El Jazz de tus ojos: Una historia de Experiencias

2- Días de escuela

Mis días en la universidad eran divertidos. Me gustaba llegar a primera hora y ver a mis amigos. Mostrar la novedad de la librería y escuchar sobre su día anterior, todo justo antes de la primera clase. Caminábamos por los pasillos charlando y con los libros en la mano entramos a las aulas.

Aún recuerdo aquel día, cuya fecha está borrada de mi memoria, cuando llegué con un nuevo libro. Miré a ese regordete muchacho, cabello rubio y largo hasta los hombros. Tenia una fascinación por usar el cuello de su camisa levantado, esos pantalones de mezclilla hasta la cintura y zapatos deportivos blancos. Eddy parecía ir a la moda, a las chicas les gustaba. Cada mes mi amigo tenía una "compañera" nueva, es como si buscara algo en esas mujeres que el no tenía. Se divertía mucho, salía muy seguido, nos contaba sus aventuras sexuales, nos mostraba las cartas. Era un éxito con las chicas. Salía con todo tipo: Altas, bajitas, delgadas, musculosas, gordas, rubias, castañas, morenas, pelirrojas. Incluso una vez me sentí muy celoso, pues comenzó a salir con una chica japonesa que venía de intercambio, no hablaba el idioma, pero a lo que me contó mi amigo la pasaban muy bien mientras ella vivía sola en nuestra ciudad. No recuerdo su nombre, pues nunca me percaté cuando lo dijo, pero me habría encantado ser yo quien salía con ella.

Cuando vi a mi amigo lo primero que hice fue levantar la mano para que me viera, con esa seña tan característica mía: Puño cerrado, dedo índice y medio levantados.

-- ¿Cómo estás? -Pregunte mientras me quitaba la mochila del hombro izquierdo para reposar la sobre el suelo- Un fin de semana largo, amigo.

-Bastante bien. Las chicas de esta escuela son to... - Fue interrumpido por mi incomodada voz.

Un vacío en el estómago me salta cada vez que alguien cuenta sus experiencias sexuales. Me da muchísima ansiedad, me siento incluso enojado. Es como si yo no quisiera que los demás vivieran eso; termino pre- juzgando a las personas por eso. No pienso que las personas sean malas, el sexo cualquiera lo puede disfrutar como quiere, pero me duele mucho el hecho de... ¿Ellos sí y yo no?... Ese es mi lado malo. Mi lado juzgador, lleno de rencor, de envidia.

- ¿Tienes que hablar de ello ahora? - Dije mientras encendía un cigarrillo.

-Bueno, solo quiero contarte. Conocí a una chica en un bar. Conversamos un poco, después la llevé a mí casa. Ya sabes, la magia ocurrió. La muy tonta dejó sus pantaletas en mi habitación- Dijo riendo-, tienen un olor fantástico amigo. Sus jugos naturales son de lo mejor, ¿Sabes? No entiendo como nunca estás interesado en acostarte con alguna chica, si eres muy atractivo. Estoy seguro que lograrás un polvo en cosa de nada.

-No me interesa- Dije angustiado-, ya lo sabes. Prefiero enamorarme que andar llevando chicas a mi casa cada fin de semana. Este fin estuve leyendo historias con Amelia. Ella me encanta, Amigo, es muy interesante.

Amelia era la mujer más hermosa que conocía en aquel tiempo. Era la clase de chica intelectual, con un gusto nato por las buenas obras. Disfrutaba mucho de ir al teatro, leer y acompañar las largas charlas que teníamos con un buen café al estilo colombiano, pues su madre es de Colombia. Mientras creció en ese bello país conoció el arte de preparar un buen café. Usaba gafas redondas muy grandes y un cabello lacio que era más corto que el de Eddy, pero daba la impresión de ser más largo. Siempre amé su gesto particular de subir sus anteojos por la delgada nariz con el dedo medio. Siempre hacia un falso pestañeo para adaptar su vista a la nueva posición que sus lentes tomaban. Su delgada figura me permitía rodear todo su torso con mis brazos y sentir que la protegía. Me sentía potente, Poderoso, enorme. Abrazarla me daba mucha paz.

--Amigo... Pícala, yo sé que quieres – Dijo Eddy en tono burlesco.

Parecía como si Eddy no tomara en serio las palabras que le dije, pues al haber expresado mi sentir siguió haciendo bromas sobre el sexo fácil que consigue.

. . . . .

Aquel día al terminar la primera clase, por la mañana, nos sentimos preocupados de que Rodrigo no apareció. Es la última parte de nuestro trío. Pero al poco tiempo de comenzar a preguntarnos por él, nos alcanzó en la cafetería de la escuela. Tenía la ropa sucia, como si un camión habría pasado por encima. Una cazadora amarilla que se observaba desde el otro lado del lugar, la playera blanca –que en él era ley- llena de manchas que indicaban una dirección (como siendo arrastrada), los típicos jeans rotos por la rodilla y sucios. Fue una aparición muy extraña, que a todos en el lugar llamó l atención.

-Dios mío, Rod ¿qué te pasó? – Alcé con tan solo mirar la horrible facha de nuestro amigo.

-Estás horrible- Segundó Eddy.

-No pregunten – Dijo Rodrigo sentándose y soltando la mochila a un lado. Parecía estar muy cansado, como si estuviera descansando de una larga carrera. Su rostro de queja era como el de una persona que acaba de tener una pelea.

Nos sentamos en el comedor, con refrescos y nuestro desayuno. Fue una mañana tranquila, como la de cualquier día. Mis amigos hacían bromas, reíamos, mirábamos el desfile de personas por los pasillos. Eddy tiraba uno que otro comentario sobre las chicas del lugar y sus miradas fulminantes a los traseros de aquellas chicas. En mi escuela, había una gran diversidad de personas, siempre creí que era por las diferentes carreras que ahí se podían estudiar. Dependiendo por completo de la personalidad de cada quien era como se mostraban frente a la jungla en donde pasaba mis días.



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En el texto hay: drama, aprendizaje, amores

Editado: 13.06.2019

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