El Jazz de tus ojos: Una historia de Experiencias

3- Minerva

-Soy Minerva. - Dijo con una sonrisa tan grande que sus mejillas parecían estallar-. Es un gusto, Max.

Estrechó mi mano con mucha delicadeza, el movimiento era fluido y su sonrisa fue contagiada a mí. Me sentía estar con alguien que conocía de sobra. Era como estar con una hermana o una de esas primas que no ves cada 20 años. Como si por fin me estuviera reuniendo con alguien a quien esperaba. Mi corazón dio un vuelco y la ansiedad comenzó a hacerse presente. Al salir de la biblioteca, charlando con ella, encendí un cigarrillo; ella me miró raro y de una expresión de asombro me grito - ¡No estés fumando! ¿qué crees que haces? Puta madre, Max.

-Lo siento, no cr...- Comencé a decir cuando fui interrumpido.

-No estás pensando las consecuencias. Eres estúpido, Max- Me dijo en el tono más sereno y reprochador que jamás había visto de alguien quien tuviera mi edad. Parecía mi madre encerrada en ese cuerpo con tantas curvas; mi madre tenía muchísima más grasa que Minerva.

- ¿Por qué fumas? - Preguntó.

Esta es la pregunta más difícil de contestar, porque me cuestionan algo que simplemente hago. No pienso en nada cuando deliberadamente tomo un cigarrillo y lo enciendo, solo sé que quiero quitar algo en mi estómago. Muchas veces solo es para no tomar algo con mucho azúcar, otras para quitar la ansiedad. Pero aceptar este error siempre ha sido muy difícil. Aceptar que lo comencé a hacer por una razón tan estúpida me hace sentir como el ser más tonto del universo y aquel ser humano que nunca quise aparentar. Una máscara en mí.

-No tengo idea. Supongo que para calmar mi ansiedad o porque me pongo muy nervioso. No sé- Dije en el tono natural más forzado de la historia. Me sentí como un idiota, seguro Minerva se había dado cuenta de lo difícil que es para mí hablar de esto. Solo quería que no vuelva a tocar el tema. - ¿Vamos por algo de comer? - Pregunté.

- ¡Sip! - Respondió apenas terminé de hacer la pregunta en un tono tierno y dulce- ¿No tienes clase? - Arqueó sus cejas y levantó la mirada. Minerva era un ser tan tierno. Era muy dulce. Su mirada causaba querer abrazarla, quería besar sus mejillas, estar con ella todo el día. A pesar de apenas conocerla, tenía un semblante que me atraía muchísimo. Quería ver su rostro después de un beso, probar su saliva. Oler su sudor, ver su cuerpo desnudo. Pareciera como si entendiera la promiscuidad de Eddy en ese momento.

-No, tu tranquila- Mentí- Ya han terminado mis clases y ahora solo iba a pasar el día leyendo. Ya sabes, me es divertido.

- ¿Quieres que vayamos por algo de comer? Digo; si no te interrumpo- Comentó.

Acepté en ese momento poniendo mi mano frente a ella, indicando el camino con la mano abierta en un caballeroso gesto. Minerva comenzó a caminar delante de mí. Solo miraba su nuca preguntándome como es que llegué a este momento, qué es lo que va a pasar. No lo sé, pero algo me dice que esto podría ser muy grande.

- ¡Entonces, mi perro, saltó de la cama y a mi madre le cayó en el estómago! - Minerva dijo riendo- Es tan tonto que parece salido de un circo- Carcajeó.

- ¿Qué pasó con el helado de tu madre? - Reí.

- ¡Se lo tiró por toda la cara! - Tiró una carcajada enorme. Mientras estábamos tomando un café en un local a unas cuantas calles de nuestra escuela, el día pasaba rápido. Cuando menos me di cuenta ya habían pasado tres horas. Mi bebida estaba fría, el aire jugaba por la entrada del lugar, la gente charlaba a nuestro alrededor y la figura de su melena se movía de un lado a otro.

-Cuéntame- continué-, ¿Qué es lo que hacías en la biblioteca?

-Solo fui a buscar un libro, pero al parecer no lo tenían- Dijo mientras se ponía de pie.

La seguí en su movimiento. Quería estar junto a ella, seguir sus pasos. Mientras dejaba un billete en la mesa del café iba detrás de Minerva. Su melena se movía de un lado a otro mientras caminaba. Comenzamos a caminar por la calle del café, demasiado lento. La caminata que se podría prolongar por mucho rato. Los autos pasaban a un lado, como no importando nuestra presencia. Ella tenía una manera muy agraciada de caminar; parecía que pensaba y al mismo tiempo no le importaba nada.

- ¿Qué es lo que te gusta leer? - pregunté con falso interés. Realmente no me interesaba saber lo que Minerva lee, pero tengo una tensión muy grande y solo quiero no pensar en ello. Es como si estuviera intranquilo por saber una respuesta, con ansiedad de esperar algo que probablemente no llegue. Con esa clase de miedo cuando alguien te advierte de una charla peligrosa.

-Me gusta leer de todo, ya sabes, esos libros de fantasía, luego los de temas muy interesantes como en enciclopedias... Ahhhh- Suspiró- Me encantan las enciclopedias.

- ¿Te gustan las enciclopedias? - Pregunté

- Sí, sí- Dijo emocionada.

- Woah, a mí también- Mentí

- ¿En serio? ¿Sobre qué temas te gustan?

- Oh... De todo- Comencé a responder con inseguridad, pero recobré confianza cuando me creí a mí mismo la mentira. Solo de esta forma es que podré salir de esta. Ya estaba enrollado, así que no me quedaba de otra que seguir mintiendo. Al parecer todo lo que estaba diciendo sobre las enciclopedias y los temas de aquellos libros le estaban convenciendo porque parecía fascinada con cada cosa que decía. Era como si estuviera escuchando un debate súper interesante, solo que en esta ocasión era yo con mi bocota y mis mentiras.



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En el texto hay: drama, aprendizaje, amores

Editado: 13.06.2019

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