El legado 2: Tinieblas

12. Se avecina el caos

NATALIE

 

Mi cuerpo pequeño se acurrucaba entre las sábanas de mi cama, buscando calor entre el frío que sentía. El sudor bañaba todo mi cuerpo, pero no lo sabía. Era como si fuese espectadora de aquella escena desde otros ojos. Mi yo del pasado, con apenas cuatro años estaba tensa, tenía una pesadilla.

De repente, mis ojos se abrieron, saliendo de aquel mal sueño y volviendo a la realidad. Mi respiración estaba tan agitada que pensé que me daría un ataque al corazón. Muerta de miedo, intenté bajar de la cama con cuidado de no caerme y corrí a la de mi hermano. En cuanto abrí su puerta Nolan me miró desde su cama, somnoliento.

—¿Natalie? ¿Estás bien? —murmuró medio dormido.

Intenté retener un puchero.

—Pesadilla —fue lo único que pude decir.

Nolan no esperó a que dijese mucho más cuando dio dos suaves palmadas a su cama, invitándome a que durmiese con él. Rápidamente lo hice, acurrucándome a su lado. No cerré los ojos, parecía como si temiese volver a ver lo que había visto antes. Nolan pareció percatarse de mi clara tensión.

—¿Estás bien?

Yo negué con la cabeza, mirando su sombra.

—¿Crees que soy mala?

—¿Qué? Por supuesto que no. ¿Por qué dices eso?

—Le he hecho daño a gente, Nolan —murmuré, cabizbaja—. Mentí y alguien me disparó.

—¿En tu pesadilla te dispararon? —preguntó, como si le preocupara que soñara con tales cosas.

Yo negué.

—Era real, Nolan. Un chico me siguió y...

—No, era una pesadilla. No es real, Nat, sólo es un mal sueño.

Quise creerle, como siempre que me intentaba tranquilizar. No era la primera vez que tenía pesadillas, sin embargo, algo me decía que aquella fue diferente.

Cuando abrí mis ojos debido al constante ruido de un puño aporreando mi puerta gruñí por lo bajo, sobándome los ojos. Sabía que aquello no había sido un sueño, sino otro de los recuerdos. Desde que Elaine me los devolvió había estado teniendo flashbacks, la mayoría durmiendo, durante la noche.

Me levanté de la cama y abrí la puerta de mi habitación. Para mi desgracia, fue Amed quien estaba allí.

—Tienes una cara de mierda.

—Eso es porque no he dormido muy bien, sin embargo la tuya es así hagas lo que hagas. Una pena, ¿eh?

Quería mantenerme al margen de cualquier tipo de discusión con las personas de allí, pero que fuese Amed quien comenzara atacándome tras despertarme no me lo ponía muy fácil.

Sus ojos mieles ardieron, irritados, mostrando su mosqueo. La verdad es que él no era feo, es más, era muy atractivo, pero su carácter lo hacía a mi parecer alguien desagradable y opacaba cualquier tipo de belleza física.

—Cierra la boca, Johnson, y ves al comedor a desayunar. Te quiero en diez minutos en el vestíbulo de la planta menos uno —ordenó en un tono demandante.

Antes de irse se giró, con la intención de llamar a la puerta de Jaden, pero antes de que aquello pasara el otro pelinegro apareció tras ella, con su mirada indiferente.

—Ni lo intentes —dijo.

No lo dijo de forma amenazante, sino aburrida. Así era él. Amed no se lo tomó tan mal, pero aún así lo asesinó con la mirada antes de irse.

—Lo añadiré a la lista de las personas que me caen mal —farfulló. 

—¿Acaso hay alguna de personas que te caigan bien?

Me miró entrecerrando sus ojos grises, como si aquella pregunta tuviese trampa antes de encoger los hombros. Tomé aquello como su respuesta mientras él me observaba.

—¿Quieres que te espere?

—No, tranquilo —dije negando—. Espérame en el comedor, no queremos que Amed se convierta en un grano en el culo.

—Ya es un grano en el culo.

Sonreí, pero en cuanto vi que me estaba observando con curiosidad el rostro borré mi sonrisa.

—¿Estás bien? —inquirió como si estuviese preocupado—. No tienes muy buena cara.

—Nunca la tengo —bromeé, con la intención de que dejase el tema.

Jaden pareció captarlo, no obstante, antes de irse dijo un última cosa:

—Eso es mentira.

Después de cambiarme la ropa al uniforme que solían llevar todos, salí de mi habitación y me encaminé al comedor. Como el pasado día y como seguramente todos los próximos que viniesen, la gente no dejaba de mirarme de diferentes formas. No quise pararme a analizarlas porque no les quería dar importancia, simplemente quería pasar de todos ellos.

En cuanto entré al comedor mis ojos vagaron hasta dar con Jaden, quien se hallaba sentado en una mesa vacía mientras comía. Tras coger algo para mi desayuno, me acerqué a él y me senté delante suya. Me miró para comprobar que era yo antes de centrar de nuevo su vista en su comida. Ninguno de los dos habló, al menos hasta que vi por el rabillo del ojo como Amed me fusilaba con la mirada.

—No me jodas.

—¿Qué ocurre? —cuestionó Jaden.

—Que no llevo ni dos días aquí y ya quiero matarme —bufé con molestia.

Jaden escondió su sonrisa, moviendo levemente su cabeza y haciendo que un par de mechones negro le taparan los ojos. Ambos nos volvimos a quedar callados, él sin comer pero sin mirarme a mí, y yo mirándolo a él con curiosidad. Cuando menos me lo esperé, sentí la presencia de tres cuerpos sentándose con nosotros.

—Creí que te quedó claro que los miembros de la Élite comen juntos —farfulló Amed.

—Déjala, no seas imbécil —le espetó Nesha rodando los ojos.

—¡Hace lo que le da la gana!

—¡Tú también y nadie te dice nada!

—¡Pero yo puedo!

—¡Eres un capullo!

—¡Nesha! —exclamó, molesto ante aquel insulto.

—¿Podéis dejar de gritar? —cuestionó Jaden de forma retórica, mirándolos durante unos breves segundos, con su rostro aburrido e indiferente—. Me acabo de despertar.




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