Algunos meses han pasado desde mi último encuentro con Victoria, por suerte no me ha llamado. Porque otras diligencias merecen mi atención, aunque la compañía femenina es una de mis primeras elecciones, también tengo un amigo, con quien voy camino a encontrarme para darle consejos que nunca sigue sobre una ex que jamás lo quiso.
La comparación de un ser con un algo es, además de ofensiva, es muy restrictiva. No obstante, si tuviera que comparar a las mujeres con un objeto, definitivamente sería un prisma: Ambas caras, ninguna igual a la otra, refractan luz, absorben u otorgan oscuridad. Algunos transparentes y otros no, agresivamente inentendibles pero desafiantes a conocerlos, «si mi profesor de geometría me oyera decir esto, seguramente seguiría en la universidad.»
La cuestión es, mi amigo es un idiota. «Pero el amor nos vuelve idiotas, ¿verdad?» La inyección de dopamina que esa mujer clava en su corazón; definitivamente le nubla cualquier resto de conciencia, y el pobre nunca destacó por tener mucha que digamos. Me ha llamado hace unos días, su voz se escuchó como la misma de hace meses, ahogado en el engaño de una esperanza que ya no existe, sin duda... es un idiota, pero es él idiota que respeto.
Es extraño, las conversaciones siempre terminan de una sola forma: él diciéndome que finalmente la dejará ir, y yo respondiendo que no tengo planes de formar una familia. Atarme el brazo e inyectarme una bolsa enorme de dopamina y un montón de hormonas que produce un efímero sentimiento, no es lo que quiero. Eso no significa que no puedo o no busco la felicidad, pero la mía se esconde tras un objetivo, y enamorarme solo entorpecería todo, quizás después de eso, solo tal vez; exista una mujer que merezca mi exclusividad.
Me gusta usar el transporte público, además de ser económico, me divierte fantasear historias con los intentos inútiles de mujeres que no pueden desviar sus ojos al verme, o sentirse hipnotizadas con uno de los perfumes que elijo para la ocasión. El lenguaje del olor es tan importante como cualquier otro, una mirada se puede ganar, pero un aroma se puede saborear. Y adueñarse de ambas sensaciones, es la combinación perfecta para que el resto sea mucho más sencillo.
Una mujer puede ser estimulada de muchas formas sin siquiera entablar una conversación. Por ello es muy importante que la ropa esté directamente relacionada con el perfume, la mayoría de hombres no saben siquiera describir el olor de un desodorante. A veces casi me siento apenado por ello, pero también lo agradezco, porque si muchos supieran lo poderoso que puede ser un estímulo a través de un aroma, tendría que esforzarme un poquito más.
Traté de enseñarle el "lenguaje del aroma" a Kevin, pero ni siquiera puede entender a su ex, no va a entender toda esa cuestión. Me limité a regalarle dos tipos de perfume y seguramente olvidó cuando usar uno y cuando usar el otro. No puedo pretender que el siga mis pasos, además de que no podría enseñarle, con los únicos seres vivos que tengo paciencia, usualmente son de cuatro patas, muy peluditos y son llamados como: "los mejores amigos del hombre."
Me encanta usar traje, pero esta vez no es necesario y aun así, me basta un simple outfit urbano para sí quisiera conseguir una compañía. Pero hoy no, hoy es momento de sacar el título que no poseo en psicología fraternal.
Luego de caminar algunas cuadras, llegué hasta el bar, un sitio modesto que tiene todo lo que un hombre soltero con ganas de beber y desconectarse necesita. No es malo, tampoco es bueno, pero vale la pena pagar unas bebidas. Estoy acostumbrado a que me lleven a lugares tan excéntricos que hasta llegué a creer que hay que beber con cubiertos.
Al cruzar la puerta, Kevin levanta la mano en el fondo, en la mesa de siempre. El olor del sitio está ideal, después que prohibieron fumar adentro se puede respirar oxígeno, no diría que limpio, pero al menos no son partículas de cáncer ajeno. A veces está la mesera, María: que por más que he provocado, ella me ha visto irme con mujeres distintas cuando es día de promoción de bebidas dobles.
—Entonces... ¿Cuántas veces la llamaste estando borracho esta vez? —para romper la tensión, pregunto algo que obviamente ya sé la respuesta.
—Hola Tom... ya sabes amigo, aun la extraño y he intentado hacer lo que me has dicho, pero...
—Pero si lo hubieras intentado, tu cara no parecería como si vinieses de un velorio —interrumpo una excusa que también ya ha dicho—, escúchame Kevin, eres un buen tipo, en serio, ojalá yo pudiera ser la mitad de buen hombre que eres, lo bueno es que soy mejor en muchas cosas, pero no nos vayamos del tema. El caso es este: debes olvidar a Eugenia de una vez y por todas.
—Lo sé, pero...
—Pero aun así no lo haces. Llevas meses destruyendo tu vida mientras otra mujer ya ha reconstruido la suya. Buscas una esperanza que nunca existió.
Kevin me escucha y observa con una mirada apagada, pero se puede ver un atisbo de conciencia, uno que no vi en otras ocasiones.
—¿Sabes...? Eres pésimo para dar ánimos —añade resoplando molesto.
—Te doy algo más que ánimos, te doy razones.
—Amigo... no necesito nada de esto, solo necesito que me escuches...
Y ahí va de nuevo. La noche apenas estaba comenzando, otra vez escuchar la misma historia mientras acumulamos alcohol en nuestro cuerpo. No obstante, es mi amigo y debo apoyarlo, pero ya estoy algo cansado de que él no pueda salir de aquel pozo donde lo arrojaron, así que no me queda más remedio que visitar a Eugenia.
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Editado: 25.10.2024