El Ladrón de Sueños

Capítulo I El lobo blanco

— ¿Y tienes este sueño todas las noches Elizabeth? — No me gustaba hablar con una psicóloga sobre mis problemas, pero mi padrastro le dijo a mi madre que si no acudía a consulta mis pesadillas podrían hacerme un daño irreparable. 

— Sí, todas las noches lo tengo. — Respondí a secas.

— ¿Tienes alguna idea de qué podría significar? — Me dijo Amalia, se inclinó hacia mí y deslizó sus gafas para mirarme mejor.

— Ni idea… es solo un estúpido sueño. — Le dije molesta.

— ¿No crees que el lobo blanco podría representar a tu padre? —Me preguntó dubitativa.

Me encogí de hombros y suspiré mortificada por su suposición.

— ¿Y por qué un lobo? — La desafíe con la mirada.

— ¿Por qué no? — Me respondió y abrí los ojos, confundida por su respuesta. — El lobo simboliza la familia, se dice que estos poderosos seres espirituales protegen a sus hijos con fiereza. Su pelaje blanco significa la pureza del alma. ¿Has tenido algún tipo de comunicación con él?

— ¡Claro que no! — Alcé un poco la voz. 

"¿Pero esta mujer qué se mete?", pensé.

— En el siguiente sueño, si vuelve el lobo blanco, intenta hablarle. — Juntó sus manos y me miró como si lo que había dicho era lo más natural del mundo. Entonces sonó una alarma. — Por hoy terminamos; acércate a mi secretaria para que te haga saber el nuevo horario de las consultas…

— ¿Ya no la veré por la mañana? — Le pregunté curiosa. 

— Nos veremos en la tarde, quisiera intentar algo nuevo contigo… — Sonrió para sí misma. 

 

Estaba autorizada a llegar tarde a la escuela por la terapia, pero siempre llegaba más tarde de lo normal. De hecho esta vez me había pasado bastante. No quería entrar a la dirección, pero no quería pasar allí toda la mañana.

“Mejor salir de esto de una vez por todas”. Musité enojada. 

Guardé mi bloc de dibujo y mientras lo hacía, caminé hacia la puerta. En lugar de prestar atención, me quedé buscando mi teléfono celular en el bolso, así que fui directamente a tropezar con un chico. “¡Qué torpe eres, Elizabeth!”, pensé para mis adentros. Con enorme vergüenza, levanté la mirada y me quedé atrapada en unos ojos azules resplandecientes, acompañados de unos labios rosados que se abrían con tanta sensualidad que me dejaron sin aliento. Luego de unos segundos embelesada, logré leer su mirada y pude ver algo de desconcierto. Entonces, sentí una corriente inusual en mi mano. El chico la sujetaba con rudeza.

— ¿Estás bien? — Le pregunté intentando no desvanecerme ante su perfecto rostro. 

Clavó sus ojos en mi y me dedicó una sonrisa pícara.

— Tantas princesas en esta escuela y me tuve que tropezar con una pitufa.

—¡ Pero que imbécil! — Espeté. 

Invadió mi espacio personal y ante la incómoda situación, intenté escapar. 

— ¡Espera, espera! — Me dijo tomando mis brazos. — Aún me debes una disculpa. 

Sentí un enorme escalofrío recorrer todo mi cuerpo, mi corazón latió más fuerte de lo normal, entonces tuve un déjà vù. Me quedé congelada por unos segundos hasta que reaccioné.

— ¡Suéltame! — Le dije bruscamente. 

Él también se quedó congelado, con la mirada fija en mis ojos. 

— ¡Owen! — Le gritó desde lejos un joven que llevaba unos espejuelos enormes. 

El chico desvío su atención hacia él y le dedicó una mirada de fastidio. 

— Espero no toparme más contigo. — Me dijo sin mirar mi rostro. 

Luego se volvió hacia mi y me sonrió con arrogancia. 

Me quedé callada, quería insultarlo, pero a pesar de su arrogancia, su belleza me había impresionado. Además tenía esa sensación de haber vivido ese momento antes. 

Salí de la oficina un poco tarde y me topé con Claudia: mi mejor amiga. 

— ¿Quién era el chico con el que tropezaste Eli? — Me preguntó con los ojos llenos de curiosidad. 

— No sé de quién me hablas. — Pretendí no saber. 

Me miró y sonrió.

— Es un imbécil. — Le resté importancia. — ¿Cómo sabes que me tropecé con él? 

— Te vi antes. Volviste a llegar tarde Eli. — Sonrió un poco. — ¿Y? 

— Y nada, era un imbécil. 

— Un imbécil muy apuesto. — Suspiró emocionada.

— ¡Basta! ¡Claudia te conozco! — Le advertí. 

Conociéndola seguro se había imaginado que él y yo nos enamoramos y comenzamos una relación. Con seguridad se había imaginado como y me cuando sería la boda, hasta los hijos que tendríamos. Era una eterna enamorada y le encantaba encontrar amor en todas partes.

La quería como a una hermana. Juntas habíamos pasado por mucho. Ella había estuvo a mi lado en todos los momentos difíciles. Era la persona en la que más confiaba. 

 

Seguimos juntas a la clase de literatura. 

Entonces me volví a topar con él y para colmo se había sentado justo detrás de mi. Durante la clase escuché risas y susurros. Tuve la sensación de que el objeto de burla era yo. Miré a Claudia pero esta estaba concentrada en la clase y se había sentado en la otra fila, unos asientos enfrente. 

El profesor me llamó a la pizarra a analizar un verso de un poema y obedecí. Pronto las risas que antes había escuchado comenzaron a hacerse más escandalosas hasta que una voz gritó " Pitufina" y todos rieron estruendosamente. El profesor intentó calmar la situación y Claudia intentó silenciar a cuanto chico o chica podía, pero era insuficiente. Entonces me percaté, gracias a Claudia, de que en mi espalda llevaba un papel con la palabra Pitufina escrita en él. 

El profesor me quitó el mismo y preguntó: 

— ¿Cuál estudiante es responsable por esto? 

— ¿Fuiste tú, verdad? Imbécil. — Me apresuré a decirle a Owen. 

— ¿Yo? — Me dijo intentando contener la risa. 

— Claro que fuiste tú. — Afirmé molesta. Rompí el papel y se lo arrojé. — Escucha, si eres uno de esos bullies que la toman con quién se les pega la gana solo porque tiene problemas en casa ya que mami es una cualquiera y una adicta, y  papi es un abusador alcohólico. Pues ese no es mi problema. A mí no me vas a coger como sacó de boxeo. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.