El lado oscuro del Rey

Capítulo IX: Humanos

Camino por los largos pasillos de aquel frio castillo, mi mate estaba en una reunión y yo ya he terminado con los deberes de hoy, no sabía qué hacer, tenía algunas ideas pero apenas llevaba dos días y no quería tener problemas… aun.

Acabo de llegar y la rutina ya me está matando.

Por otro lado, está la carta de mi madre, me sorprendió en sobre manera el hecho de que viniera con una plantilla especial para “descodificarla”, es como si tuviera miedo de que la correspondencia cayera en las manos equivocadas, sin embargo aún no se si tiene miedo de que caiga en manos de los licántropos o de los vampiros.

Me dejo caer en los escalones que dan hacia el jardín trasero y suelto un suspiro descargando mi frustración, nunca pensé que extrañaría tanto a los tontos de mis hermanos y apenas es el inicio.

Decido dejar de lado mi patética melancolía y me decido ir a la playa que es colindante con este castillo. El destino estaba tomado, ahora lo interesante será llegar a la playa sin que nadie se dé cuenta.

Camino hacia la salida del castillo, la cual queda al otro extremo de donde estoy pero eso sirve para idear mi plan, aunque también podría solo avisar de que quiero salir, pero entones mi mate querrá mandar a alguien conmigo y eso no me gusta mucho.

Como te encanta complicarte la existencia, Ana.

Trato de ser sigilosa, pero estoy rodeada de vampiros y sé que pueden escuchar mi corazón a cierta distancia, en fin llego a la puerta y por casualidad esta despejada, o al menos eso pensé.

– ¿va a algún lado, majestad?– ¿majestad? Eso es nuevo, al menos para mí recién conocido Damon. El cual me obstaculiza el paso hacia la salida.

–me apetece ir al bosque, ya sabes soy una licántropo y necesito estirar las patas. – digo con seguridad, porque algo me dice que no me van a dejar ir a la playa por lo que el bosque es más sencillo por mi problema peludo.

–El rey me ha pedido que la cuide–respondió el vampiro con discreción y mirando hacia la nada– pero hoy no estoy de humor para cuidar a chiquillas, así que te acompaño al bosque y de ahí nos separamos.

–Cada vez me caes mejor– digo riéndome, la suerte esta de mi lado… por ahora.

El vampiro me guía hasta el bosque, la playa está del otro lado pero una vez saliendo del castillo, no creo que haya problema con llegar hasta allá.

–Ni una palabra de esto a nadie–me amenazo con severidad– si dices algo estoy muerto.

–Cariño ya estás muerto– dije con obviedad.

–Pues estaré doblemente muerto– respondió con una sonrisa– nos vemos aquí dentro de tres horas.

–cuatro– repuse.

–tres.

–cuatro.

–tres y media, mi última oferta.

–está bien.

Me doy la vuelta y comienzo a caminar para adentrarme al bosque, y una vez que no siento el olor a muerto de Damon, emprendo mi caminata hacia la playa.

Mi naturaleza es ser una licántropa pero están los genes de mi mamá, los cuales herede al instante, distintos “dones”, como los llaman todos y tristemente esos dones aligeran mi licantropía, no completamente pero no tengo esa necesidad de estar corriendo a cada rato y tampoco soy tan impulsiva… bueno eso ultimo lo dejo a su criterio.

Tarde una hora en bajar toda la colina, porque a fin de cuentas tuve que convertirme para poder llegar más rápido y admirar la hermosa vista que se presentaba frente a mis ojos verdes.

Me transformo y gracias a que traía mi ropa en mi hocico puedo vestirme y sin más me siento en la arena a contemplar la las olas del mar y el sol en todo su esplendor. Si miro hacia atrás puedo admirar el enorme castillo en la cima de la colina; en las altas torres se balancean las banderas de Vancorium, su color es escarlata y abundan en ellas dos serpientes entrelazadas… esperaba un murciélago como símbolo.

Me acuesto en la caliente arena y aunque no lo crean no me quema. El sueño me empieza a embargar pero un ladrido hace que me levante por instinto y lo que ven mis ojos no lo pueden creer, hay un perro corriendo en la playa, siempre he querido tener uno pero las estúpidas reglas de Cuxem no me dejaban.

– ¡hey! ¡Espera!– grito viendo como el perro me ignora, lanzo un chiflido pero el animal sigue corriendo y si lo pensaron bien, dispongo a seguirlo.

Corro hacia él y lo encuentro afuera de lo que parece ser una cueva, el perro no duda mucho y entra en ella y pues ya saben el dicho la curiosidad mato a la bruja... pero la bruja murió sabiendo.

La cueva es húmeda, es como si las paredes sudaran–si eso tiene sentido– pero lo sorprendente es que hay antorchas en los lados, y siguen hasta el fondo, alcanzo a divisar al perro.

Sigo tanto al perro como las antorchas, se escucha algún goteo pero de ahí en más la cueva está sumida en un silencio, bastante extraño.

–Señor– de repente escucho una voz cautelosa, es una mujer o quizás una vampiro– ¿Cómo resolveremos esta situación? Está en riesgo nuestras vidas, las mercancías y… nuestras ganancias.

–Es problema del vampiro y si nos atrapan él será nuestra salida.




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