El intercambio: De regreso a casa

Capítulo 19

Muevo a Lukas una vez más.

—¡Lukas! ¡Despierta! Vamos a llegar tarde.

Yo ya estoy vestida y preparada, he metido las maletas en el auto y lo he dejado dormir el mayor tiempo posible.

—Tengo sueño.

—Levántate.

Se tapa la cara con la almohada, se la quito y la tiro al suelo.

—Duerme conmigo —le da palmadas a la cama.

Me acerco a él y le muerdo el brazo.

—¡Auch!

Vuelve a cerrar los ojos y se vuelve a quedar dormido.

Me acerco y le doy una nalgada que lo hace abrir los ojos de inmediato.

—¡Chris!

Él se levanta y busca algo para ponerse. Se acomoda el cabello y se queda viéndome.

—¿Me alcanzo a lavar los dientes?

—Puedes darte un baño.

Lukas se mete en la ducha y me siento en la cama para esperarlo. Sale vestido con una camiseta negra y un jean básico.

—Listo, amor —me da un beso —Buenos días.

—Buenos días.

Salimos del apartamento y cuando vamos llegando a la casa de los padres de Lukas, veo que Neil y su mamá nos esperan afuera de la casa.

—Mi culpa —ríe Lukas —No me quería despertar.

—Típico de los Jensen —me dice Kim —¿Como estas, linda?

—Bien, gracias.

—Nos iremos todos juntos en la camioneta —Kim señala el auto familiar.

—Ni riesgos —me susurra mi novio.

—Lukas —lo regaño.

—Bien.

Lukas sube nuestras maletas a la camioneta y Neil comienza a reírse.

—Este será un buen viaje —nos dice.

Lukas se sienta a mi lado en el asiento de atrás después de comentar que no piensa sentarse al lado de Neil. Brad arranca, Kim pone la radio y empieza a cantar en voz baja.

—Ya quiero que vean la cabaña y el barco —Brad nos mira por el retrovisor.

—¿Qué cabaña? —pregunta Neil.

—Es sorpresa. Está junto al agua y sé que les va a gustar demasiado.

Qué alivio no tener que dormir en el barco, que era lo que mas temía.

Después de unos treinta minutos o más. Kimberly se gira hacia nosotros y tiene una enorme sonrisa.

—¿Jugamos al veo, veo?

Lukas se echa a reír y se recuesta en mi hombro para cerrar sus ojos.

—Tengo demasiado sueño. Tal vez mi novia y mi hermano quieran jugar.

—¡Vale! ¡Yo primero! —dice Kim—Veo, veo… una cosa… ¡Azul! —chilla.

—Es la camisa de mi papá por si no sabes —me susurra Lukas.

—El auto que está por allá —señala Neil.

—La camisa de Brad —digo yo.

—Ganaste —me mira —Tu turno.

—Bien. Veo, veo… Una cosa… rosa.

—Tus uñas —me dice Neil —Es obvio. El juego es algo tonto.

No le hacemos ni caso y jugamos un poco más hasta que la respiración de Lukas se hace más profunda y empieza a roncar en mi cuello.

Después de unas horas de camino, todos están dormidos a excepción de Brad, que es el que está manejando.

—Solo falta una hora más —me mira por el retrovisor.

Asiento y paso los dedos por el pelo suave de Lukas. Mueve los párpados al recibir mis caricias, pero no se despierta. Con los dedos, recorro su espalda muy despacio, disfrutando de poder verlo dormir en paz, abrazado a mí.

Giramos al llegar a una calle pequeña bordeada de grandes pinos. En silencio, miro por la ventanilla. Doblamos una esquina y de repente estamos ante la costa.

Es preciosa.

Las aguas azules y resplandecientes bañan la orilla y crean un contraste espectacular. Aunque la hierba está marrón y seca debido al frío invierno de New York. No puedo ni imaginar lo bonito que debe de ser esto en verano.

—Familia, hemos llegado.

Miro hacia el frente y veo una gran cabaña de madera.

—Amor, despierta —lo muevo un poco.

Lukas se despierta y se frota los ojos varias veces.

—Neil, ya llegamos.

Mi novio lleva nuestras maletas a nuestra habitación y Neil se queda hablando con su papá.

—Está hermosa la cabaña —le digo a Kim.

—Me alegra mucho que te haya gustado.

Ella se acerca y me da un fuerte abrazo.

—Te extrañé mucho el año en que no estuviste.

—Yo igual. Oye, ¿en dónde está Rose?

—No pudo venir, pero te prometo que iremos a visitarla cuando regresemos del paseo.

Unas manos rodean mi cintura y Lukas me gira hacia él.

—Deje las maletas encima de la cama. Prefiero que seas tú quien desempaque las cosas.

Lukas no sabe hacer las maletas y cuando va a desempacar deja todo regado.

Hace buen clima y, como brilla el sol, parece que hace más calor que de costumbre en esta época del año.

—¿Vamos a la tienda por chocolates? —Neil se nos acerca como un niño pequeño.

—Sí.

Neil se monta en el puesto del conductor y Lukas se hace a su lado. Me hago en el asiento de la mitad para poder quedar cerca a ellos.

—Veo, veo… —se burla Neil —Fue el juego más aburrido de la vida.

—Fue idea de tu mamá —le digo —Ella quiere pasar un rato agradable.

—¿Cómo vas con…? —mi novio no sabe como hacer la pregunta.

—Tranquilo, hermano. Puedes decirlo sin problema. Y la respuesta es… voy demasiado bien. No he bebido.

—Eso es genial —digo desde atrás.

Llegamos a la tienda y Lukas y yo nos miramos cuando Neil toma una canasta de mercado. Yo pensaba que tomaríamos tres dulces. Neil coge helados, paletas de frutas, gomitas, chocolates y muchos más dulces.

—¿Qué es todo eso? —lo miro.

—No quiero morir de hambre.

Nos acercamos a pagar todo lo que Neil lleva en la canasta y regresamos a la cabaña.

—Después del almuerzo nos iremos en el bote —dice Brad.

—Nos avisan —Lukas toma mi mano —Nosotros estaremos en la habitación.

—¿Puedo ir? —nos mira Neil —Tengo chocolates.

Ambos reímos y subimos con Neil a la habitación. Ello se sientan en la cama y yo me pongo a desempacar nuestras cosas para organizar en el armario.

—¿Siempre es así? —le pregunta Neil a Lukas.

—¿Cómo?

—Está organizando la ropa —dice como si fuera la peor cosa del mundo.

—Te estoy escuchando —lo miro —Y si, siempre soy así.




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