Los primeros rayos del amanecer atravesaban las copas de los árboles cuando Kael llegó al borde de un acantilado. Desde allí, podía ver el horizonte extendiéndose como un lienzo de montañas y bosques que apenas comenzaban a despertar con la luz. Pero su atención no estaba en la belleza del paisaje, sino en lo que se alzaba al pie de ese acantilado: las ruinas de su antigua base, su hogar y su fortaleza, ahora un cascarón vacío de lo que alguna vez fue.
"Es irónico," pensó mientras bajaba por un sendero oculto, sus patas moviéndose con sorprendente agilidad. "Aquí fue donde Selene dijo que me amaba. Aquí fue donde planeamos nuestro futuro."
El lugar estaba cubierto de maleza, las paredes derrumbadas y el portón principal roto, como si los años hubieran pasado más rápido de lo normal desde que él lo abandonó. Kael avanzó por el patio central, deteniéndose junto a un poste inclinado donde todavía colgaba su bandera, deshilachada y sucia, pero reconocible.
—¿Cuánto tiempo ha pasado realmente? —se preguntó en voz baja, su tono entre melancólico y resentido.
Recordaba cómo esta base había sido su refugio, el lugar donde reclutaba a sus aliados, donde planeaba cada golpe contra el rey. Era un símbolo de resistencia, de libertad. Ahora, solo era un monumento a su fracaso.
Kael avanzó hacia la sala central, donde alguna vez había un mapa detallado de los territorios del rey. Todo lo que quedaba eran los restos de una mesa de madera, rodeada por bancos rotos. Pero algo en la habitación llamó su atención: una tenue luz azulada proveniente de una de las esquinas.
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Kael se acercó con cautela, sus orejas moviéndose en todas direcciones, listas para captar cualquier sonido. La luz parecía emanar de un pedestal que él no recordaba haber visto antes. En su centro, flotaba una gema redonda, pulida y resplandeciente, como si no perteneciera a este mundo.
—¿Qué es esto…? —murmuró, extendiendo una pata hacia la gema.
Tan pronto como la tocó, un destello cegador llenó la sala. Kael retrocedió, llevándose las patas a los ojos mientras sentía cómo el suelo bajo él comenzaba a temblar. La gema emitió un sonido agudo, como un canto lejano, y luego explotó en una onda de energía que lo rodeó por completo.
—¡¿Qué diablos está pasando?! —gritó, su voz distorsionada por el ruido.
El mundo a su alrededor comenzó a desmoronarse, como si fuera un cristal que se rompía en mil pedazos. Las paredes de la base se disolvieron en luz, y el suelo desapareció bajo sus pies. Kael cayó en un vacío infinito, rodeado por colores que no podía describir, mientras su cuerpo parecía flotar sin peso.
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Cuando finalmente sintió algo sólido bajo sus patas nuevamente, Kael abrió los ojos lentamente. Estaba tendido sobre hierba suave, pero no era el mismo bosque de antes. El aire era más fresco, más limpio, y el cielo… era de un azul intenso, casi surrealista. Se levantó tambaleante, sacudiendo su pelaje mientras miraba a su alrededor.
A lo lejos, vio una aldea. Era pequeña, con casas de madera y techos de paja, rodeada por campos de cultivo. Un río serpenteaba cerca, reflejando el sol como un espejo. Pero lo más extraño era la gente. Humanos, como los que conocía, pero sus ropas eran distintas, más simples y coloridas.
—¿Dónde estoy? —se preguntó en voz alta, dando un paso hacia la aldea.
Pero antes de que pudiera avanzar más, un grupo de niños lo vio desde la distancia. Uno de ellos, un chico de cabello castaño desordenado, señaló emocionado.
—¡Miren! ¡Es un espíritu del bosque!
Los demás niños se acercaron corriendo, sus ojos brillando de asombro. Kael dio un paso atrás, confundido por la reacción.
—¿Espíritu del bosque? ¿De qué están hablando? —preguntó, pero se dio cuenta de que los niños no podían entenderlo.
—¡Es tan lindo! —dijo una niña, inclinándose para verlo más de cerca.
Kael bufó, frustrado, pero antes de que pudiera reaccionar, una mujer mayor salió de una de las casas y corrió hacia el grupo.
—¡Niños! ¡Aléjense! —dijo, agitando las manos con urgencia.
Los niños se apartaron obedientemente, pero no parecía que la mujer estuviera asustada. En cambio, se inclinó ante Kael, como si estuviera frente a alguien importante.
—Gran espíritu, perdone a estos pequeños por su insolencia. Bienvenido a nuestra aldea.
Kael abrió la boca, pero no sabía qué decir. "¿Espíritu? ¿Qué está pasando aquí?" Todo esto era demasiado extraño.
La mujer se enderezó y lo miró con una mezcla de respeto y curiosidad.
—Hace mucho que no vemos un espíritu en esta región. Por favor, permítanos ofrecerle hospitalidad.
Kael la miró fijamente. Había algo en sus ojos, una calidez genuina que hacía mucho no veía en un humano. Contra su mejor juicio, decidió seguirla hacia la aldea, al menos para obtener respuestas.
"Esto no es mi mundo," pensó mientras caminaba detrás de la mujer. "Pero quizás aquí… pueda encontrar una forma de arreglar lo que me hicieron."
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Editado: 29.01.2025