente bailando
Cierro los ojos y me dejo llevar al ritmo de la música.
Después de bailar no sé cuántas canciones y dos copas más, todo empieza a darme vueltas. Me excuso para ir al baño, sujetándome el bolso mientras me abro paso entre cuerpos sudorosos.
Mi celular comienza a sonar y veo que es Naomi, con ella he hablado todos los días. Aun así no le voy a contestar, estoy demasiado borracha y no sé que puede salir de mi boca en estas circunstancias.
Las luces que rebotan en las paredes empiezan a marearme mientras espero. Intento concentrarme en la pantalla del móvil, esperando a que se me pase. Cuando la puerta de uno de los baños se abre al fin, entro de un salto y me inclino sobre la taza del inodoro, esperando a que mi cuerpo decida si va a vomitar o no.
Si Lukas estuviera aquí, me estaría dando un sermón.
Se me ha corrido un poco el maquillaje y parezco otra persona. Llevo el pelo alborotado y tengo los ojos inyectados en sangre de tanto licor.
Busco su número en mi celular y lo marco para ver si responde mi llamada.
—¿Chris? —escucho la emoción de su voz.
—Pensé que habrías eliminado mi número, idiota.
—Chris, ¿está todo bien? ¿Por qué me llamas?
—Porque te extraño.
—Chris, ¿estás borracha? —pregunta en tono serio.
—Tal vez —comienzo a reír —No quería que lo supieras, pero sigo enamorada de ti. Aunque tu mismo lo sabías.
Entonces entran dos chicas borrachas, una de ellas trastabilla sola y todo el mundo se parte de risa. Se meten tambaleantes en el cubículo más grande y yo vuelvo a concentrarme en la llamada.
—¿En dónde estás? —está molesto.
—Lu, cálmate —le pido —Además, fuiste tú quien me dejo por otra.
No te dejo por otra.
—Chris —suspira —¿Cuánto has bebido?
—Lo suficiente como para tener la valentía de llamarte y decirte que te amo, Lukas. Te amo como nunca he amado a alguien en mi vida y no sé por qué me dejaste —comienzo a llorar —He bebido dos cócteles y cinco vasos de ron.
—Estás demasiado borracha. ¿Dónde estás?
No quiero decirle —En un club nocturno.
—Así no te voy a poder encontrar fácil.
—¿Ya no me amas? —eso sale de mi boca sin pensarlo.
—¿Qué? —se sorprende por mi pregunta —Solo dime dónde estás.
—No.
—¿Joe está contigo? —su voz se vuelve dura.
—Sí, también está Sandra.
—Regresa a casa y hablemos, por favor. Además, no me gusta que Joe esté cerca de ti.
Le cuelgo sin dejarlo acabar. Pero ¿quién se cree que es? Tiene suerte de que lo haya llamado, aunque sea borracha.
Llego a mi mesa y pido otra copa más, la cual me bebo sin pensar.
—Me voy a ir a bailar —les informo.
Me abro paso hasta el centro de la pista de baile y empiezo a moverme. Seguro que estoy ridícula, pero sienta tan bien disfrutar de la música y olvidar todo lo demás, como el haber llamado a Lukas estando borracha.
Siento la presencia de alguien detrás de mí y volteo a ver quien es. Veo a un chico de cabello rubio y ojos claros, se parece mucho Lukas.
—¿Bailamos juntos?
Ni siquiera lo pienso —Claro, lindo.
—Eres muy guapa —me dice, me da la vuelta y pone fin a los centímetros que nos separaban.
Se pega a mi espalda y cierro los ojos, intentando imaginarme que soy otra persona. Una mujer que baila con desconocidos en un club.
El ritmo de la segunda canción es más lento, más sensual, y mis caderas se mueven más despacio. Nos volvemos, estamos cara a cara. Se lleva mi mano a la boca y me acaricia la piel con los labios. Sus ojos encuentran los míos y de repente tengo su lengua en mi boca.
—Mi hotel queda cerca. ¿Quieres pasar la noche conmigo?
—Por supuesto que no —digo ofendida —¿Quién crees que soy yo?
Regreso a mi mesa y Lucy me dice que es momento de irnos al hotel. Mañana regresaré a vivir a la residencia o tal vez busque un apartamento para mi sola.
Son casi las tres de la madrugada cuando regresamos al hotel. Estoy borracha y me muero de hambre. No dejo nada comestible en el minibar, tropiezo con la cama y me quedo tumbada. Ni siquiera me molesto en quitarme los zapatos.