El legado 2: Tinieblas

02. Reunión familiar

Los constantes ruidos de unos golpes metálicos me hicieron girarme sobre el fino colchón para observar al mismo chico de la otra vez. Kevin se llamaba.

—Levántate.

Gruñí por lo bajo sintiendo unas dolorosas punzadas en los párpados de mis ojos. Apenas había podido pegar ojo en aquella oscura y asquerosa celda, y menos sin saber cómo demonios estarían ellos. Un rato después de haber hablado con los chicos y haberme quedado callada, ausente de todo, Elaine decidió mandar a dos de sus guardias para llevarme a otra celda, alejada de ellos.

La muy víbora sabía lo que dolía.

A duras penas me levanté y observé al hombre que tantas emociones estaba empezando a despertar en mí, haciéndome recordar aquel día con las chicas. Eufóricas y llenas de ganas de vivir la vida.

—Te has puesto hasta roja —reía Cloe.

—Perdona por no saber cómo socializar con las personas. Lo admito, me he puesto nerviosa porque no sabía ni qué decir.

—Estaba bueno, eso sí te lo digo, amiga.

—A mi me van más los delgaduchos sin tanto músculo —confesó Ámbar— parecía que en cualquier momento se le iba a romper la camiseta.

Cloe arqueo una ceja y le miró durante unos segundos antes de volver a mirar por la ventanilla.

—¿Y a ti? ¿Qué clase de chicos te van, Natalie?

Metió la mano en su bolsillo y sacó aquel tubo pequeño que si no intuía mal, me iba a empezar a ser muy familiar.

—¿Tanto miedo me tenéis aquí?

El tal Kevin enarcó una ceja.

—Prefiero ser cobarde y conservar mi vida, que ser estúpido y perderla.

—¿Seguro? —enarqué una ceja—. Porque ya estás cavando tu propia tumba, Kevin —escupí.

Hizo caso omiso a mi comentario y sopló el tubo en mi dirección. El pinchazo se hizo sentir en mi cuello, y al instante caí rendida al suelo, soltando un gruñido de frustración.

Soy un maldito animal.

Aprovechó a entrar a la celda y a esposarme antes de que aquella sustancia dejase de hacer efecto.

Ya avanzando por los pasillos, nos adentramos en el ascensor para subir a la planta cero, donde seguidamente me guío hacia el comedor, o mejor dicho, cafetería. Era una gran sala, con muchas mesas y sillas, como si estuviese preparada para tener a decenas de personas ahí metidas.

En cuanto vi a los chicos en una de las mesas, comiendo en silencio, mi cuerpo se congeló, como si un balde de agua fría se hubiese vertido sobre mi cuerpo recordándome la triste realidad. Reese, Jaden, Nolan y Landon estaban encerrados conmigo, en manos de Elaine y sin saber en qué demonios se habían metidos.

—No te pares, camina.

—Deja de darme órdenes, se perfectamente lo que tengo que hacer —gruñí por lo bajo.

—No lo parece.

Kevin me hizo sentarme en una mesa completamente diferente y alejada a la de ellos. Me desposó una mano para poder esposarme a continuación a una barra de metal de la mesa. Cogió una bandeja y me la dejó frente a mí, junto con un tenedor de plástico para seguidamente alejarse y darme mi espacio.

Miré la comida, la cual tenía una pinta asquerosa. Era una plasta de a saber qué. Me pasé una mano por mi rostro y apoyé el codo en la mesa para quedarme así, con la cara escondida entre mi mano. Suspiré.

—Come —la voz de Kevin resonó en mi cabeza.

—No tengo hambre —farfullé sin moverme.

—Me da igual —espetó—. Come.

—¿No me has oído?

—Come —volvió a repetir.

Lentamente alcé mi cabeza y clavé mi oscura mirada en el hombre que se encontraba frente a la mesa de brazos cruzados, con una mirada autoritaria y con pocas ganas de conversar conmigo.

—Te acabo de decir que no tengo hambre —pronuncié muy lentamente, vocalizando exageradamente sin cambiar mi expresión fría.

—Y yo te acabo de decir —apoyó las palmas de sus manos en la mesa, inclinándose hacia mí—, que me da igual. Come de una puta vez y no me hagas perder el tiempo.

Apreté mis dientes, sin apartar mi mirada de él. De manera retadora cogí la bandeja por un borde y la alejé de mí. Kevin tensó su mandíbula.

—¿Qué vas a hacer? ¿Un berrinche como los que hacías hace años? —cuestionó en un peligroso susurro—. ¿Eso es lo que quieres?

Mi autocontrol se fue a la mierda cuando di un fuerte golpe a la mesa al mismo tiempo que me levantaba de mi asiento, quedando cara a cara con Kevin. No se movió ni un sólo pelo, y yo tampoco lo hice cuando dirigió su mano hacia su cinturón, queriendo coger la pistola. Para su sorpresa su tacto no chocó con el objeto metálico.

—¿Buscas esto?

Volvió a mirarme cuando con mi mano libre balanceé el arma ante su rostro, con una sonrisa victoriosa.

—¿Pero qué...?

—Te he dicho que no tengo hambre, ¿verdad? 

Su semblante autoritario cayó cuando con sutileza y elegancia le quité el seguro al arma. Kevin tragó saliva.

—Sí.

—¿Qué te he dicho entonces?

—Que no tienes hambre.

—¿Y que vas a hacer tú?

—No lo sé —musitó, sin dejar de mirar el arma con miedo.

Enarqué una ceja, admirando como su tono demandante había desaparecido.

—Vas a callarte y alejarte —respondí por él—. Eso es lo que vas a hacer.

Asintió entendiéndolo, así que con un gesto de cabeza le ordené que hiciera lo que le había dicho, cosa que acató, alejándose sin mediar palabra. Volví a sentarme en mi sitio sin prisas, haciendo rodar el arma en la mesa.

Al instante en el que volví a caer en dónde estaba, mi vista voló hacia la mesa de los chicos, los cuales me miraban boquiabiertos. Claro, ¿cómo iban a pensar que yo podría ser capaz de comportarme así?

Reese era el único que no me miraba. Landon tragó saliva y volvió a centrarse rápidamente en la comida, mientras que Nolan me miraba ceñudo, sin entender nada de aquella situación. La mirada de Jaden fue la que resaltó con un claro sentimiento que no iba a poder permitir en esos momentos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.