El intercambio: De regreso a casa

Capítulo 25

Las noticias sobre el compromiso de Lukas y mío ya estaba circulando por todo internet. Las personas se estaban volviendo locas y nuestros celulares no paraban de sonar con notificaciones.

—Lukas —grito desde el baño.

—¿Qué te pasa? —se acerca corriendo —¿Te sientes mal?

—¿Qué me pongo? —le muestro mis dos opciones.

Él rueda sus ojos y luego se ríe.

—No vuelvas a gritar así. Pensé que te habías pasado algo malo.

—Literalmente si me pasa algo malo. ¿Cuál te gusta más?

—El vestido blanco corto —guiña el ojo —Ese es perfecto para ir a la iglesia a que nos casen.

—Salte —lo empujo.

Me pongo mi vestido blanco con unas sandalias. Me maquillo de manera sutil y me hago ondas en el cabello.

—Lista —salgo del baño.

—Eres la esposa más linda.

—Tú estás hermoso —le acomodo la camisa blanca.

—Vamos, futura esposa.

Lukas toma mi mano y salimos del hotel. Subimos en un auto y Lukas le pide que nos lleve hasta la iglesia.

Mis nervios aumentan cuando veo que hemos llegado a la iglesia. No puedo creer que esto esté pasando.

—Buenos días —Lukas saluda al padre —Ella es Chris.

—Un gusto.

—Qué lindo es el amor entre jóvenes —nos dice el hombre —¿Listos?

—Vamos.

Lukas ya había hablado hasta con el padre de la iglesia y yo ni cuenta me había dado.

Nos hacemos en el altar de la iglesia y el padre comienza a decir unas cuantas palabras, pero yo solo puedo esperar a que digas unas palabras en específico.

—Christina Rowe. ¿Aceptas a Lukas como tu futuro esposo? —me mira.

—Acepto —sonrío como idiota.

—Lukas Jensen. ¿Aceptas a Christina como tu futura esposa?

—Por supuesto que acepto.

—Ya pueden besarse —dice el padre con una sonrisa.

Lukas me toma de las manos y se acerca a darme un profundo beso.

—Felicidades.

—Gracias, padre —decimos al tiempo.

Salimos de la iglesia y me siento tan orgullosa de que al fin pueda decir que somos esposos.

—Te amo, esposa —me besa.

—Amo como suena eso, esposo.

—¿Lo hacemos público?

—Sí.

Nos tomamos una foto enseñando nuestros anillos y la subimos a nuestro Instagram. Los likes y comentarios se comienzan a hacer presente y veo que son muchísimos comentarios.

Mi celular comienza a sonar y veo que es Sandra.

—¿Cómo es eso de recién casados?

—Nos acabamos de casar —responde Lukas.

—¿Y por qué soy la última en enterarse?

—Apenas nos comprometimos ayer y nos casamos hoy. Pero tranquila, Sandra. La boda oficial será luego.

—Ya iba a golpearlos —se ríe —Espero que disfruten mucho de este paseo porque luego se viene mucho trabajo, chicos.

—Lo sabemos.

—Los dejo para que disfruten.

—Adiós.

Miro a mi esposo y él toma mi mano.

—Yo también tengo una sorpresa para ti, amor.

—¿Qué sorpresa?

—Iremos al puerto de Thirasia —le informo —La lancha llega en una hora.

—Tú sí que me sabes sorprender.

Regresamos al hotel y me pongo un bikini para cuando nos vayamos. Arriba me pongo un vestido negro y mis sandalias.

El paseo en lancha fue increíble porque podíamos ver los peces que había debajo de nosotros. Nos bajamos en el restaurante y doy mi nombre de la reservación.

—¿Te quieres meter? —Lukas señala el agua cristalina.

—Sí.

Entramos en el mar y el agua está bastante fría y veo que se me erizan los bellos de mi brazo.

—Esta helada —me aferro a Lukas.

—Bastante.

Lukas pone una mano en mi vientre y lo miro de manera extraña.

—¿Qué haces? —sonrío un poco.

—Práctico para cuando estés en embarazo —se encoge de hombros.

—Eres… perfecto —lo beso.

—Ya me estaba asustando.

Nos salimos del agua para broncearnos mientras que llega el almuerzo. Había ordenado pescado frito, arroz de coco y ensalada. El de Lukas viene con cazuela de mariscos. A mí la verdad no me gustan mucho los mariscos porque no sé que es cada cosa que estoy comiendo.

—Vamos a la mesa.

Entramos al real y Lukas me mira cuando ve lo que he ordenado para él. Lo conozco demasiado bien y sé que ama la cazuela de mariscos.

—¿Quieres probar?

—No, gracias —trato de sonreír —No sé si quiero saber que es todo lo que viene ahí dentro.

—Pulpo —señala uno.

—No quiero probar pulpo —hago una mueca —Mi almuerzo es perfecto.

Amo el arroz de coco y también el pescado frito. La verdad me gusta mucho alguna comida de mar. No me gusta el pulpo porque para ser sincera me da algo de fastidio.

—¿Te quieres montar en globo? —me pregunta.

—Pues…

No, amor. Me da miedo que nos caigamos y vayamos a morir.

—Es que estoy demasiado llena. ¿Tú quieres?

—Puedo esperar.

Creo que voy a montarme en globo solo porque mi esposo lo quiere.

—Bueno. Tal vez podamos montar.

—¿Vamos? —toma mi mano.

Pagamos la cuenta y vamos a donde están los globos para dar un viaje desde el cielo. Creo que este no es mi momento preferido del viaje, pero haré lo posible para que Lukas vea que estoy disfrutando.

—¿Esto no se puede caer, verdad? —miro a Lukas.

—No.

El señor enciende la llama para que el globo suba y mis nervios comienzan a aumentar.

¿Y si esto se incendia?

¿Y si cae una muy fuerte lluvia y se paga la llama?

¿Y si caemos en el mar y nos comen los tiburones?

Un mareo repentino me saca de mis pensamientos y tomo la mano de Lukas para estabilizarme.

—¿Estás bien?

—Si —le miento.

El paseo dura treinta minutos y son los treinta minutos más largos de mi vida. Agradezco cuando llegamos a la tierra y regresemos al hotel porque la verdad es que no me estoy sintiendo nada bien.

—¿Qué tienes, amor?




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