Gabriel, después de la forzada boda, se encontraba en la lujosa suite matrimonial, su mente un torbellino de emociones oscuras y desgarradoras. La noche de bodas, que debería haber sido un momento de amor y celebración, era para él una prisión dorada de la que no podía escapar.
La suite nupcial era un palacio de sombras, cada rincón una caverna de desesperación. Las sábanas de seda eran serpientes que lo envolvían, sus caricias suaves eran grilletes que apretaban su alma. Las flores en la habitación, con su fragancia dulce, eran fantasmas de felicidad perdida, cada pétalo una lágrima de su corazón roto.
Gabriel, atrapado en este mundo de opulencia y engaño, sentía que su espíritu se desmoronaba. Sabía que estaba atrapado en una vida que no era suya, enredado en las redes de Valeria.
En un momento de gran desesperación, Gabriel encontró una oportunidad para llamar a Ricardo y pedirle ayuda. Con manos temblorosas, marcó el número y esperó con el corazón en la garganta.
El teléfono era una cuerda de esperanza, cada tono un latido de su corazón lleno de miedo y deseo. La voz al otro lado era un faro en la niebla, una conexión con el mundo exterior que tanto anhelaba.
Sin embargo, quien respondió fue el mayordomo de Ricardo, quien le informó que Ricardo estaba de luna de miel tras haberse casado con Brenda.
—Señor Gabriel, lo siento, pero el señor Ricardo está de luna de miel con la señora Brenda. No regresará por un largo tiempo — dijo el mayordomo con voz respetuosa.
Gabriel colgó sintiendo cómo su alma se le caía a sus pies, su única salvación había desaparecido por completo. Por su puesto que su esposa no tardó en enterarse del llamado y de la respuesta, muy conveniente para ella, que él recibió.
Valeria, con su astucia innata, aprovechó la situación para manipular a Gabriel. Le hizo creer que Ricardo, Brenda y Daniel jamás fueron sus amigos verdaderos. Según ella, solo lo ayudaron porque lo necesitaban y ahora que lograron sus objetivos, se olvidaron de él.
Valeria era una serpiente en el jardín de la mente de Gabriel, sus palabras eran veneno dulce que se filtraba en cada pensamiento. Cada mentira era una semilla de duda, cada susurro una cadena invisible que lo ataba más a su voluntad. Su voz era un canto de sirena, un eco hipnótico que transformaba la realidad en una ilusión.
—Gabriel, ¿no ves? Ricardo, Brenda y Daniel solo te usaron. Ahora que tienen lo que quieren, te han abandonado. Nosotros somos los únicos que realmente nos tenemos el uno al otro — dijo Valeria con una sonrisa suave pero calculadora.
Las palabras de Valeria se clavaron en el corazón de Gabriel, llenándolo de una desesperación profunda. La soledad y la traición, reales o imaginadas, lo consumieron. Cada vez que intentaba recordar el apoyo de sus amigos, las dudas sembradas por Valeria lo inundaban.
El corazón de Gabriel era un campo de batalla, cada recuerdo de amistad era una flor marchita bajo la lluvia ácida de la manipulación. Las palabras de Valeria eran cuchillos de sombra, cada uno cortaba un lazo, destruía una esperanza. Su mente era un castillo de arena, desmoronándose bajo las olas de la mentira.
Finalmente, en un acto de desesperación y resignación, Gabriel comenzó a aceptar todo lo que Valeria le ofrecía y le decía. Su mente, ahora bajo el total control de Valeria, se rindió a la manipulación. En su mente, Valeria se convirtió en su única familia y amiga.
El alma de Gabriel era una vela apagada, su luz extinguida por el soplo frío de la desesperación. La oscuridad lo envolvía, cada rincón de su ser estaba lleno de las sombras de la manipulación. Valeria era la luna en su noche sin estrellas, su luz pálida y fría era la única guía en el abismo de su mente.
Gabriel, ahora transformado por la manipulación de Valeria, veía el mundo con nuevos ojos. Las sombras de la duda y el miedo habían sido reemplazadas por una aceptación oscura y resignada. Su mente, atrapada en la telaraña de Valeria, ya no buscaba escape.
El nuevo Gabriel era una marioneta en las manos de Valeria, cada hilo de control era una promesa de seguridad en la oscuridad. Sus ojos, antes llenos de vida y esperanza, eran ahora pozos oscuros de sumisión. La sonrisa de Valeria era el sol en su cielo de sombras, su voz la única melodía en el silencio de su desesperación.
La esperanza brillaba en la oscuridad, una llama pequeña pero constante que iluminaba el camino de Gabriel. Sabía que debía continuar luchando, que la verdad estaba al alcance de la mano y que su libertad era una posibilidad real.
Con cada nuevo día, la lucha por la verdad y la justicia seguía adelante. La batalla por la libertad de Gabriel y la derrota de Valeria eran el nuevo objetivo, y cada día lo acercaba más a la realización de esa promesa.