Las cortinas se movían acorde al viento, un escritorio de madera y miles de colores ahí, una computadora que daba justo al sol y se veía esa gran luz iluminada, una cama desordenada pero una sabana de pequeñas flores y almohadas rosadas, y una chica llamada Ginevra, que llamaba a su habitación de universidad como "El jardín de Ginevra".
Ginevra dormía como un bebé, hasta que sonó ese terrible y odioso timbre. Ella sabía que, a la misma hora que todos los días, llegaría un paquete, algo que l seguía desde el día uno que ingreso a esa universidad.
— Esa es mi alarma menos preferida...
Ginn, como le decían todos, se levantó y abrió la puerta, y abajo, justo frente a sus pies, había una pequeña caja y una nota: "El sol esperó a que abrieras los ojos para entrar"
Ginn simplemente tomo la caja y la nota, y la guardo en un pequeño bote donde estaban todas las notas que ese chico le había dado. probablemente eran más de 100, del mismo chico anónimo que jamás vería su rostro, o al menos eso suponía
Al abrir la caja, encontró sus chocolates favoritos y los libros que ella, el día anterior, le comento a Clara mientras estaban en la biblioteca
— No se de quien venga, pero me agrada...
Simplemente dejo los libros en la pequeña estantería que tenia y se duchó, maquillo y vistió para sus clases, las cuales empezarían en no mucho tiempo. Ella estudiaba la maravillosa carrera de Historia del Arte.
Ginevra era bastante social, así que saludo a todo el que paso frente a ella, hasta llegar al salón de clases, donde evidentemente encontró a Clara
— Oye, ¿qué regalo te llegó hoy?
Clara tenía ese tono de burla hacia Ginevra por su admirador secreto, aunque también tenía curiosidad de saber quien pretendía a su mejor amiga.
— Bueno, fueron unos chocolates, y los libros que hablamos ayer, pero es extraño... Nadie nos estaba viendo.
— Nunca lo sabrás, igual tu admirador secreto te estuvo espiando.
— ¡No digas eso! Es imposible.
Y aunque no era imposible, para Ginevra si lo era. Pensar que quizá alguien la estuvo espiando y esas cosas era extraño, pero le seguía agrandando tener esos libros, aunque no sabía de quien venían exactamente.
La clase empezó. Era encantadora para Ginevra, pero para Clara no. Ella lo estudiaba por su padre únicamente, quien la forzó a estudiar lo mismo que él.
Horas eternas pasaron y la clase terminó. Ambas fueron a almorzar y su día fue tranquilo. Honestamente, no había algo que la hiciera sentir "la piel de gallina".
Al llegar la noche, ambas acordaron ir al cine qué quedaba más cerca. Fueron a sus habitaciones y se arreglaron. Mientras Ginevra se terminaba de maquillar, sonó nuevamente ese horrible timbre.
— Justo cuando me maquillo... No puede ser...
Ginevra soltó la paleta de sombras y abrió. Era un ramo enorme de flores.
— ¿Usted es Ginevra Bianchi, no?
— Si... ¿eso es...?
— Si, es para usted. Simplemente firme.
Ginn firmó y le entregaron el ramo, que eran sus flores favoritas: las Magnolias.
— Estas hermosas flores no se pueden quedar sin agua. Iré por algún florero hermoso como ellas.
Aunque no las esperaba, sabía de quién venían, aunque no conocía nada de ese chico. Y mientras las ponía en agua, Clara llamó:
— ¿Ya casi estas? Es tarde.
— Ya casi, esperame.
Ginn no tardó en maquillarse nuevamente y siguió viendo esas hermosas flores. Era la primera vez que en su vida le regalaban flores.
Justamente mientras observaba las flores, Clara toco la puerta.
Ginevra salió y fueron al cine a ver la película acordada. Ciara era de esas chicas que hablaba mientras veía la película, pero Ginevra era más de observar y admirar la belleza del arte