Quería un bebé con todas sus fuerzas. Era ver una de esas pequeñas cositas de amor, y desearlo. Todo el día investigando sobre bebés, los mejores productos, ropa, juguetes, alimentos, leches... ¡Daiana quería un hijo!
Y era increíble, porque durante años profesó ser una childfree, pero increíblemente, en sus recientes treinta y seis años, su maternidad salió a flote como una exposición furiosa.
¡Quería un bebé a como diera lugar! Sentía que su reloj biológico estaba dando vueltas a pasos agigantados, y que si no lo buscaba ahora, luego sería muy mayor, y riesgoso, traer un bebé al mundo.
Y ahí estaba su presa, uno de sus amigos que le tenía ganas desde hacía tiempo. El tipo estaba que no se creía cuando ella, sin pudor alguno, le dijo que quería tener sexo con él.
Y Daiana no le importaba el proveedor de la "semillita", ella quería encargar un bebé cuanto antes.
—No, no lo uses —sonrió traviesa, mordiendo su labio inferior.
El tipo la miró confundido, una mirada mezclada entre el deseo y la poca cordura que le quedaba.
—¿Q-Qué?
—Que no uses el condón, Julio —le dijo en un sonó sensual, bajando a su cuello para lamerlo.
—Pe-Pero si n-no lo hago... Podrías-
—Exacto, eso quiero.
La separó, ya con la mente más fría, luego de escuchar aquello.
—¿C-Cómo qué eso quieres?
—Sí, quiero un bebé —sonrió con simpleza, como si lo que acababa de decir, era el deseo de pedir una pizza—. Quiero tener un bebé.
—¿Pero te volviste loca, Daiana? N-Nosotros ni siquiera somos novios, p-pareja.
—Am ¿Y qué con eso? —le inquirió cruzándose de brazos—. No es como si fuera a pedirte que te hagas cargo del niño o algo así.
—O-Okay, pero, es que...
Dejó de escucharlo, observándolo ¿En verdad ella quería que su bebito naciera con esa nariz? ¿O esos ojos grises pálidos? ¿O sus dientes chuecos? No lo había pensando, aquello sería mucho dinero en ortodoncia.
¿Y las orejas grandes? Pues, más que a ella, a su bebé le molestaría cuando fuera grande, y los niños lo molestaran. Aunque había leído sobre algunos métodos caseros para solucionar aquello.
—Dai, te estoy hablando.
—Disculpa ¿Qué? —le preguntó saliendo de sus pensamientos.
—Te estaba diciendo que me aterra un poco la idea de ser padre, porque ¿Qué pasará cuándo el niño quiera saber quién es su papá? ¿Y si quiere conocerme? ¿O si yo quiero conocerlo? ¿O-?
—Julio, ya está —le dijo en un tono aburrido, tomando las sábanas para cubrirse—. Toma tu ropa, vístete, y nos vemos mañana en el trabajo.
—Pero yo, creí que tú...
Negó con la cabeza, dándole el pantalón.
—Olvídalo.
***
—CryoFam, más de cuarenta años de trayectoria, bla bla, hacemos el sueño realidad de la familia, bla bla —murmuró aburrida, mientras leía y bajaba por aquella página web.
Ahora que lo pensaba mejor, y por más superficial que sonara, quería que su bebé tuviera ciertos rasgos físicos. Si bien sabía que un hijo adquiría características genéticas de ambos progenitores, ella quería que el donante fuera un tipo guapo.
Qué midiera más de un metro setenta cinco, buen porte, que hubiera terminado sus estudios universitarios, mínimamente secundarios, y fuera un tipo de bien.
Quería a alguien saludable, gracioso, con un buen historial.
—Por supuesto, pedir una cita —sonrió, llenando un formulario online.
Había averiguado ya los precios oscilatorios del servicio, y estaba dispuesta a pagarlos, si el "producto" lograba convencerla.
—Bebito, voy por ti —sonrió emocionada, clicqueando en enviar.
...
Editado: 20.10.2019