El juego del corazón: entre goles y letras.

Girasoles.

Estaba en mi habitación, rodeado de varias cintas de distintos colores, tijeras y pegamento, intentando hacer flores eternas. Las primeras que hice no salieron como esperaba, y las dejé a un lado, sintiéndome un poco frustrado. Pero después de varios intentos, finalmente conseguí hacer una que se veía bastante bien y las siguientes salieron mucho mejor.

En ese momento, mi mamá, entró en la habitación. Al ver todo el desorden, me miró con curiosidad.

—Otniel, ¿qué estás haciendo? —preguntó, acercándose para ver mejor.

Levanté el girasol que había hecho bien, orgulloso de mi esfuerzo.

—Estoy haciendo flores eternas —le respondí, sonriendo.

Ella observó la flor con interés, pero luego señaló las que estaban mal hechas, esparcidas por el escritorio.

—¿Y esas? —preguntó, levantando una de las flores menos logradas—. ¿Qué pasó con estas?

Me encogí de hombros, intentando no darle mucha importancia.

—Esos son prototipos. No los veas —dije, tratando de sonar despreocupado y que no fuera a notar mi frustración.

Evelyn se rio suavemente y me miró con una mezcla de diversión y curiosidad.

—¿Y por qué estás tan estresado? ¿Acaso estás enamorado?

Me quedé en silencio por un momento, sorprendido por su pregunta, mi madre siempre lograba ver lo que me pasaba. No había pensado mucho en ello, y la verdad era que, aunque me importaban mucho mis amigas Noemí y Sara, no estaba seguro de tener sentimientos románticos por ninguna de ellas.

—No, mamá. No estoy enamorado —respondí finalmente, sonriendo—. Solo quería hacer algo bonito para mis amigas. Pienso que les gustara.

Ella me miró con ternura y me dio un abrazo.

—Eres un chico especial, Otniel. Siempre pensando en los demás. Estoy segura de que les encantarán tus girasoles.

Evelyn me miró con curiosidad, notando mi suspiro mientras dejaba las flores a un lado.

—¿Cómo te fue con las chicas hoy? —preguntó.

Suspiré de nuevo, decidiendo contarle todo lo que había sucedido esa tarde.

✯¸.•´*¨`*•✿ Flashback ✿•*`¨*`•.¸✯

Nos encontramos en la casa de Sara, disfrutando de unas bebidas y snacks en su sala, la conversación tomó un giro inesperado. Estábamos hablando de cosas triviales cuando Noemí decidió compartir algo que nos sorprendió a todos.

—Chicos, tengo que contarles algo —dijo Noemí, con una mezcla de timidez y emoción en su voz—. Me gusta un chico.

Me sentí incómodo al escuchar eso de Noemí. No esperaba esa confesión y no sabía cómo reaccionar. Antes de que pudiera decir algo, Sara también decidió unirse a la confesión.

—Pues, ya que estamos compartiendo, yo también tengo algo que decir —dijo Sara, con una sonrisa—. A mí también me gusta un chico, ya ustedes saben quién es.

Curiosamente, no sentí la misma incomodidad cuando Sara lo mencionó. Tal vez porque mi mente estaba aún procesando lo que Noemí había dicho. De cualquier manera, sentí la necesidad de cambiar de tema, especialmente porque me sentía incómodo.

—Bueno, ¿por qué no mejor hablamos de los coreanos que les gustan de esas series que ven? —sugerí, esperando aliviar la tensión.

Ambas chicas se rieron ante mi comentario, aunque no estaban dispuestas a dejar el tema tan fácilmente.

—No, Otniel —dijo Noemí, todavía riendo—. Los coreanos están muy lejos. Mejor hablemos de los chicos que nos gustan y que están aquí, cerquita.

Sara asintió, sonriendo también.

—Sí, queremos hablar de los chicos reales, no de los que solo vemos en pantalla, a ellos solo podemos admirar su belleza, aunque si conozco a un coreano y me propone ser su novio, pego el grito en la luna.

Me reí junto con ellas, aunque aún sentía una ligera incomodidad y no tuve más opción que escucharlas hablar de esos niños.

✯¸.•´*¨`*•✿ Fin del flashback ✿•*`¨*`•.¸✯

Evelyn soltó una risa suave cuando termine de contarle lo sucedido, pero a la vez me miró con cariño, como si entendiera completamente mis sentimientos.

—Parece que tus amigas tienen mucho en qué pensar —dijo, sonriendo—. Y tú también, por lo visto.

Asentí, aunque todavía me sentía un poco confundido sobre todo este tema del amor. Pero una cosa era segura: tener amigas como Noemí y Sara hacía que cualquier conversación fuera interesante y llena de risas.

—Otniel, ¿por qué te sentiste incómodo cuando Noemí mencionó que le llama la atención un chico? —preguntó, con una expresión comprensiva—. Es normal que a los 15 años se sienta atracción por el sexo opuesto.

Me quedé en silencio por un momento, tratando de entender mis propios sentimientos. Pero la verdad era que tampoco tenía la respuesta, así que decidí evadir la pregunta.

—Mamá, yo opino que no deberíamos de pensar en esas cosas —respondí, encogiéndome de hombros—. Más bien deberíamos enfocarnos en nuestros estudios y metas.

Ella sonrió con ternura y me dio un suave apretón en el hombro.

—Entiendo que quieras enfocarte en tus estudios y metas, y eso está muy bien. Pero también es normal tener estos sentimientos y hablar de ellos. No tienes que sentirte incómodo por eso.

Asentí, aunque aún me sentía un poco confundido por la situación. Sabía que tenía razón, pero también que no era fácil manejar esas emociones a esta edad.

—Gracias, mamá. Trataré de no preocuparme tanto por eso y seguir adelante con mis objetivos.

Ella me abrazó, transmitiéndome su apoyo incondicional.

—Siempre estaré aquí para escucharte, Otniel. No importa de qué se trate, puedes hablar conmigo.

Me sentí agradecido por tener una madre tan comprensiva y amorosa. Sabía que, sin importar lo que sucediera, siempre podía contar con ella.

Cuando pensé que nuestra conversación cambiaría de rumbo, mamá volvió a preguntar de nuevo.

—Ahora quiero saber, ¿por qué no te sentiste así con Sara? —preguntó.

Reflexioné por un momento antes de responder.

—Con Sara es diferente —le dije—. Ella tiene el permiso de sus padres para conocer a ese chico primero como amigos y luego ver con el paso del tiempo si aún quieren ser novios.




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