El sol brillaba con fuerza sobre la plaza, donde Daniel y su pequeño Gabriel disfrutaban de una tarde llena de risas y juegos. Era un lugar frecuentado por las madres y niñeras de la aristocracia, un paraíso de risas infantiles y momentos despreocupados.
El sol era una caricia dorada, envolviendo la plaza en su cálido abrazo. Los árboles, con sus ramas extendidas como brazos protectores, daban sombra a los bancos donde las madres observaban a sus hijos. La risa de los niños era una melodía alegre, un coro de felicidad que llenaba el aire.
Gabriel, con su energía inagotable, corría y jugaba con los demás niños de su edad. Su risa resonaba como campanillas, cada carcajada un destello de alegría pura.
Daniel, observando a su hijo, sentía una paz profunda y un amor incondicional. Sus ojos seguían cada movimiento de Gabriel, su corazón se llenaba de orgullo y ternura.
El amor de Daniel por Gabriel era un río profundo y sereno, su corriente constante y firme. Cada sonrisa de su hijo era un rayo de sol que iluminaba su alma, cada risa un eco de la alegría que compartían. Daniel era un faro de amor y seguridad, su presencia un ancla en el mar de la vida de Gabriel.
Daniel ignoraba las miradas y sonrisas de las mujeres a su alrededor. Había tenido suficiente con Valeria, y su único enfoque ahora era su hijo y su bienestar.
Las mujeres eran como flores en un jardín, hermosas y diversas, pero Daniel había cerrado su corazón a los nuevos amores. Su alma había sido herida, y ahora solo encontraba consuelo en la risa y los abrazos de su hijo. Su vida era un libro abierto, pero las páginas del romance estaban cerradas, al menos por ahora.
La primera novela de Daniel se había convertido en un bestseller, una historia poderosa que resonaba con muchas personas. Su presentación fue un evento memorable, con la prensa y los lectores llenando el lugar.
La novela de Daniel era una cascada de palabras, cada frase una gota de verdad que caía en el río de la humanidad. La historia, nacida del dolor y la esperanza, se deslizaba como agua sobre las piedras del sufrimiento, purificando y liberando a quienes la leían. La presentación fue una sinfonía de aplausos y elogios, cada voz una nota en la melodía del éxito.
La prensa lo hizo popular, no solo por su talento literario, sino también por su historia personal como víctima de la lunática millonaria llamada Valeria.
Daniel se convirtió en una estrella en el firmamento literario, su luz brillando con una intensidad que atraía a todos. Su historia era un faro de esperanza y resistencia, una prueba de que la luz siempre puede vencer a la oscuridad. Sus palabras se vendían como agua en el desierto, saciando la sed de verdad y justicia en un mundo sediento.
Desde las sombras, Valeria observaba a Daniel y a Gabriel con una sonrisa altanera. Sus ojos brillaban con una mezcla de orgullo y amargura, contemplando el éxito de Daniel desde lejos.
Valeria era una sombra en el borde de la luz, su presencia un fantasma que acechaba en el periphery. Su sonrisa era una máscara de altanería, escondiendo la tormenta de emociones que rugía en su interior. Observaba como una tigresa en la oscuridad, sus ojos fijos en su presa, esperando el momento de atacar.
Mientras tanto, Ricardo y su esposa Brenda se preparaban para su viaje de luna de miel. Era un momento de felicidad y amor, un merecido descanso después de todas las batallas que habían librado juntos.
El viaje de luna de miel era un vuelo hacia el paraíso, cada paso una danza de amor y promesas eternas. Ricardo y Brenda, unidos por el destino y el amor, se embarcaban en una nueva aventura, sus corazones llenos de esperanza y alegría.
Daniel, aunque feliz por sus amigos, se quedaba en la ciudad disfrutando de su verdadera vocación y del amor por su hijo.
Daniel era un ancla en el puerto de la vida, su amor por Gabriel una cuerda que los mantenía unidos. Su corazón, lleno de amor paternal, era un faro que guiaba a su hijo en el mar de la vida. Cada día juntos era un capítulo en la novela de su vida, escrita con la tinta del amor y la esperanza.
La tranquilidad de Daniel y su pequeño hijo nunca más se vio amenazada ni por Valeria ni por nadie más . Pero Valeria, en un acto de desesperación y locura, había drogado a Gabriel, aquel a quien en verdad amaba, para anular su voluntad y hacerlo vulnerable a sus órdenes. En secreto, lo llevó a su avión particular, dejando atrás una estela de engaño.
El avión de Valeria era un dragón en la noche, su vuelo silencioso y letal. Gabriel, drogado y vulnerable, era un prisionero en las garras de la bestia. La mente de Valeria era un laberinto de oscuridad, cada giro y recodo lleno de traición y obsesión.
Ricardo, Brenda y Daniel creían que su amigo Gabriel estaba muerto, una jugada astuta de Valeria para desviar su atención y asegurar su escape liberada de ellos.
Las vidas de Daniel, su hijo, cómo así también Ricardo y Brenda al fin habían dado un giro afortunado. La fortuna del padre de Valeria había sido transferida, por voluntad de la misma Valeria, a sus herederos. Es decir Brenda y su esposo Ricardo, cómo así también Daniel y su hijo Gabriel.
Valeria eligió alejarse de sus vidas para siempre llevándose del país directamente junto con el fruto de su obsesión, o sea su primer y único amor. Gabriel.
Eligió llevárselo con ella, en contra de su voluntad anulada totalmente, al país de origen de su madre. Para reclamar la fortuna de su madre quien pertenecía en ese país a la aristocracia. Como única heredera era la dueña de todo el imperio de su madre, y tras reclamarlo, se ocuparía de la mente de Gabriel para cambiarla definitivamente.
Haré que vuelvas a amarme Gabriel, y en ésta ocasión me aseguraré de que solo vivas por y para mí. Deseo tener un hijo tuyo y ¿Sabes qué amor? Estoy embarazada y es tuyo.
Recordaba lo que le había dicho antes de drogarlo para poder llevárselo con ella sin que ponga resistencia alguna. Ahora, sonriendo feliz, acariciaba la entrepierna de Gabriel mientras el avión se perdía entre las nubes.