El lado oscuro del Rey

Capítulo VIII: Vancorium

Los rayos del sol iluminaban sus cabellos oscuros, sus brazos níveos rodean mi cintura fuertemente, no he podido apartar mi vista en toda la noche, aun no puedo creer que este aquí, junto a mí y también tengo que admitir que la forma en la que se salió de Cuxem fue algo… sorpresivo, más para sus padres que para mí.

Porque tal vez ella no me conozca pero yo ya la conocía, desde antes de su nacimiento ella hacia acto de presencia en mis sueños o al menos en los pocos que podía concebir, porque sí, somos pocos los que podemos soñar pero es muy complicado

–Despierta, Ana– dije acariciando suavemente su mejilla con mi dedo mientras que ella simplemente gruñe y se voltea dándome la espalda– vamos traviesa, tenemos cosas que hacer.

– ¿Tenemos?– susurra con fastidio.

–Me temo que sí– ella no tuvo más remedio que voltearse para después mirarme fijamente, creo que no le agrada la idea de levantarse pero hay responsabilidades– tengo que presentarte ante los chicos del servicio porque a partir de hoy tu llevas las riendas del castillo.

– ¿castillo? ¿Riendas? Acabo de llegar– contesta asustada, sus pupilas se dilatan del miedo y no hace más que tocar su cabello por los nervios. –nunca he dirigido un castillo.

–siempre hay una primera vez, además de que tienes que decirles tu menú a las chicas– dije con una sonrisa tranquilizadora mientras paso un brazo sobre sus hombros y la estrecho más a mí– eres la única que no toma sangre ¿recuerdas?

–lo recuerdo, pero… hare mi mejor intento.

–Sé que lo harás, pequeña– dije con cariño.

Me levanto de la cama y por vía mental le ordeno a Lucy y a Mary que vengan a ayudar a Anastasia, una vez que entrar a la habitación me limito a salirme, prometiéndole a Ana que la estaría esperando en el comedor.

Me dirijo hacia mi despacho, el cual está en el primer piso al fondo, normalmente no me gusta ocuparlo por la simple idea que no me gusta estar encerrado como mi padre siempre hacia, eso no es para mí y menos cuando tengo a cierta licántropa como nueva inquilina

–Señor– saluda un vampiro joven que acababa de entrar a mi guardia, alto, rubio, típicos ojos de vampiro y aun así sigue teniendo cierto toque de inocencia el cual sé que pronto se le quitara– lo espera el Sr. Miller lo espera en su despacho.

–Gracias Jhon, puedes retirarte– contesto y retomo mi caminata hacia aquella habitación que tanto detesto.

Llego al despacho y veo al señor Miller viendo una pintura con curiosidad y algo de miedo. En la pintura se muestra un demonio con cuerpo de cabra y largos cuernos con una corona de flores y alrededor de él estaba un conjunto de mujeres, venerándolo.

–Era la favorita de mi padre– dije mirando el cuadro y con ello asustando al hombre gordo y viejo.

–Parece una copia exacta de la original. – Contesto sin girarse a verme– Francisco Goya parecía que sabía más de lo que debía.

–Sabía cosas pero no las más concretas– dije aburrido, ese pintor era amigo de mi padre, Charles y gracias a mi padre Goya se inspiró para hacer toda su galería de brujería. – ¿Qué haces aquí, Miller? Hasta donde se nuestra reunión es hasta dentro de dos meses.

–Disculpa haberte interrumpido de tus… labores– el hombre volteo finalmente a verme, lo conocía desde hace años, ya era viejo, gordo, su mirada tenía un deje malicioso y perturbador, la verdad es que no me cae en gracia pero tenemos negocios. – me temo que tenemos problemas.

– ¿Qué clase de problemas?– respondo sentándome tras el escritorio, le hago un ademan para que él tome asiento delante de mí, lo cual hace rápidamente.

–Los licántropos nos están dando problemas para transportar la mercancía.

 

Anastasia

Vladimir me había despertado hace media hora, lo cual es terrible porque yo quería dormir hasta medio día pero mi mate tenía otros planes. ¿Mi mate? Él vampiro salió, supongo que a atender lo que sea que tenga que atender el rey de los vampiros, mientras que yo estoy frente al tocador observando como Mary trata de peinarme y digo trata porque mi cabello es un desastre hoy.

–señorita pero aquí solo hay vestidos– escucho la voz de Lucy sacando mis ropa de la maleta. –creo que son demasiado elegantes.

– ¿Acaso aquí no es obligatorio usar vestidos?– pregunto desorientada porque en Cuxem o al menos en la corte si es obligatorio.

–solo cuando es una cena importante o algún baile– añade Mary con paciencia. –Usted puede vestirse más informal mientras no le avisen otra cosa.

–vaya, que maravilloso– digo sonriendo porque ya me tienen hasta los vestidos– Lucy creo que hay un jean por ahí.

Finalmente me visto con un pantalón negro, una blusa básica blanca y un suéter color mostaza mientras que mi cabello queda suelto y lacio pero con unas trenzas por el frente, me veo bien y pues de maquillaje solo labial rojo y un poco de rímel.

La que es guapa, es guapa.

–Se ve muy bien, señorita– dijo Lucy admirándome– se me muy cómoda que con esos pesados vestidos.

–Gracias, Lucy– dije volteando a ver a mis ayudantes, ambas son jóvenes, las dos castañas, delgadas y con sus ojos rojos, aunque Mary es la más alta de las dos y tiene más atributos de enfrente. – y nada de señorita, me pueden llamar Ana.

– ¡no señorita! No podemos hacer eso y menos cuando se convierta en reina. –exclamo asustada Mary

–es una falta de respeto– añadió Lucy sonrojada.

–no me importa, solo Ana, por favor.

A las chicas no les quedó más remedio que suspirar y aceptar mi orden. Finalmente salimos rumbo al comedor, que me dijeron que ese comedor es pequeño y solo es para familia porque el comedor principal es solo para cuando haya invitados, lo cual ocurre muy raramente, parece que a Vlad le gusta tener privacidad.

Me siento y agradezco a las chicas por haberme arreglado y guiado al comedor, ellas se limitan a asentir y salen de la habitación, dejándome con otro chico del servicio sirviendo mi plato de comida, que es huevos revueltos, café y jugo de naranja.




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