El legado 2: Tinieblas

06. Chapuzón de dolor

[Narrador omnisciente] 

Años atrás... 

La alarma de la central estaba en constante aviso. La sirena de emergencia no hacía más que sonar mientras Elaine caminaba por los interminables pasillos blancos, los cuales, mientras más iba avanzando, más teñidos de rojo se veían. Parecía sacado de una película de terror.

Una vena de su cuello comenzó a palpitar, enfurecida cuando comenzó a ver los cadáveres de sus hombres esparcidos por el suelo, muertos. Se preparó para lo peor cuando vio a la niña de apenas diez años parada al final de aquel pasillo. El rostro de la joven estaba cubierto de sangre, al igual que sus manos y parte de su cuerpo.

Se encontraba en guardia, sus pies separados y alineados con sus hombros. Sus manos, a pesar de que debían de estar apretadas en puños delante de su rostro, estaban sueltas a cada lado de su cuerpo, de las cuales goteaba sangre.

—Esto no es un juego, Natalie —pronunció con una falsa calma Elaine, parada a una distancia de seguridad, con sus manos tras su espalda.

—Suéltalas —ordenó en un gruñido, remarcando cada sílaba de la palabra.

La mujer volvió a repasar los cadáveres del suelo, eran demasiados para su gusto. Aquello había sido una masacre causada por un simple enfado de una niña pequeña. Volvió a mirar a la pequeña y nada inocente niña. Sus ojos mieles lucían furiosos y exigentes.

Elaine no pudo evitar sentir pena por ella, pero sobre todo empatía. Natalie, la niña que con cuatro años había llegado a la central no era nada comparada con lo que era ahora. Con tan solo diez años de edad podía matar sin casi ninguna dificultad a personas que le doblaban en peso y edad. ¿Qué más podría hacer de aquí a unos años?

—¿Por qué haces todo esto? —cuestionó Elaine dando un paso en su dirección—. Has matado.

—Suéltalas —repitió sin vacilar.

—¿Todo esto es por ellas? 

Preguntó la mujer, aunque la respuesta era evidente. Natalie había tenido una de las mayores pataletas jamás vistas, la diferencia entre ella y un niño normal era que Nat, en vez de llorar y gritar, mataba. ¿Y cómo no lo iba a hacer, si le habían enseñado hacer justamente aquello? ¿Cómo iba a aprender la pobre niña a saber qué estaba bien y qué estaba mal?

—Quiero que las sueltes —demandó, su labio inferior comenzó a temblar—. Les haces daño.

—Ámbar y Cloe están castigadas, Natalie.

—¡No han hecho nada malo! —chilló, sus ojos se cristalizaron—. ¡Es un castigo sin lógica!

—Pero tú sí que estás haciendo cosas malas —pronunció Elaine acortando la distancia poco a poco—. Si no quieres que les pase nada malo sólo tienes que portarte bien y hacerme caso.

Antes de que Natalie se diese cuenta, Elaine ya se encontraba delante suya. Agarró su barbilla para alzar su mirada e hizo que aquellos ojos la miraran con auténtico terror.

"Si empiezas desde pequeños con ellos será más fácil tratarlos"

Y aunque muy en el fondo a Elaine le dolió, dijo:

—Tú eres el único monstruo que puede matarlas a ellas. ¿Eso es lo que quieres?

 

(...)

 


NOLAN

En la actualidad...

No entendía nada de lo que estaba pasando en ese momento. ¿Por qué le acababan de poner a Natalie un chico sentado en una silla ante ella? ¿Por qué le habían dado un cuchillo?

Aquel hombre nos seguía apuntando con la pistola mientras Natalie miraba a Elaine, hasta que pasó a mirar a un punto de aquel cubículo con total terror. Miró a la nada, el pánico se vio reflejado en su rostro cuando palideció notablemente, como si viese a alguien, pero en realidad no había nadie. ¿Qué estaba pasando? ¿A qué estaba mirando? 

En ese momento, el hombre dejó de apuntarnos para mirar a mi hermana. Ella, que tan mal se veía, volvió a observar a Elaine y, antes de darme cuenta, el cuchillo que tenía en la mano cortó en un limpio movimiento el cuello del joven. Aparté la mirada, horrorizado justo cuando Landon comenzó a vomitar ante tal escena.

¿Qué han hecho contigo, Natalie?

 

(...)

 

En la hora de la cena Reese volvió con nosotros después de lo sucedido y de dejar a Jaden con un buen moretón en el pómulo derecho. No iba a mentir, se merecía cada maldito rasguño.

Reese había querido decir algo, sus ojos lo delataban, pero en cuanto vio la advertencia en mi mirada prefirió cerrar la boca. Landon todavía estaba algo tocado después de haber visto a Natalie asesinar a aquel chico sin vacilar, era normal, yo también estaba algo confundido.

Me aclaré la garganta cuando vi como mi hermana apartaba la bandeja sin haber probado nada y miraba hacia los lados con nerviosismo. Su pierna se movía de la misma forma, mostrando su incomodidad.

Antes de que yo le dijese nada, Jaden, que había estado todo el rato observándonos desde una esquina se acercó. La mirada que le regalé mostró mi desdén hacia él y mi odio. Nos había traicionado.

—Come —le ordenó a Natalie acercándole la bandeja.

Ella no respondió, su mirada no se movió de la pared, donde la había dejado fija.

—Come —repitió el pelinegro sin obtener ningún tipo de respuesta o reacción.

—No quiero verte cerca de mi hermana —gruñí, mirándolo—. Aléjate.

Su mirada fría mostró una clase de...¿arrepentimiento? Me daba igual, no me iba a dar pena, y sobre todo, no iba a dejar que se acercara a Natalie.

—Fuera —dijo esta vez Reese en un tono más pacífico.

Jaden tensó la mandíbula.

—Debe comer.

—¿Te crees que no lo sé? —cuestioné con desdén.

—Pues si lo sabes no haces nada —me espetó.

Me levanté bruscamente, dando un golpe con mis manos a la mesa. 

—¿Qué quieres? —inquirí sintiendo la chispa de mi ira crecer—. Deja de hacer como que te importa mi hermana y hazte a un lado, los perros de esa mujer sólo sirven para ladrar, nada más.




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