El legado 2: Tinieblas

04. Secretos al descubierto

Al abrir los ojos la luz blanca me dio de lleno en la cara, solté un gruñido molesto y cerré mis párpados de vuelta. Sentía mi cuerpo cansado.

En cuanto me percaté de un molesto sonido volví a abrir los ojos encontrándome con una máquina a mi lado que parecía marcar los latidos de mi corazón. Fruncí el ceño un tanto confusa, hasta que caí en dónde estaba. Esa no era mi celda, ni mi habitación, era una sala blanca con camillas de hospital.

Me erguí cuando un molesto dolor proveniente de mi mano me pinchó. Me quité la vía de esta formando una mueca y miré a mi al rededor. ¿Qué hacía allí?

Como si la vida quisiese responderme a la pregunta, las puertas de la habitación se abrieron y Elaine entró. Avanzó hacia mí con calma y control, mirándome indiferente.

—¿Qué hago aquí?

—¿No lo sabes?

—Si lo supiese no te lo preguntaría, ¿no crees?

Enarcó una ceja, evaluándome. Seguramente estaba analizando mi temperamento, mi humor y mis posibles estupideces.

—Te desmayaste. Se te estaba instruyendo sobre cómo actuar contra un vampiro cuando te desplomaste.

Sus palabras me ayudaron a recular en el tiempo hasta que finalmente recordé. Aquel hombre me hablaba, sin embargo, dejé de escucharlo cuando todo se apagó.

—¿Tienes idea de por qué te has desmayado? —preguntó colocándose a los pies de la cama de hospital.

—¿Cansancio? 

—¿Y por qué estás cansada?

—¿Porque no he parado de hacer tus dichosas pruebas? —respondí abruptamente.

—No —negó con la cabeza—. No comes, esa es la razón.

—No tengo hambre.

—Eso me da exactamente igual. Levanta —ordenó con un movimiento de barbilla.

Medí la seriedad de su mirada hasta que finalmente decidí hacerle caso. Me levanté de la cama, desestabilizándome por unos segundos en los que me tuve que agarrar a las sabanas. La mirada de Elaine fue una clara advertencia de que debía comer.

La seguí por los pasillos en completo silencio, mi forma de andar era lo más parecida a la de un zombie. En cuanto vi al final del pasillo que nos acercábamos al comedor quise preguntarle la duda que tenía desde que había despertado.

—¿Cuánto llevo dormida?

—Un día entero, te di sedantes para que durmieses más.

Antes de que abriese la boca las puertas del gran comedor se abrieron llamando la atención de los chicos, los cuales comían en una mesa todos juntos. Elaine me dio una bandeja con comida para seguidamente señalarlos a ellos.

—Siéntate.

Pasé por alto el hecho de que si no me equivocaba, quería que me sentara con ellas, así que me senté en otra mesa, sola.

—Creo que no me has entendido —dijo ella con irritación.

—Te he entendido a la perfección.

Cogí el tenedor de plástico y revolví las verduras. Formé una mueca, y no porque no me gustase, sino porque no tenía ganas de comer. A pesar de que había dormido durante todo un día me sentía cansada, y no a nivel físico, era algo más. Algo diferente.

El extraño silencio que se presentó mientras observaba mi comida, dudosa, me hizo pensar que o bien todos pasaban de mí, o bien hacían todo lo contrario. En cuanto alcé la mirada confirmé mi última sospecha cuando vi a Elaine analizándome y a los chicos igual. La rubia les hizo un gesto y al instante los cuatro chicos se levantaron con sus bandejas en mi dirección.

—¿Pero qué...?
Mi cuerpo se tensó cuando se sentaron conmigo. Reese a mi derecha y Landon a mi izquierda. Delante mía se acomodó Nolan, y a su lado, aunque un poco más apartado de lo normal, Jaden.

Elaine desapareció sin decir nada más, dejándonos solos con los guardias. Por un instante preferí que me llevase a hacer las dichosas pruebas de siempre en vez de estar allí con ellos.

Con disimulo tragué saliva, estaba incómoda, y sabía perfectamente que ellos lo sabían. ¿Por qué se habían sentado conmigo? ¿Por qué Elaine les había mandado hacerlo? ¿Lo habrían hecho de todas formas? Aunque la pregunta más importante era, ¿podría mirarlos a la cara?

—No comes.

—No tengo hambre.

—Siento decirte que me da igual. Come, Natalie.

Alcé la cabeza en un movimiento brusco para enfrentar a Nolan. Él me miraba con aquellas dos esmeraldas, relucientes en su rostro. Sus facciones denotaban seriedad, pero al mismo tiempo intentó sonreír para calmar la situación. Jaden y Reese comían en silencio, indiferentes a lo que sucedía.

Landon me dio un suave golpe con su hombro que captó mi atención. Me regaló una sonrisa tierna y tranquilizadora que me hizo bajar la guardia.

—Sé que no quieres, pero no es tan difícil comer un poco, ¿no crees?

—¿Si lo hago os cambiaréis de mesa?

—No —respondió Nolan en un tono juguetón. 

Sabía que estaba intentando hacerme sonreír o reír, pero no pude hacerlo en ese instante. Antes de que me diese cuenta Nolan acercó a mí el tenedor con las verduras pinchadas. Enarqué una ceja en su dirección, cuestionando su acción e intentando coger el tenedor, no obstante lo apartó, insistiendo en que deseaba darme de comer él.

De mala gana me acerqué al tenedor, comiendo de las verduras y viendo la satisfacción y la alegría en sus ojos que sólo me hicieron querer comer más.

—Cuando eras pequeña siempre te daba de comer, le pedía a mamá que me dejara hacerlo a mí. Me gustaba cuidarte.

Mi cuerpo se quedo quieto como una piedra, y ni siquiera supe cómo pude sostenerle la mirada cuando lo que quería era irme corriendo. Lo que menos deseaba pensar era en aquel tema que...

Me aclaré la garganta. Los chicos nos observaron, expectantes.

—¿Lo recuerdas? —preguntó esperanzado—. Quizá no, eras muy pequeña y...

Vi tanta ilusión en su voz que sin querer rebusqué en los recuerdos que cada vez parecían despertar más.

—Sí —respondí, interrumpiéndolo—. Algo recuerdo.

—¿En serio?

—Supongo, si es que al menos esos recuerdos son verdaderos.




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