Capítulo 2

Las reglas del juego eran simples: cada participante debía tomar una carta. Algunas contenían desafíos, otras castigos. Pero había una en particular… la carta maldita. Nadie sabía exactamente qué pasaba cuando alguien la elegía. Solo que, quien lo hacía, desaparecía.

Aria observó a los demás mientras, uno a uno, tomaban su carta. Su pulso se aceleró cuando vio que la mano de Elijah se detuvo sobre la última. Con una lentitud exasperante, la giró.

Silencio.

Los ojos de Elijah se ensombrecieron. Su mandíbula se tensó, pero sonrió.

—Interesante —murmuró.

Sin previo aviso, las velas del salón se apagaron, dejando todo en completa oscuridad. Se escucharon jadeos ahogados, muebles arrastrándose y un grito sofocado.

Aria sintió una mano fría aferrando su muñeca. Su respiración se cortó.

—No te muevas —susurró Elijah en su oído.

Ella estaba paralizada. Unos pasos resonaron en el piso de mármol, lentos, calculados. Algo se movía entre ellos. Algo que no pertenecía a este mundo.

De pronto, la luz regresó. Naomi estaba en el suelo, con los ojos desorbitados y la boca abierta en un grito mudo. Su piel estaba pálida como el mármol.

—¿Naomi? —Aria se arrodilló a su lado, sacudiéndola.

Naomi parpadeó varias veces y, como si despertara de una pesadilla, se aferró a los brazos de Aria.

—Lo vi… lo vi en la oscuridad —susurró con voz temblorosa—. Nos está observando. Y vendrá por nosotros.

Elijah miró la carta en su mano. Sus dedos la apretaron con fuerza antes de guardarla en el bolsillo de su chaqueta. Luego, con una sonrisa ladeada, le ofreció la mano a Aria.

—Parece que el juego ha comenzado de verdad.

Aria dudó, pero aceptó su ayuda. Cuando sus manos se tocaron, sintió una descarga eléctrica recorrer su piel. Sus ojos se encontraron, y por un momento, olvidó el miedo. Había algo en Elijah que la atraía de manera peligrosa.

Pero no había tiempo para pensar en eso.

Porque en algún lugar de la academia, una sombra sin rostro aguardaba su próximo movimiento.